Benjamin Clementine: «Nací solo y moriré solo»

El espigado y elegante pianista inglés que pasó de vivir y tocar en las calles de París a ganar el Mercury Prize y ser elogiado por Paul McCartney, presenta en España su segundo disco: «I Tell A Fly»

Clementine pasó de vivir y tocar en el metro a ganar el Mercury Prize en apenas un año ABC
Israel Viana

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«Nada es imposible. Tú también lo sabes, ¿verdad? Que nada es imposible», insiste Benjamin Clementine (Londres, 1988) antes de despedirse de ABC. El espigado y elegante pianista de origen guineano sabe bien de lo que habla, pues arrastra el peso de su leyenda desde que se dio a conocer, en 2013, con la publicación de su primer epé: « Cornerstone ». «La gente tiende a estar fascinada por mi vida personal en vez mi música —lamenta—. Y sé que esa historia está ahí, pero no es la razón por la que hago música ni por la que he llegado hasta aquí».

La vida a la que se refiere Clementine comenzó en Edmondo , un barrio del norte de la capital inglesa con una de las tasas de paro más altas de Gran Bretaña. Allí fue criado por su abuela, sin amigos, recluido en una biblioteca cercana leyendo a Kant , William Blake y John Locke , y encerrado en su habitación aprendiendo a tocar el piano con un barato teclado eléctrico. Las canciones de Erik Satie , con el que sería comparado años después, fueron su principal compañía hasta que, con 19 años, decidió marcharse a París. No conocía a nadie ni le importaba. Sin un domicilio fijo, pasó semanas durmiendo en la calle y tocando descalzo en el metro —igual que ahora, pero en los principales escenarios del mundo— para sacar dinero y permitirse pagar alguna noche en algún albergue. «Adaptándolas a mi propio estilo, hacía versiones como “ The Wind Cries Mary ”, de Jimi Hendrix; “ All Along The Watchtower ”, de Bob Dylan; “ No Woman, No Cry ”, de Bob Marley, o “ A Change Is Gonna Come ”, de Sam Cooke», recuerda el cantante sobre aquella época en la que también añadió a su repertorio influencias francesas como Edith Piaf, Jacques Brel o Léo Ferré.

En una de sus actuaciones callejeras, el reputado productor de música electrónica Matthieu Gazier vio algo especial en él y le contrató para una serie de conciertos en pequeños locales y hoteles de moda. En apenas un año, su vida cambió por completo: grabó el tema de «Cornerstone», actuó en el programa de Jools Holland en la BBC, fichó por Virgin, comenzó a llenar salas y lo enviaron de vuelta a Londres para que grabara un primer álbum, « At Least For Now », con el que ganó el premio más codiciado de la industria inglesa, el Mercury Prize. «La primera vez que me sorprendí fue cuando decidimos reservar el Teatro La Cigale, en diciembre de 2013, recién publicado el primer epé, y se vendieron todas las entradas. Unas 1.400 personas se presentaron para verme tocar a mí solo con el piano», cuenta el autor de éxitos como «Condolence», que no tardó en recibir los elogios de estrellas como Paul McCartney y las comparaciones con figuras como Nina Simone o Antony Hegarty . Una fama que no ha hecho más que crecer desde que, en octubre, publicó su segundo disco: « I Tell A Fly ».

¿Tuvo miedo en el teatro de La Cigale, en París?

No estaba asustado, no. Estaba sorprendido de que esa enorme cantidad de gente hubiera venido a verme. Recuerdo cuando terminé de tocar el último bis. El teatro estaba ya casi vacío, con todo el mundo saliendo, y yo volví al piano y empecé a tocar de nuevo. Y, de repente, todo el mundo se volvió corriendo y se situó enfrente del escenario. El teatro se volvió a llenar en 10 segundos… ¡Fue increíble!

¿Qué sintió en aquel momento?

Por un segundo, me trasladé a un sitio en el que me sentía como en un sueño.

