Críticas de discos de la semana: Amaia, Rubén Pozo, Reinhold Weber, Guitarricadelafuente, Kendrick Lamar y Becky G

Nuestros especialistas musicales hacen un repaso de las novedades discográficas más interesantes de las últimas semanas

Varios Autores

Rubén Pozo - 'Vampiro'

(Sony Music)

Por Fernando Rojo .

El anterior disco de Rubén Pozo hace dos años lo publicó a medias con Lichis, quien volverá a girar con La Cabra Mecánica porque tiene una banda a la que regresar, una situación muy distinta a la de Pozo, que dejó Pereza, o Pereza le dejó a él, hace ya más de diez años. Con el enorme peso de haber pertenecido a uno de los grupos más aplaudidos del pop español de este siglo -y con el añadido del instantáneo y arrollador éxito de Leiva- se ha tenido que abrir paso Rubén Pozo en la incertidumbre de no saber en algunos momentos si hay sitio para un artista como él en la escena española . 'Vampiro', su cuarto disco en solitario, demuestra que sí lo hay, que no sobran artistas capaces de hacer grandes las pequeñas melodías, de estremecer con canciones casi desnudas, de trasnsmitir mensajes elevados sin letras esdrújulas.

Acierta Rubén Pozo al no pretender reinventarse en alguien que no es y que nunca será . El arranque del disco es sobresaliente, con la intimista 'Gente', a la que le siguen la luminosa 'Me pareces increíble' y ese himno titulado 'Mañana es lunes' en el que reconoce su desnudez: 'No tengo nada en los bolsillos, solo un puente, un estribillo'. Hasta ahí, todo fluye de manera natural. Pero funciona mucho peor 'Abel y Caín', la colaboración con Miguel Ríos. Muy manidas las referencias bíblicas y unas críticas de brocha gorda a la sociedad posmoderna. Tres minutos y doce segundos después, Pozo regresa a los terrenos donde mejor se mueve. Deliciosa 'Tras la tormenta', con unos preciosos solos de guitarra, y desgarradora letra la de 'Ya no eres mi problema'. Muy popera 'Siempre saludaba', bluesera 'Escorzo' y aterciopelada 'Haciendo lo mío'. Todas ellas, con un aprobado alto. Y nos reserva la mejor para el final. 'Vampiro', que da título al disco, es Rubén Pozo en modo inspirado.

Seguramente, no llenará estadios ni tendrá millones de escuchas en Spotify, pero hoy ha vuelto a sonar en el reproductor del coche, y a la tercera escucha hasta empieza a digerirse el dueto con Miguel Ríos . Buena señal.

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Becky G - 'Esquemas'

(Kemosabe Records/RCA Records)

Por Noelia Camacho .

El último disco de la cantante estadounidense Becky G, que lleva por nombre 'Esquemas', bien podría haber estado llamado precisamente a romper eso, 'esquemas'. Pero no presenta nada que no se haya escuchado ya . Sobre todo, gracias a los primeros temas del álbum, que invitan a bailar como viene siendo habitual con la música que lleva la firma de la cantante de conocidos 'hits' como 'Mayores' o 'Sin pijama'. Pero eso no es impedimento para detenerse en cada uno de los 14 temas que componen este nuevo disco pese a que la intérprete ya había ido desvelando algunos de ellos. Lo cierto es que el álbum incluye temas conocidos como 'Fulanito' (en colaboración con El Alfa): 'Ram pam pam', su dueto con Natti Natasha; y el más reciente, 'Mamiii', la unión de Becky G. con otra estrella de la música urbana, Karol G, y que las ha encumbrado en los primeros puestos de las listas de éxitos en los últimos meses. Son temas que llevan sonando tanto tiempo que restan el factor sorpresa de un disco que sigue la línea de su anterior trabajo, 'Mala santa', publicado en el año 2019.

Canciones como 'Buen día', 'Tajin' o 'Flashback' dan inicio a 'Esquemas'. Nada nuevo bajo el sol . Ritmos pegadizos y letras que van en la línea de lo que ya conocemos de Becky G. Aunque es verdad que otras canciones como 'Dolores' o 'Kill Bill' merecen volver a escucharlas. Otras como 'Bailé con mi ex' o 'Que le muerda' mantienen el espíritu de una Becky G que, parece, ha querido hacer su disco más personal . No en vano, también parece que la artista ha controlado cada uno de los temas.

