Kidd Keo: «El trap fue como un meteorito que chocó contra España e hizo que salieran minerales nuevos»

El «enfant terrible» de la escena urbana española estrena nuevo single y una serie de dibujos animados

Kidd Keo ABC

Nacho Serrano

En el estudio del universo musical actual el trap es como un horizonte de sucesos, un lugar que se sabe que existe, con unas leyes físicas que aún no alcanzamos a comprender, y en el que los eventos que ocurren en uno de sus márgenes no pueden ser observados desde el extremo opuesto. Sea lo que sea, conviene estudiarlo. Para dar un paso más en este análisis astronómico charlamos con una de sus estrellas españolas, y posiblemente la más polémica. Se trata de Kidd Keo , un tipo de innegable talento que hasta hace poco tiempo era de esos que no llevan reloj porque él decide qué hora es. Ya intentamos entrevistarlo hace un par de años, pero en el último momento se canceló el encuentro porque su equipo de promo no consiguió meterle en vereda. «No sé ni donde está», confesaba su atormentado agente de prensa de entonces. Ayer conseguimos audiencia con él vía zoom, y aunque la charla se vio interrumpida por un «altercado» (sic) con el airbnb donde se alojaba, terminó siendo muy fructífera gracias a su buena disposición. El señor Keo está madurando, tal como muestra su último single, «Vámonos (feat. Sick Luke)», una canción con elementos del trap quintaesencial, pero que apunta a un público mucho más amplio. Otra cosa es la serie de dibujos animados que acaba de estrenar, «Yonkiland». Ahí sí que va a seguir dando guerra sin piedad.

En su momento más «enfant terrible» ganó muchísimos seguidores. ¿Cree que le acompañarán en esta etapa más madura?

La he liado mucho y he dado muchos gritos, pero a mis fans les gusta mi doble tempo, por decirlo de alguna manera. Tengo ese lado salvaje, y otro muy expresivo, detallista y abierto. Soy muy de polos. O estoy muy triste y canto muy blandito, o me vengo arriba. Pero en mi madurez voy a seguir dando guerra. He abarcado mucho el trap y se me conoce por eso, pero cuando escribo hay veces que me canso de pegar gritos, y hago temas más relajados. Si hago lo mismo todo el rato me aburro.

La serie sí va a ser cañera.

Ahí sí que soy «enfant terrible». Es un proyecto que me tiene muy ilusionado. Es nuevo para mí hacer de mí mismo en una serie, doblando mi voz y demás. He tenido que imaginarme, ¿cómo sería yo en un dibujo animado? Estoy muy contento porque ha tenido un recibimiento muy bueno, el primer capítulo lleva dos millones de visitas en dos semanas. Me ha sorprendido el poco «hate» que ha despertado. Parece que la gente empieza a entender la diferencia entre el artista y persona. Eso me da energía.

Su primera gran influencia fue un chico estadounidense que publicaba temas con su edad, cuando tenía 13 años.

Chief Keef. Ese año empecé a grabar yo mismo. Era autodidacta, y también autocrítico porque no subía a internet todo lo que grababa. Las bases las cogía de internet o las compraba a productores, como Jaipe, un chaval con el que empecé. Tenía un estudio en su casa, y por veinte o treinta pavos grababa un tema con mucha calidad, porque era un tío muy, muy bueno. Así fui empezando, y poco a poco fui aprendiendo cosas. Ahora tengo 25 años y tengo otro oído, por el aprendizaje.

¿El trap latino se ha comido al español, y casi se diría que al estadounidense? ¿O sólo lo parece?

Yo tengo una opinión de cómo ha sido el proceso. El trap llegó a España con gente como yo, o Pxxr Gvng, C. Tangana, Pimp Flaco… allá por 2014 o 2015. Fue como un meteorito que chocó contra España e hizo que salieran minerales nuevos. El país estaba en una especie de parón a nivel musical, y ese hueco lo rellenamos nosotros. Llegó un nuevo aire, pero no había una industria musical actual, urbana. La industria estaba oxidadísima, y Spotify todavía no era lo que es hoy. Por eso, el trap no se llegó a industrializar. Pero en Puerto Rico y otros países latinoamericanos que sí tenían esa industria, lo comercializaron antes de que la gente supiera exactamente qué era realmente. Si a una persona de la industria le presentas a una persona como yo, que es trangresora, y después les presentas a otro como Bad Bunny, que es más comercial, ¿cuál va a elegir? Shakira y Maluma hicieron un tema que se llamaba «Trap» y ni siquiera era trap, era un reguetón. De pronto, el trap era «lo latino», que es más comercial. Yo soy de los pocos que sigue haciendo una música transgresora en España y sigue sonando fuerte. Muchos de los que iban duros ahora hacen cosas melódicas. Por el poco hueco que deja la industria española a lo transgresor.

