Primavera Sound 2019

Jo, ¡qué noche! la de Miley Cyrus, Janelle Monáe y Robyn en el Primavera Sound

El festival se consagra como campo de pruebas del pop contemporáneo en una segunda jornada de poderío femenino

Janelle Monáe, durante su actuación en el Fórum Efe

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Y de repente, el Primavera Sound fue una fiesta. Tampoco es que la cosa hubiese sido hasta ahora un funeral, pero fue aparecer en tromba Janelle Monáe, Miley Cyrus y Robyn y al festival barcelonés le cambió la cara. Y de qué manera. Una travesía a través del ritmo que, del prodigioso neosoul futurista de la primera a la exuberancia dance de la última pasando por la enésima reconversión de la exestrella del pop adolescente, le sacudió definitivamente de encima cualquier complejo al Primavera Sound y demostró que, como en los concursos televisivos, aquí se ha venido a jugar.

«Antes todo esto era indie», podía leerse en una de las bandeloras del festival con las que la propia organización ironiza sobre el cambio de rumbo de la programación. Y aunque también andaban por ahí los siempre vigorosos Suede abrillantando su catálogo de éxitos (sigue siendo un placer ver a Brett Anderson manejarse entre «We Are The Pigs», «So Young» y «Metal Mickey») y Tame Impala desplegaron con contundencia y confeti juguetón su psicodelia en technicolor, el viernes hubo poco lugar para la discusión. Antes, en efecto, todo esto era indie, pero ahora es el campo de pruebas del nuevo pop contemporáneo.

Brett Anderson, durante la actuación de Suede Efe

Ya a primera hora de la tarde quedó claro por dónde irían los tiros con Carly Rae Jepsen, artista canadiense que ha pasado de telonear a Justin Bieber a conquistar el Fórum a fuerza de ahondar en la senda que abrió la neozelandesa Lorde el año pasado. A saber: transparencias rojas, superpop sintetizado y alborotado paseillo por el foso con «Call Me Maybe», himno global que corearon hasta las gaviotas que sobrevolaban el recinto. Primavera meets FM contemporánea. ¿Vendrá por ahí el relevo generacional?

Sin tiempo apenas para pensar en la respuesta, Janelle Monáe ya se había marcado la que probablemente sea una de las grandes actuaciones del festival: un glorioso recorrido por la música negra coronado por las canciones de «Dirty Computer», su aplaudido trabajo de 2018, y repleto de idas y venidas entre el funk, el hip hop y el pop electrónico. Una exhibición de genio con la que la estadounidense se merendó el recuerdo de Erykah Badu, reivindicó a lo grande la libertad sexual femenina y sirvió entre vientos, proyecciones deslumbrantes y vestuario de impacto nuevos clásicos del pop negro como «Crazy, Classic, Life», «Electric Lady» y «Pink». Impecable y majestuoso.

Algo más comedida estuvo, quién se lo iba a decir, Miley Cyrus, quien aprovechó el lanzamiento, ayer mismo, del EP «She Is Coming» para exhibir un perfil algo más maduro y, según se mire, también más convencional. Ni rastro, pues, de aquel chikipark disfuncional que se trajo consigo en su última visita al Palau Sant Jordi y con el que acabó de aplastar a Hannah Montana. De hecho, la estadounidense fue anoche todo caderazos, guitarras crujientes y atropelladas excursiones entre los ritmos sabrosos de «Mother’s Daughter», los guiños a Dolly Parton en «Jolene» y el poso rockero de «Party In The U.S.A.». Fue una fiesta, sí, pero más formal de lo esperado.

Robyn, durante su actuación Sergi Albert

Con Robyn, en cambió, no hubo lugar para la sorpresa y el público recibió precisamente lo que esperaba. Esto es: ritmo mutante, elegancia glaciar y sintetizadores aupando en volandas los estribillos de «Ever Again», «Indestructible» y «Dancing On My Own». La explanada del Fórum, transformada en una gigantesca discoteca de aromas ochenteros, delicioso acabado retro e impecable puesta en escena, con unas manos dispuestas sobre el escenario como preparadas para abrazar a todo el público. Neón, flúor y transparencias vaporosas. Ahí sí, la fiesta era ya imparable.

A esas horas quedaba claro también que el Primavera Sound no es sólo un festival, sino un cúmulo de realidades paralelas que convergen en un mismo recinto. Así, mientras en una punta del festival Tame Impala andaban exprimiendo su dulce psicodelia, en la otra el público se desmadraba de lo lindo con las llamaradas y la inyección de ritmo boricua de Ivy Queen, poderosa madrina del reguetón, o con la salvaje y autotuneada performance que La Zowi servía junto a dos bailarinas en El Punto, escenario comisariado por Yung Beef. Porque, en efecto, antes todo esto era indie. Y ahora ya no.

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