Arcade Fire, anoche durante su actuación en Barcelona
Arcade Fire, anoche durante su actuación en Barcelona - BBK BILBAO

Arcade Fire o cuando el tamaño sí que importa

La banda canadiense, que mañana actúa en el BBK de Bilbao, exprimió todos sus himnos en un arrollador concierto en la sala Razzmatazz de Barcelona

BARCELONA Actualizado: Guardar
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Acostumbrados como estábamos a ver a Arcade Fire convertidos en poco más un punto en el horizonte, algo así como un puñado de músicos miniaturizados enfundados en ropajes extravagantes y convertidos en carne de grandes descampados y pantallas de vídeo tamaño jumbo, lo del martes en Razzmatazz fue un «shock» de los que tardan en olvidarse.

A cubierto en una sala de aforo medio, esa ocurrencia cada vez más rara de ver en esto del rock, los canadienses llegaron para ofrecer una suerte de ensayo general de lo que será su gira de verano por grandes festivales -próxima parada, mañana en el BBK Live de Bilbao- y acabaron firmando un arrollador repaso a una discografía repleta de himnos expansivos y generosa en clímax bruñidos entre la épica y la euforia.

Canciones pensadas y diseñadas para conquistar estadios pero que, paradójicamente, sonaron aún más intensas y poderosas cazadas al vuelo por las 2.500 voces se sumaron a la fiesta con los coros expansivos de «Ready To Start» y ya no perdieron fuelle hasta que, dos horas más tarde, la banda se esfumó tras una impetuosa y electrizante «Wake Up».

Tan cerca estaba el público de la banda (y viceversa) que hasta se pudo ver al cantante Win Butler birlándole el teléfono móvil a un espectador que le estaba grabando para, acto seguido, lanzarlo unos cuatros metros más allá; o a un hiperexcitado Diol Edmond, percusionista y multiinstrumentista para todo, brincando a un lateral el escenario y quitándole un zapato a uno de los espectadores del piso superior.

Sin disco nuevo que presentar -«Reflektor», el último, suma ya tres años, y al próximo no se le espera hasta el año que viene-, la banda de Montreal exprimió lo mejor de sus cuatro trabajos y salió a por todas encadenado «The Suburbs», «The Suburbs (Continued)», «Sprawl II (Mountains Beyond Mountains)»,«Reflektor» y «Afterlife», todas del tirón y todas reforzando esa idea de Arcade Fire como grupo mutante que consigue dar sentido a retales sueltos de Talking Heads, David Bowie o U2.

El sonido fue, como siempre en el local, fofo y apagado -había que esforzarse mucho para oír los vientos y los violines-, pero hasta donde no llegaba la mesa de mezclas llegaban la banda, una docena de músicos que cambiaban constantemente de posición y de instrumento para reforzar el espíritu ceremonial y huracanado de piezas como «No Cars Go», «Intervention» o «Keep The Car Running» y echar el resto con ese cierre de infarto en el que encadenaron «Neighborhood #1 (Tunnels)»,«Neighborhood #3 (Power Out)» y «Rebellion (Lies)».

Al final, una despendolada «Here Comes the Night Time» con confeti y desfile de cabezudos sobre el escenario funcionó a modo de rotunda y exultante traca final y dejó al público con la sensación de haber asistido a un concierto que difícilmente volverá a repetirse. Será que, después de todo, el tamaño sí que importa.

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