El transcriptor de Bach

Daniil Trifonov D. G.

Alberto González Lapuente

En el último mes, se ha hecho frecuente la presencia del pianista Daniil Trifonov en Madrid, apenas escuchado desde que se presentara en 2017 en el Ciclo de Grandes Intérpretes. Primero, sustituyendo a Mitsuko Uchida , quien cancelaba su actuación a causa de las restricciones de desplazamiento impuestas por la pandemia. Trifonov actuó junto a la Orquesta Nacional de España y el director David Afkham interpretando el primer concierto pianístico de Beethoven con lo que reconstruyó una nueva experiencia de asombro y estupor. Beethoven no ha sido un compositor frecuente en su repertorio, más cercano a pianismos grandiosos y aterradores como el de Scriabin, Liszt, Prokofiev… Aunque no hay palabras (músicas) prohibidas en el argot pianístico de Trifonov siempre dispuesto a negar cuestiones tan ambiguas como el respeto al estilo.

Trifonov se adentra ahora en Bach y con él acaba de volver al ciclo de la Fundación Scherzo . Apenas se descubren rastros del compositor en anteriores programas aunque su música le interesase desde los años de estudiante. La interpretación de la «Gavotte» de la tercera partita para violín en el debut en el Carnegie Hall en 2013 es un ejemplo interesante pues se basaba en la transcripción de Rachmaninov, de manera que cualquier síntoma de originalidad entraba dentro de un proceso perfectamente asumible: Trifonov interpretaba singularmente la no menos peculiar visión del autor ruso. En definitiva, regaba lo que ya estaba empapado. Poco importa que alguien pudiera calificar de desconcertante semejante propuesta. Si Trifonov interesa y mucho, es por su capacidad transcriptora de músicas que con él adquieren un dimensión inaudita, tan distinta de lo que cualquiera podría imaginarse.

Escuchar a Trifonov significa un cierto grado de incomodidad que nace cuando el concierto se convierte en un acto de rebeldía frente al instrumento. Podría pensarse que alguien con semejante técnica ha de dominar el piano hasta el punto de convertirlo en un dócil aliado, pero es en la inconveniencia donde Trifonov se encuentra a gusto; ante la necesidad de volver a ganar un pulso del que una y otra vez sale ganador. El cuerpo lo refleja con movimientos espasmódicos, de puro éxtasis, como los que acompañaron la «Ciaccona» para mano izquierda, de la segunda partita, según la reescribió Johannes Brahms. Muchas veces es la cabeza la que mira al teclado en vertical, es el cuerpo que se derrumba, se acerca y reta, como en el «Contrapunctus XI» de «El arte de la fuga». Definitivamente es la actitud de quien termina agotado y se ensimisma con el coral «Jesus bleibet meine Freude» de la cantata 147, en arreglo de Myra Hess.

La descripción es real, en tanto Trifonov planteó el programa sin opción al descanso. Una obra tras otra se encadenan en una totalidad indecidible. En los extremos están las conversiones pianísticas de Brahms y Hess, mientras que en el centro está la que el propio Trifonov hace, con su interpretación, sobre «El arte de la fuga». La obra postrera de Bach encierra suficientes misterios sobre sí misma como para que cada versión tan solo sea una posibilidad. El piano añade, además, una dimensión nueva, de manera que hay un principio de coherencia en este viaje cargado de irrealidad al que Trifonov invita. En su Bach cabe la furia metálica, la divagación del tempo, lo tajante y lo sinfónico; la neblina sonora que envuelve el «Contrapunctus I», la articulación forzada en pies yámbicos (II), la maraña de voces sin apenas oxigeno (III), el sentido cubista de la heterodoxia (VI), el acoso de las voces (IX), el tiempo detenido (XII)…

Trifonov terminó el recital del lunes en Madrid caminando su extrema delgadez por el escenario mientras le acompañaba una importante aclamación. El concierto estaba dedicado a la memoria del compositor Antón García Abril , alguien que empeñó su vida en demostrar que entre todas las posibilidades musicales que se puedan imaginar solo son verdaderas unas pocas. La propuesta suena extraña ante un recital de Trifonov, especialmente cuando se retrata a Bach de forma tan libertina; cuando el piano se convierte en una máquina volante.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación