Javier Krahe, el juglar burlón que logró ser machista y feminista a la vez con una canción

Una nueva biografía del alma máter de La Mandrágora, escrita por Federico de Haro, llega a las librerías

Javier Krahe, durante una entrevista con ABC en 2006 Chema Barroso
Javier Villuendas

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La Mandrágora , el recordado local madrileño fundado por el pintor Enrique Cavestany en 1978, se llamó así por una novela gótica del alemán Hanns Heinz Ewers . Del logo al mitos, su rótulo era su protagonista, Alraune (Mandrágora, en español), una mujer nacida por inseminación artificial de una prostituta con semen de un ejecutado. Sito en el 42 de la Cava Baja , en el barrio de La Latina , aquella cueva de ladrillo se hizo un nombre como refugio subterráneo de La Movida para un grupúsculo de artistas e intelectuales ( Forges, Peridis, Aute, Morente ...) pero, sobre todo, se hizo eterno por las actuaciones del trío calavera formado por Joaquín Sabina , Alberto Pérez y Javier Krahe .

Este último, de hecho, prácticamente dio allí sus primeros y dubitativos pasos sobre las tablas. «Le costaba pasar de un acorde a otro y lo mismo le daba uno de sus frecuentes ataques de hipo que se le agarrotaba la mano y tenía que dejar la guitarra», relata Federico de Haro , autor de « Javier Krahe: ni feo, ni católico, ni sentimental » (ed. Rerservoir Books), una biografía del cantautor burlón recién publicada. Por estos míticos conciertos y otros eventos con Almodóvar , Jaime Chavarri , Camilo José Cela o Rosa Montero , entre tantos, el local fue uno de esos «lugares adonde ir» en la noche madrileña. Y allí que fueron las discográficas buscando sangre fresca... «El éxito de La Mandrágora se debió, sobre todo, a que se cantaban las canciones de Javier. La gente iba a verlo a él. Nosotros le rodeábamos porque entonces tenía unos recursos guitarreros menos que mínimos pero La Mandrágora era Javier Krahe», apunta Sabina.

Así, en 1980, el de Úbeda, avergonzado con 'Inventario', su primer álbum, recogió raudo el guante discográfico y lanzó ' Malas compañías ', donde ya estaban ' Calle Melancolía ' y ' Pongamos que hablo de Madrid '. Ese mismo año Krahe publicaría su debut, ' Valle de Lágrimas ', con la imprescindible ayuda musical de Alberto Pérez y Fernando Anguita , y en el que encontramos la canción que da el titula a esta historia: « ¿Dónde se habrá metido esta mujer? », que algunos oyentes tacharon de machista y otros la encuadraron en el feminismo en curiosa paradoja, y en un filón de viralidad y ruido loco de internet perdido si hubiera ocurrido ahora. Pero ojo, el autor de la biografía ya avisa: no era ni una cosa ni la otra. Veamos.

Krahe comenzó a actuar a los 35 ABC

La letra narra en primera persona el cabreo de un tipo tan despreciable como zoquete que está enfurruñado con su mujer porque es tarde y no está en casa para hacerle un huevo frito ya que él no sabe «cómo diablos se fríe», su camisa está arrugada y hay que plancharla, etc. Después descubre que le falta una maleta («la de piel, para colmo la de piel») sin caer en la cuenta de que le han abandonado. Es más, se pregunta: «¿Para qué la querrá (la maleta) la imbécil esta?». «Al escribirla en primera persona, consiguió dos cosas: que la crítica fuera más estilizada (quizá también más efetiva) y que los que tenían el sentido de la ironía atrofiado le acusaran de machista », explica De Haro. Y añade: «¿Hay forma más elegante de llamar imbécil al retratado que a través de ese mismo insulto proferido por este hacia su mujer?».

El joven biógrafo cuenta que se acercaron más los que dijeron que era lírica feminista, pero tampoco totalmente. Y se apoya en las propias palabras de Krahe: « Es una canción contra la imbecilidad , y de hecho retrato a un hombre que es un cretino pero eso no quiere decir que yo sea feminista. No me muevo a favor de la mujer, me muevo en contra de la imbecilidad», según le dijo a su sobrina, Susana López Urbano , para un trabajo de la Universidad. Así, añade De Haro, no es solo que al componerla «estuviera lejos de defender una postura feminista sino que ni siquiera es una crítica directa al machismo (lo es, en todo caso, en la medida en que forma parte de la imbecilidad, mucho más amplia)».

