Música

Alejandro Sanz y Sevilla se juran amor eterno en el Villamarín

El artista madrileño brinda un espectacular concierto ante más de 45000 personas

Alejandro Sanz hizo vibrar al público durante las más de dos horas y media que duró el concierto Vanessa Gómez

Fernando Rodríguez Murube

La espera mereció la pena. Atrás quedaban, para las más de 45000 personas que agotaron las entradas en unas horas allá por el lejano noviembre , seis largos meses deshojando el calendario hasta llegar a la fecha señalada en rojo fluorescente (verdiblanco en este caso): el ansiado 1 de junio. Por fin Alejandro Sanz hacía acto de presencia en el mastodóntico escenario del Benito Villamarín, el estadio del Real Betis Balompié, donde anoche brindó un estratosférico concierto a la altura de la fama que le precede .

El grupo de fans que acampó hace una semana en los aledaños de la casa verdiblanca para ser las primeras en acceder al recinto, hacía presagiar que se avecinaba una noche de emociones fuertes. Largas colas desde muy temprano y ambiente festivo , de felicidad en grado sumo, en los prolegómenos del concierto por ver y escuchar a su ídolo.

En lo estrictamente musical, Alejandro Sanz ofreció un recital muy potente en el que su personalísima voz —con esas resonancias flamencas tan características de su garganta que irradian gracia, elegancia y seducción—, capaz de convertir cualquier género en un estallido de emociones con reminiscencias sureñas, estuvo perfectamente arropada por una docena de músicos (seis hombres y seis mujeres) , logrando un show muy compacto y homogéneo tanto a nivel artístico como acústico.

No le fue a la zaga la espectacular producción : 1000 metros cuadrados de pantallas que proyectaron un vistoso contenido audiovisual diseñado especialmente para la cita, unido a un sonido perfecto y a un equipo integrado por más de 1000 personas , consiguieron que el público disfrutara de una experiencia verdaderamente única.

V.G.

«Hoy que no estás» fue la carta de presentación, y con ella quedó declarado oficialmente el delirio casi extático en las gradas y el césped del «gigante» verdiblanco (como el propio artista había bautizado al estadio heliopolitano en las horas previas). Después llegaron los ritmos funkys de «Azúcar en un bowl», la primera de las ocho canciones que interpretó de «#ElDisco» , su nuevo álbum, a lo largo de la noche.

Recuerdo a José Antonio Reyes

Sus primeras palabras de la noche fueron dedicadas a la familia de José Antonio Reyes , el ex futbolista del Sevilla que falleció ayer en accidente de tráfico: «Un recuerdo grande para una persona que por desgracia nos ha abandonado hoy» , señalaba el cantante. El estadio entero respondió con emoción coreando el nombre del jugador: «Reyes, Reyes».

Luego, Alejandro Sanz sacó músculo en forma de repertorio, uno de los más imponentes de la historia del pop en español (probablemente el mejor). Así, se desarrollaron vertiginosos los acontecimientos, y sin solución de continuidad cayeron en multicolor cascada musical incontestables hits ecuménicos del madrileño. «Aquello que me diste», «El alma al aire», «Capitán Tapón» o «Corazón partío» , hicieron vibrar al Villamarín como en aquella mítica noche del 12-1 a Malta.

«No sabéis lo feliz que me siento aquí, os quiero con todo el alma, tengo las mismas sensaciones que en mi primer concierto», explicaba. «Quien no sea hijo adoptivo de Sevilla, que no me hable» , bromeó entre piropo y piropo a la ciudad, aludiendo a su reciente reconocimiento.

A lo largo de las dos horas y media que duró el concierto , Alejandro dejó sobradas muestras de por qué está considerado un artista de talla mundial y encarna el paradigma de músico con el toque del rey Midas (ha vendido más de 25 millones de discos en todo el mundo y ha ganado 20 Grammys Latinos y 3 Grammys americanos).

Mención especial merecen los artistas invitados que anoche desfilaron por el escenario de Heliópolis: Pastora Soler («No tengo nada»), Antonio Carmona (tocó el cajón en «Te canto un son»), Rosario Flores («Quisiera ser»), la mexicana Paty Cantú («Amiga mía») y La Flaka y Arturo Pareja Obregón («Sevilla»). La traca final de la noche, nunca mejor dicho, vino con unos fuegos artificiales que abrocharon el concierto de manera apoteósica.

El autor del histórico disco «Más», visiblemente emocionado en muchos momentos del concierto , fundió sentimiento, pasión y entrega hacia sus fans, los mismos que se arroparon en él para oír primero y sentir después el éxtasis de sus canciones; esas que expresan como pocas el lenguaje del alma y que anoche consiguieron que ni un solo rincón del estadio quedase iluminado por su llama mágica .

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