La intérprete, que ha tenido una carrera ascendente en los últimos años, tampoco deja de lado sus letras llamativas, como ya hizo en 'Mayores', con afirmaciones como "Y ahora/ Siempre pienso en ti cuando me mojo", que se puede escuchar en la canción 'Flashback'.

'Esquemas' se deja bailar y permite descubrir a una artista que va creciendo con el paso de los años . Los fans de la cantante están de enhorabuena. Becky G. sigue siendo Becky G. en un disco que mezcla reggaeton con sonidos más tropicales y algunas pinceladas de pop.

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Kendrick Lamar - Mr. Morale & The Big Steppers

(Aftermath-Interscope-Universal)

Por David Morán .

A Kendrick Lamar lo dejamos en 2017 fabricándose un adosado en el Olimpo del hip hop y planificando cómo reutilizar todo el terreno que había desaprovechado Kanye West y, cinco años después, ahí lo tenemos de nuevo, con el chalecito convertido en imponente castillo, murallas y aldea integrada, y entregado a la rutina de la obra maestra como manera de comunicarse con el mundo. El rapero californiano venía de coronar imponentes ochomiles como ‘To Pimp A Butterfly’ y ‘ Damm’, pero A saber. Sólo él parece verla, no digamos ya alcanzarla, mientras juega a reconectar los circuitos de las músicas negras y el pop urbano para establecer nuevos diálogos entre hip hop, soul y jazz.

En sólo cuatro días, el quinto disco de Lamar ya se ha convertido en un clásico absoluto . No se veía tanta unanimidad ni tanto adjetivo grandilocuente en la prensa anglosajona desde el ‘Motomami’ de Rosalía, álbum al que ‘Mr. Morale & The Big Steppers’ acaba de adelantar por la derecha para convertirse en el trabajo mejor valorado en el portal Metacritic. ¿El veredicto? Un 100 sobre 100. La misma nota que ‘What’s Going On’ de Marvin Gaye y un punto más que el ‘Sign o' the Times’ de Prince, dos de los discos en los que se refleja esta exuberante catedral de rap expansivo salpicada de traumas infantiles y apabullantes mutaciones estilísticas. Sobra decir que cualquier elogio queda pequeño ante un disco que sabe ser (y sonar) arrollador, elegante, furioso, dramático, adhesivo y terepeútico.

Un ajuste de cuentas con sus propios demonios, con la fama y con las convenciones familiares, sexuales y religiosas que Lamar oficia abriéndose en canal, absorbiendo toda la tradición que le precede y rehaciéndola a placer en un disco de ambición desbordante. 18 canciones y más de setenta minutos de los que se aprovechan hasta los silencios. Disco doble, de doble o nada, que avanza entre irresistibles ganchos melódicos (‘Die Hard’, ‘Mirror’), dentelladas de rap frenético vestido con lo mínimo (‘Worldwide Steppers’, ‘Auntie Diaries’), picotazos digitales (‘N95’, ‘Mr. Morale’), clasicismo de etiqueta (‘Father Time’, junto a Sampha) y sobrecogedoras peleas a dos voces con Taylour Page (‘We Cry Together’). Otra voz, la de la espectral Beth Gibbons (Portishead) se cuela en la escalofriante ‘Mother I Sober’, crudísimo relato de una agresión sexual que sufrió su madre y uno de los muchos clímax de un trabajo con el que Lamar, retratado en la portada como una suerte de Mesías 2.0, genera una incontestable casacada de versos para ahondar en temas peliagudos como la homofobia, el abuso infantil o la cultura de la cancelación. Una genialidad. Otra más .

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Amaia - 'Cuando No Sé Quién Soy'

Universal Music

Por María Alcaraz.