El pupilo de Brassens

Nacido en una familia pudiente en el barrio Salamanca y alumno del mediático cole Nuestra Señora del Pilar , el pequeño Javier prefería practicar la charleta al deporte en el recreo, siendo hábil con la rima desde una edad mínima (escribía canciones históricas sobre San Hermenegildo o el Titánic ). Su padre, un ingeniero industrial que llegó a director técnico de Butano, marcó a la numerosa progenie por espíritu tiránico y capacidad para sembrar el desconcierto. Cuando sus hijos le preguntaban porque tenían que obecederle, este respondía: « Por la macatrave del laberinto, la cuestión de la piedra del imán y la inmortalidad del cangrejo ». Debido al carácter de don Enrique , sus hijos «desarrollaron un desmesurado comedimiento en la expresión de las emociones y una manifiesta templanza en el trato», expone la biografía, que señala que esta autoridad paterna provocó que los retoños tendieran hacia el cuestionamiento de toda jerarquía, que junto con unas gotas de «humor afilado y ácido completaban la idiosincrasia de los Krahe».

También fue extraordinariamente comedido como trabajador. A los 22 años, Krahe entró en una agencia de publicidad, donde cumplía con solvencia sus obligaciones pero sin grandes despliegues. «Trabajo lo menos que pudo, pero más de lo que le gustaría», escribe De Haro. Esta calma a la hora de afrontar las labores profesionales la continuó con coherencia como cantante, pues se negaba a actuar durante el verano, gustándolos de transcurrir en Zahara de los Atunes antes de que se convirtiera en un «comedor interminable» de terrazas. Hablando de estancias en lugares diferentes a su Madrid, apuntar que fue fundamental el periodo canadiense con la mujer de su vida, Annick , en donde descubrió a George Brassens , el cantautor que se convertiría su maestro y con el que compartía ese «tono satírico, la temática sexual, la ironía, el ingenio y el rigor compositivo».

Otro hecho relevante en su LinkedIn fue su tardanza en hacerse artista. A pesar de que su hermano Jorge junto a Rosa León ya habían utilizado algunas de sus letras, el poeta de «Marieta» no actuó sobre las tablas hasta el año 79, sin apenas saber entonces manejar la guitarra. Sería en la sala La Aurora, junto (o gracias a) Chicho Sánchez Ferlosio y Teresa Cano . Tenía ya 35 años, llevaba diez casado, era padre y trabajaba todavía en la agencia de publicidad. Es en ese curso vital cuando su vida tuerce hacia un destino cantautoral siempre desdeñoso, eso sí, de aquellos cantautores solemnes y políticos que se olvidan de entrenener. En esto coincidía con el poeta Fernando Quiñones , que un día le llevó a ver cantar a un joven recién vuelto del autoexilio londinense. Se llamaba Joaquín Sabina. Y sería el comienzo de un gran amistad... y de un rumoreado grado de pelusa del mentor al discípulo.

¿Envidió Krahe a Sabina?

«Para Joaquín, conocer a Javier Krahe, fue un deslumbramiento absoluto», cuenta De Haro, que añade que el autor de « 19 días y 500 noches» estaba en aquella primavera de 1979 buscándose la vida por la capital cuando se topó con Krahe, que se convirtió en su referente. «A su lado, Sabina crece como letrista, pule su sentido del humor, aprende», aunque, a veces, también le reprochó a este su excesivo apego a la métrica. Por su parte, Krahe le consideraba «su mejor interlocutor. Valoraba además su dominio del escenario, su variedad de registros y, con el tiempo, también sus canciones». Sabina insiste en el libro en que esa admiración fue tardía y nunca fue de igual a igual: «Para mí Krahe era un maestro».

Javier Krahe, Joaquín Sabina y Jaume Sisa ABC

La trayectoria de ambos, tras el éxito incipiente de aquellos años en La Mandrágora, tomo senderos diferentes. En el año 86, Krahe funcionaba en el circuito de pequeñas salas, y Sabina ya dio el salto a los grandes recintos, haciendo incluso un especial televisado con amigos, en donde estaba Guruchaga, Aute o el propio Krahe. Nuestro protagonista, al que el escritor Julio Llamazares define como juglar anarquista, interpretó su ' Cuervo ingenuo ', una canción en el que criticaba el bandazo del PSOE respecto a la OTAN con aquella inolvidable frase contra Felipe González , «Hombre blanco hablar con lengua de serpiente», que le valió años de vetos en su contratación por parte de ayuntamientos socialistas. Además, claro, de ser considera la primera canción vetada por RTVE en democracia, porque justo antes de comenzar y durante la misma, dicho canal dio paso a la publicidad, de tal forma que no pudo escucharse.

Años después, con Sabina ya en la cima, se rumoreó que Krahe le envidiaba. En el libro, Joaquín cuenta que una vez acabada la época gloriosa de La Mandrágora, quizá Javier pensara que iba a tener un éxito estilo Brassens, pero no observó ningúna envidia hacia él. «¿Envidia? Para nada, entre otras cosas por su propia vanidad. Él siempre creyó que era el tipo más guapo y más listo del mundo y, además, lo era», dice. Aunque aún hay tiempo para una pulla final. Siendo ya Sabina un icono, al término de un concierto suyo fue a buscar a Krahe, que le lanzó este malicioso cumplido que el jienense nunca olvidará. «Me ha encantado. He estado pensando todo el rato: muy Salieri ».

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