También es de los pocos que cuenta con un buen número de seguidores en la cuna del trap, Estados Unidos.

Allí no soy famoso ni mucho menos, pero sí es verdad que tengo mucha gente que me sigue, y he hecho muchos amigos. Algunos de ellos han muerto. Pero es un mercado que voy a tocar mucho en los próximos años.

¿Y cómo es que han muerto?

Allí la vida es más dura que aquí. La pandemia y eso… les han pasado cosas.

Cosas inenarrables.

Sí, tío.

¿Le atrae hacer música con músicos e instrumentos reales?

Aunque sea un exponente del género, yo no hago solo trap. A la gente le gusta mucho etiquetar, pero yo grabo canciones de muchos estilos. Por ejemplo, me atrae coger a una orquesta y hacer algo completamente diferente.

He oído que los chavales de la ola urbana venís muy bien aprendidos y que sabéis muy bien qué querréis hacer con las discográficas, y qué no… Pero también he oído la versión opuesta: que no tenéis ni idea y que os estafan.

La gente no tiene ni idea. ¿No ves que somos todos cantantes? (risas). La industria cambia a toda velocidad. En los cinco o seis años que llevo de carrera, ya ha vuelto a cambiar. Hasta yo tengo que estar súper atento a los nuevos cambios en la industria. En YoutTube lo mismo. Yo conozco a muchos artistas que están saliendo ahora en YouTube, que igual que suben rápido, caen rápido. Y otros que no tienen ni idea de cómo monetizar sus contenidos en condiciones. Además, España es un país pobre dentro del contexto occidental, por mucho que queramos pensar lo contrario. Y con mucho amiguismo. Yo lo que veo en el mundillo de los influencers, por ejemplo, es que todo va por favores, y no por dinero. Y cuando aparece el dinero, ¡wooo! Aparece gente que quiere rascar. Falta gente seria arriba, y que la gente de abajo esté más enterada del negocio. Y falta industria, claro. En este país apenas la hay.

Usted sí firmó un contrato presuntamente muy jugoso.

Pero me ha llevado cinco años, tío. Cuando empecé no había nada. Nosotros hemos hecho la industria, yo y los que empezamos. Cuando yo empecé, esto era nuevo. Pegué mucho, pero la gente aún me veía como un tío chungo… entonces tuve que buscarme la forma de hacer mi «bisnis». Ahora la industria está un poco más metida en el ajo. En un contrato siempre gana alguien, y aunque lo que firmes esté de puta madre para ti, la industria siempre gana, como la banca. Yo negocié dos o tres años con compañías hasta que firmé con una. Y ojo, que también es un contrato con unas condiciones, yo no puedo ahora coger y tocarme los huevos. Pero hay chavales que llegan a un millón de reproducciones, y que no están preparados cuando al día siguiente llega alguien llamando a su puerta y prometiéndoles el cielo.

También parece que los artistas de la escena urbana tienen muy claras las estrategias comerciales a seguir, ¿o sólo lo parece? ¿Cómo es en su caso?

A mí sí me gusta visualizar donde voy estar en un año, pensar en cómo sorprender, tener mis estrategias. Ese aspecto siempre me ha gustado. Eso sí, tengo un equipo fiel, de toda la vida, que me ayuda a llevarlas a cabo.

¿Qué papel juegan para usted los medios de comunicación tradicionales? Con sus cifras en redes, podría no necesitarlos. En este sentido, C. Tangana comentó en este periódico que «siguen dando un sello de calidad a lo que haces».

Los medios los veo como una puerta a la audiencia exterior. Te permiten ampliar el círculo de público. Yo el otro día fui al programa de tele «Zapeando», y después al ojear los comentarios en las redes vi que había mucha gente que decía: «¿Y este tío quién es?». Los medios tradicionales te pueden permitir llegar a un tío de cincuenta años que no tenía ni idea de que existes.

¿Y cree que a ese tipo de público le gustará su propuesta?