Dicen que Amaia (Amaia Romero, 1999) ha entrado en su 'era Taylor Swift' porque en su segundo álbum, 'Cuando No Sé Quién Soy' (Universal Music), la pamplonica ha arramblado con todo (y con todos). Lo que pasa con Amaia, superestrella precoz gracias a la exitosísima edición de Operación Triunfo de 2017, que hizo que con solo 18 años robara corazones, recibiera el apodo de 'Amaia de España' y muy a su pesar tuviera que pisar el escenario de Eurovisión, es lo que pasa con Swift: que son tías muy listas. Así, Amaia, que tiene una de las voces más bellas que se han escuchado en este país, se ha rodeado para este segundo elepé de gente igual de astuta y talentosa que ella.

En su primer disco, el esperadísimo 'Pero No Pasa Nada' (Universal Music, 2019), consiguió, con la producción de Santiago Motorizado, un sonido dulce y acústico que funciona francamente bien. Aunque hubo quienes acusaron los temas de simples (¿Qué esperaban de una chiquita de 19 años?), el tiempo ha demostrado que la muestra es más que sólida. Ahora, tres años después de cantarle al amor más inocente, llega con un 'disco de rupturas' producido junto a Alizzz (¿es lista o qué?) . La cosa, que Amaia esta vez entona el desamor, pero no desde esa visión de «¡Oh!, socorro, me duele el corazón, me quiero morir», sino más bien de manera más parecida a mirar a los ojos al susodicho y cantarle: «Ahí te quedas, chato».

La autoconsciencia con la que cuenta Amaia es abrumadora. En la canción que abre el disco, 'Bienvenidos al show', habla sobre esa imposición de gustar a todos sin dejar de ser auténtica. Y es que ya lo dice desde el título del álbum, hay veces que «no sabe quién es» porque una, con 23 años, por lo general no sabe quién es. La mano de Alizzz se nota a lo largo del elepé. Aunque sonoramente toca varios palos, hay elementos que hacen de la muestra un todo. Por ejemplo, si el 'Motomami' de Rosalía utiliza los tambores emulando disparos para dar cohesión a unas canciones y otras, en este caso son chillidos de desesperación los que se escuchan en más de una ocasión. Aunque explora los sintetizadores y los sonidos más electrónicos, la artista no renuncia a lo acústico en canciones como 'La Persona' o 'Yamaguchi'. Establece un nuevo sonido que se desliga de lo anterior y demuestra que Amaia sigue explorando y probando qué cosas le van funcionando. 'Yo Invito' o la colaboración que se marca con su excompañera de OT, Aitana, 'La canción que no quiero cantarte', son hitazos. Hay otras que, aunque funcionan, como 'Dilo sin hablar', no terminan de aterrizar del todo.

Sobre las letras, de nuevo Amaia reúne a lo largo del álbum a gente de lo más variopinta. Así, coescribe la colaboración con Aitana con ¡C Tangana!, ‘Bienvenidos al Show’ con Rigoberta Bandini o ‘La Persona’ con Marcelo Criminal. Aunque es verdad que en alguna canción la narrativa se queda un poco a medias, a lo largo de los temas vislumbra brillantez con algunas frases: «Puedo sonreírte / Y vas a estar pensando / En todos mis dientes / Durante 80 años», en 'La Vida Imposible'; «No te acostumbres / A que te haga canciones», en 'Pesimista'; o «¿Sabe tu madre que llorarás todos los días de tu vida?», en 'La Persona'.

El cierre del disco, con la versión de 'Santos que yo te pinté', de Los Planetas, y 'Yamaguchi' es una delicia. La primera es una versión preciosista de la canción que entre los arreglos de Alizzz y la voz de Amaia es imperdible. La segunda es una jota en la que la cantante homenajea a su ciudad y a sus primeros amores y en la que, con esa voz, a uno se le ponen los pelos de punta.

En definitiva, Amaia aprueba ese decisorio segundo álbum de un artista con holgura, dejando algunas canciones más memorables que otras y demostrando, de nuevo, que tiene tanto talento que le rebosa por los lados. Amaia seguirá buscándose a sí misma y nosotros seguiremos escuchándola con tremenda atención .

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Reinhold Weber - ‘Complete Electronic & Phonetic Works 1968-74’

(Sub Rosa)

Por Jesús Lillo .

