40 años de «The Blues Brothers»: las anécdotas más salvajes del musical más loco de la historia

La película se estrenó por todo lo alto el 16 de junio de 1980 y se convirtió en un clásico instantáneo, gracias a la aparición de grandes estrellas de la música y a un dúo protagonista inolvidable

Dan Aykroyd y John Belushi ABC

Nacho Serrano

Ni siquiera hace falta haber visto «The Blues Brothers» (incomprensiblemente traducida a «Granujas a todo ritmo» en España) para saber perfectamente quiénes son esos dos tipos trajeados con gafas de sol y sombrero. Porque más que una película, fue una gran fiesta de la música con cámaras delante que, contra todo pronóstico, se convirtió en un clásico absoluto de la comedia que pasó a formar parte de la cultura popular, a pesar de las malas críticas iniciales y de que muchos cines la boicotearon con la excusa de que no interesaría en absoluto al público blanco.

Dan Aykroyd y John Belushi habían creado el dúo cómico cuatro antes, en 1976, para un sketch del programa de televisión Saturday Night Live, y el experimento salió tan bien que decidieron montar un grupo de verdad. Fue tal su éxito sobre los escenarios que decidieron ir un paso más allá y llevar a los hermanos del blues a la gran pantalla, acompañados por la flor y nata de la música negra. Cab Calloway, Aretha Franklin, Ray Charles, James Brown, Chaka Khan y John Lee Hooker participaron en esta legendaria comedia musical protagonizada por dos músicos, Jake y Elwood , que se enfrentan a unos malvados nazis de Illinois en su intento de cumplir una «misión divina» : reunir a su vieja banda para recaudar dinero para el orfanato católico en el que se criaron.

La película tenía que ser rodada mayormente en Chicago, la gran ciudad del blues eléctrico, y para asegurarse los permisos de rodaje, Belushi donó 200.000 dólares a los orfanatos de la ciudad como gesto de buena voluntad . Sabía que sus planes implicaban convertir la ciudad en un pequeña zona de guerra, y quiso ponérselo difícil al alcalde para decir que no.

El presupuesto inicial del filme, de unos diecisiete millones de dólares, se disparó hasta casi treinta. Y no siempre por necesidades técnicas o cinematográficas: el director Jon Landis se vio obligado a dedicar una partida semanal a la compra de cocaína para los actores , especialmente para John Belushi, uno de los mayores juerguistas que haya dado el mundo del espectáculo. Hubo un momento en el que la película peligraba, así que intentaron que frenase sus impulsos adictivos y le cortaron el suministro. Pero los fans de Belushi se colaban en el set para regalarle papelinas, así que Landis contrató a un guardaespaldas que se encargó de evitar cualquier contacto externo. Aun así, Belushi siguió armando la marimorena día sí día también. Desaparecía cada dos por tres para volver a aparecer completamente borracho en lugares insospechados. Una mañana estrelló su coche contra una casa que estaba cerca del estudio , y cuando el rodaje ya estaba terminando estuvo a punto de cargarse la escena final. Mientras caminaba hacia el estudio, se encontró a un chaval montando en skate, y se le ocurrió que quizá se le podría dar bien. Le pidió la tabla al chico, se pegó un morrazo espantoso que le provocó varias heridas, y tuvieron que inyectarle un fortísimo chute de analgésicos para poder rodar. Quién sabe, quizá ese era su plan inicial... El caso es que se le permitía todo: en ese momento era tan popular y tan querido por el público que incluso podía permitirse el lujo de detener coches de policía al grito de «¡taxi!» para que le llevaran al rodaje. Y lo más increíble es que funcionaba.

Otro de los gastos más importantes del rodaje fueron las escenas de persecuciones, en las que llegaron a estrellar un total de 103 coches, casi todos ellos de policía . En una escena en la que también aparecen tanques y camiones del ejército se gastaron la friolera de tres millones y medio de dólares, y también se dejaron una pasta en la secuencia en la que acaban con el vehículo del líder nazi, que fue lanzado desde un helicóptero a casi 400 metros de altura. Cuenta la leyenda que cuando se hizo la irregular secuela «Blues Brothers 2000», destrozaron 104 sólo para superar la marca.

Durante el rodaje, Dan Aykroyd y Carrie Fisher tuvieron un romance que acabó en pedida de mano entre toma y toma . Dicen que ella se atragantó con una col de bruselas, y que él le tuvo que hacer la maniobra de Heimlich para ayudarla a expulsarla. Cuando Fisher le dio las gracias, aún en shock y tumbada en el suelo, él se declaró y estuvieron prometidos unos meses, hasta que la relación se torció.

Además de las apariciones de estrellas del soul y el blues, la película contó con cameos como el del cómico Paul Reubens (conocido por su personaje Pee-Wee Herman) o el del mismísimo Steven Spielberg , que actúa en una breve escena junto a Belushi.

Pero de todas las anécdotas descacharrantes del rodaje de «The Blues Brothers», la más increíble quizá fue la visita del Papa Juan Pablo II , que estaba de visita oficial en Chicago y se acercó al set para bendecir a los protagonistas. Muchos años después, el periódico del Vaticano L'Osservatore Romano declaró que película era «un clásico católico». Definitivamente, la de Jake y Elwood fue una misión divina.

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