Su vida habrá cambiado mucho desde entonces, de dormir y tocar en la calle a convertirse en músico profesional y hacer giras mundiales. Pero, ¿han sido tan fáciles estos últimos cinco años como los lectores se puedan pensar?

Mi vida a cambiado mucho, claro. Ahora puedo comprar comida y pagar mis facturas, que es lo más importante. Pero cuando más atención recibo y más profesional se vuelve, más duro es.

Ha dicho en alguna ocasión que, a pesar de actuar ahora para miles de personas, se ha sentido solo toda su vida...

Así es, y siento que la soledad se quedará ahí para toda la vida. Lo duro es aprender a manejarla. Yo lo he intentado estos 29 años y ahora he aprendido a ser feliz estando solo. He comprendido que nací solo y moriré solo, lo que no significa que sufra siendo una persona solitaria. No es ese tipo de soledad que sientes cuando una mujer te deja, sino que lo veo más bien como que tengo más tiempo para pensar y observar a la gente.

¿Ha cambiado la forma en que siente la música?

Sí. Antes la afrontaba como cuando estás enamorado, sin pensar en las consecuencias. Simplemente tocaba, sin pensar mucho en el dinero ni en la comodidad. Ahora, sin embargo, sí que me fijo algo en eso. Es algo curioso, porque hago música por puro amor y pasión, pero soy músico profesional y tengo que pagar las consecuencia. Ya no es como estar enamorado.

Ahora lo ve como un trabajo...

Siento que es un trabajo cuando no estoy sobre el escenario, porque tengo que esperar, hacer entrevistas y hablar durante 30 minutos. Y si voy a la televisión para tocar una sola canción, por ejemplo, tengo que llegar al plató a las 6 de la mañana para hacer la prueba de sonido y volver a esperar. Es más duro, pero esta vida es así.

O sea, que el cambio que más le ha costado es todo lo que tiene que ver con el negocio.

Exacto. Los artistas más grandes manejan muy bien el equilibrio entre la música y el negocio. Los negocios están bien, pero aún me quedan muchas cosas por aprender. Convertirte en un maestro de eso es un arte que lleva varios años, pero yo estoy mucho más metido en la música que en los negocios. Aún tengo que aprender cosas, porque yo en eso lo paso mal y es algo con lo que aún lucho. Tengo que darme cuenta de que esto es un negocio, más allá de hacer música.

¿Y cuál es la razón por la que hace música?

Es una de las maneras que tengo de encontrar la paz. Todos necesitamos música.

Con su primer disco, los medios ingleses y franceses hablaban de usted como «la gran revelación de la música». ¿No le preocupó la fama?

No, no me importa. He llegado a la conclusión de que la fama no significa nada, no creo en ella. Además, yo no puedo hacerme a mí mismo famoso ni lo pedí. Yo voy a seguir haciendo música y tú me harás famoso (risas). Pero yo no pienso mucho en esto, aunque me resulte bonito escuchar que a la gente le gusta lo que hago y me conozca por ello.

¿No soñaba con ser músico profesional cuando tenía 15 o 16 años?

No, nunca. Me gustaba la poesía. Cuando tenía 13 o 14 me iba la biblioteca a leer libros que no entendía. Leía porque no quería ir a la escuela. Empecé a tocar música, pero sin pensar en las consecuencias. En incluso empecé a estudiar derecho con 18 años porque mis padres querían. Supongo que acabé haciendo música por casualidad.

¿Ahora ya no le preocupa el futuro?

No, solo veo cosas buenas. Incluso las cosas malas pienso que son buenas, y que cuando vengan, me ayudaran a convertirme en mejor persona. Y si mi segundo álbum no funciona, cosa que no creo [risas], continuaré trabajando duro para componer y que otros hablen sobre mi música.

¿Le gustaría morir siendo músico?

No sé, quiero hacer música que se escuche siempre, hasta que el ser humano siga en este mundo. Es solo una esperanza, un objetivo muy ambicioso. Y será muy duro... Pero no hay nada imposible. Tú también lo sabes, ¿verdad? Que nada es imposible.

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