Formado en el conservatorio de Düsseldorf y, con los años, profesor del de Karlsruhe, ciudad en cuya Universidad se interesó po r la experimentación musical, Weber fue uno de tantos alemanes que practicó el dodecafonismo , que es lo que se llevaba en sus tiempos entre la gente instruida. Lo que el sello Sub Rosa vierte en esta antología son los trabajos, meros apuntes, cargados de ambición, que el artista alemán realizó con los sintetizadores que encontró en los talleres universitarios que frecuentaba.

A diferencia de las sintonías electrónicas que salieron del BBC Radiophonic Workshop, más figurativos, creados para el oído de un público generalista, o del aquel homenaje que el malogrado Jóhann Jóhannsson tributó a su padre, pionero islandés de la informática, nivel usuario, en su exquisito ‘IBM 1401 A User's Manual’, la colección editada por la compañía belga abunda en el ruido y en la fractura de cualquier línea melódica, asequible para Weber, pero despreciada de manera premeditada por un compositor que, quizá convencido de que el medio es el mensaje, se empeñó en ensayar un nuevo lenguaje musical, o antimusical, a partir de las herramientas que le proporcionó el Estudio de Música Electrónica de la Universidad de Karlsruhe.

La distorsión de la voz -de ahí los ‘phonetic works’ que anuncia el título de este curioso álbum- fue una de las obsesiones de Weber, cuyos experimentos vocales pueden rastrearse a través de su eco y sin demasiada dificultad en la electrónica alemana que unos años después conquistó el mercado. No es necesario dar nombres. Se dice el pecado, no el sintetizador . De la voz humana e inhumana al teclado de sus rudimentarios aparatos, los ruidos que Weber saca de sus máquinas tienen hoy nombre e incluso apellidos, dada la sofisticación y la amplitud de la nomenclatura del pop electrónico. Tampoco es necesario dar nombres. Entre tanta cacharrería, el músico alemán trasciende la mera colección de hallazgos musicales -más próximo, por su abstracción, al arte sonoro que a la composición académica- y se atreve a elaborar piezas de largo metraje. Es ahí donde merece la pena detenerse. No es el ‘Requiem’ de Mozart, ni mucho menos, pero la ‘Missa Fonetica for an Electronically Transformed Voice’ tiene su aquel, o lo tuvo cuando fue creada, hace ya cincuenta años, en un laboratorio del que logró escapar su eco.

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Guitarricadelafuente - 'La cantera'

(De Esta Edición / Sony Music)

Por Javier Villuendas.

En su veta etérea, cercana a Sufjan Stevens, Los Planetas jondos o Spiritualized, Guitarricadelafuente saca lo más interesante de un disco, ‘La cantera’, de moroso folclore clásico imaginado por un chaval de 24 años, precoz y viejuno, Álvaro Lafuente Calvo, que ceba la cosa de terminología añeja en sus bizarras escenas pastoriles. «Tú no tiene' mantón, tú no tiene' Manila. Quieres se'emperatriz de las Filipina'. Yo no tengo un real, no tengo concha fina. Debajo del tendal nos haremos cosita».

Insistimos en que su característica voz rasgada filtra más especial entre la bruma espacial, en un álbum de estupenda producción, pero tiene en su virtud de ser amable su reverso de flojera, para octogenarias aterradas, y discurre también algo denso lindando peligrosamente con el tedio, sin pasarse pues tiene contrastes animados entre sus bonitas coplas, rumbas y jotas. Y un ojo experimentador que anticipa metaversos curiosos, aquí ya los hay, si uno puede conciliar tanto lorquianismo de jazmines, ajuares, rebozos, cantineros, parranderas o cagajones.

En ‘La Algarabía’ el autor nacido en 1997 canta dramático «me moriré cantando» para cerrar con un coro épico: «Por la jara del viejo balcón. Una copla sonó. Los cantares de mi corazón. No son caro' y son bueno'». Esa canción tiene lo mejor y lo peor de Guitarrica, su afectación pero también un atmosferismo hermoso. Es en la segunda, ‘Amanita’, y en otros momentos, donde más inspiradamente asoma el artesano cósmico de rebajado lirismo medieval y depuración formal al que parece querer encaminarse. Veremos si no se pasa de frenada (o de embridaje, como placerá parlar al maese folclorista).

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