La cuestión está en saber qué ofrecer a según qué perfil de público. Además, yo hago diferentes tipos de productos, desde música a una serie, pasando por una marca de CBD o de ropa. Los medios hechos y derechos te dan credibilidad, y te sirven para poder entrar en ese juego. Hasta ahora, yo sólo he ganado un Disco de Oro, y soy grande. No he vendido más porque el resto de mis canciones estaban censuradas. ¿Tengo menos acreditación que C. Tangana, porque él tenga sus canciones en la radio? En realidad me da igual. Yo el año que viene quiero tener una casa más, y tres coches más, porque es lo real. Sí, quiero ser el más grande, pero mido el éxito por la calidad de vida que te permite conseguir. Si mañana no me aplaude nadie pero tengo tres casas, estoy «fresh». No me malinterpretes, me gusta la fama, y me gusta que la gente me quiera y valore lo que hago. Pero para hacerme famoso sólo voy a hacer lo que me guste.

¿Siente que la pandemia le ha robado el año de su ascenso meteórico?

No, porque estamos todos igual. Nos ha dejado en la casilla de salida. Yo lo he visto como una oportunidad. Me ha dado tiempo para pensar. Esto ha sido terrible para todos, pero no voy a ponerme a lloriquear por lo mío.

Hace poco participó en un festival en streaming con músicos y youtubers, el GGUP. Sus organizadores me dijeron que es un modelo destinado a imponerse, porque «los jóvenes consumen preferentemente streaming».

No creo, no es lo mismo. Cuando me ves volar por encima de cincuenta personas en un concierto, lo entiendes. Para un rollo acústico y tranquilote, quizá. Pero cuando en la música hay adrenalina… no hay color entre el streaming o el concierto presencial.

«El machismo está en las conversaciones reales de los bares»

La cancelación de aquel concierto por el contenido explícito de sus letras, allá por el verano de 2018, simbolizó el choque entre el viejo y el nuevo mundo musical. Pero eso ya está superado, ¿no cree? Además, nunca está de más recordar que las letras de alto contenido sexual ya empezaron con Little Richard y demás hace más de medio siglo...

Esa es la doble moral que me pone malo. Fue un asunto que se politizó de mala manera. Se mezcló el tema de la Manada de Pamplona, y claro… Fue por la canción «Drakukeo», que ahora es tendencia en TikTok y la baila todo el mundo.

¿Aquella polémica le puso nervioso?

Sí, porque trascendió lo musical y se dirigió contra mi persona. No le vi el sentido. Conmigo dieron un ejemplo público de que España estaba contra el machismo, en plan chivo expiatorio. Y el problema es que la mitad del país sigue siendo machista que flipas. Por eso el problema del machismo sigue siendo brutal, porque hay muchos machistas. Lo que hicieron conmigo fue una jugada hipócrita para decirle al mundo que no, que aquí no hay machistas. Sólo es machista Kidd Keo. No me jodas… vete a un bar y ponte a escuchar las conversaciones reales. Ahí sí que encontrarás a los machistas de mierda. A mí no me encontrarán haciendo nada machista en mi vida real.

¿Las polémicas han hecho que alguna vez se plantee autocensurarse?

Sí. Hubo una época en la que me condicionaron mucho. Pensaba que si escribía esto o aquello iban a decir que era un monstruo. Estuve dos años muy rallado con eso. Pero poco a poco se me ha ido yendo esa paranoia.

No conoció a su padre, y después supo que estaba en la cárcel. Y con su madre hubo una época que vivían de okupas. ¿Cómo cree que ha afectado eso a tu música?

A mi madre es que le iba ese rollo, era hippie-punk pero de las auténticas. Conoció a una chica que estaba embarazada, y le dejó la casa para que pudiera dar a luz. Esa chica le dio otro sitio en Granada a mi madre, y luego estuvimos por ahí de excursiones durante los noventa. Yo recuerdo dormir en un parque o en la playa después de un concierto. Eran cosas que ya no se pueden hacer, y seguro que han influido en cómo hago música, claro.

¿De dónde viene su nombre real, Padua Keoma?

Padua es italoamericano, y Keoma es indio americano. Pero mis apellidos, Salas Sánchez, son muy españoles (risas).

¿Qué tiene preparado para este 2021?

Se viene muy buena música. Tanto dura como blanda, tanto personal como carente de sentimientos… me apetece entonar, y estoy haciendo una saga de Bando Boyz, que va a ser muy dura. También me interesa el mundo de la automoción. Me gustan mucho los coches, es una de mis pasiones ocultas, y estoy haciendo mis cositas para aparecer en un Top Gear.

¿Y música para videojuegos?

Tengo varios temas que van a salir en videojuegos este año, y también en series y lo mejor de todo, en una película que me encanta, relacionada con el mundo de los coches.

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