Los ruteros charlan con uno de los chicos que forman parte del programa “Nueva Vida”
Los ruteros charlan con uno de los chicos que forman parte del programa “Nueva Vida” - Ángel Colina

Ruta QuetzalSegundas oportunidades antes de los 18 años

Los expedicionarios visitan en Campeche un centro de atención a fármacodependientes

Madrid Actualizado: Guardar
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Hay jornadas de la Ruta BBVA ( @RutaBBVA) que impactan más que otras, momentos que calan más, que remueven más que otros. Es posible que muchos expedicionarios lleven siempre consigo el recuerdo de su paso por el centro de atención a fármacodependientes de Campeche. Allí, 20 menores de entre 13 y 17 años (cinco chicas y 15 chicos) viven internos para rehabilitarse de su adicción a las drogas.

Sentados en primera fila del auditorio improvisado en el patio, reciben a los ruteros acompañados por el equipo de trabajadores sociales, psicólogos y médicos que los atienden. «Enfrente de ustedes hay jóvenes que son unos guerreros», comenta en su presentación Yosara Beatriz Zapata, directora general del programa SANNAFARM «Vida Nueva», del que los chicos forman parte, y miembro del Consejo Estatal contra las Adicciones (CECA).

Frente a los expedicionarios, Jonathan, de 17 años, da testimonio de su vivencia. De cómo a los 15 conoció a personas que consumían drogas y terminó haciéndolo él también. Después llegaron los problemas con su familia y el paso por la cárcel por tráfico de drogas. Cuenta que el nacimiento de su sobrina le hizo recapacitar, que le llevó a pedir ayuda, a ingresar en este centro.

Estos menores provienen, en muchos casos, de entornos con pocos recursos, violentos, en los que un familiar o un amigo consume. Empiezan por el alcohol y el tabaco. Después llega la marihuana, la cocaína, el crack, etc.

En este centro, creado hace 16 años, pero que cuenta con un programa de internamiento desde hace 12, los chicos pasan siete u ocho meses durante los que participan en terapias individuales y colectivas, hacen deporte o realizan manualidades, entre otras actividades. Se mantienen ocupados, pues ésa es la mejor manera de que no piensen en consumir.

Linda Rosa explica que empezó con las drogas a los 12 años. Lo hacía por diversión. También por sentirse aceptada. Mentía, llegaba a casa tarde drogada y borracha. Se juraba que era la última vez, pero no era cierto. Su madre acudió a un hospital psiquiátrico donde le hablaron del programa «Vida Nueva». Aquí, afirma, aprende a quererse.

Aunque estos son testimonios de esperanza, de recuperación, Zapata afirma que entre el 40 y el 50% de estos chicos recae.

Algunos de los menores acompañan a los ruteros durante el recorrido por las instalaciones y charlan con ellos. Pablo Mirete, de Elche, y Alejandra Escribano, de Madrid, reconocen que la visita es impactante. A Elías Roiz, de Santander, le perece muy triste.

En las paredes de algunas estancias se leen mensajes motivadores: «Si puedes soñarlo, puedes hacerlo». «Se necesita una persona para cambiar tu vida: ¡Tú!». Decenas de manos de colores hablan de quienes completaron el programa, con su nombre y la fecha de alta.

Jack cuenta que mezclaba cocaína, crack y marihuana. Mientras relata su historia, algunos de sus compañeros asienten. Saben bien de qué habla. También comparte sus deseos de formar una familia algún día y cómo formar parte de este programa le da esperanza.

Para él, y probablemente para todos, el primer mes fue muy duro. Supuso abandonar la vida que conocía hasta el momento y adoptar una nueva llena de normas, tareas y responsabilidades. Y alejado de los suyos, a los que añora. Precisamente la implicación de las familias es fundamental para que la rehabilitación tenga éxito. Por eso acuden frecuentemente al centro, que al año atiende a 78 menores en régimen de internamiento. El más joven que ha participado en el programa tenía 9 años.

Una vez cumplidos los 18, los jóvenes siguen recibiendo atención a través del programa «Luz de vida». En él, durante 90 días, grupos de un máximo de 20 adultos de todas las edades acuden al centro de lunes a viernes para, en sesiones de cuatro horas, hacer terapia de grupo, asistir a charlas de miembros de Alcohólicos Anónimos, hacer deporte...

Ares Biescas, de Lérida, comenta que esta visita «cuadra muy bien con el espíritu de la Ruta y sus valores: salir de lo que conocemos, salir de nuestras barreras y conocer otras realidades». «Me tocó muchísimo. Me pareció impresionante ver el testimonio de estos jóvenes, que tuviesen la valentía de salir ahí delante y explicarnos su experiencia. Creo que es necesario ver que hay gente que sufre pero sale adelante de cosas muy duras. Eso es muy especial para los ruteros», añade.

Por su parte, Morena Pinheiro, de Brasil comenta: «Era un poco reticente (a una actividad de este tipo), porque estos temas son muy delicados, pero me pareció importante ver cuánta gente había implicada. Me impactó mucho que los niños fueran tan jóvenes» comenta.

Morena cree que es necesario que los jóvenes como ella conozcan esta realidad. Y añade: «Parece que está muy lejos pero en realidad, al tenerlo tan cerca, ves que a lo mejor tienes amigos que pueden acabar por ese camino».

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