Aula de Cultura

José Calvo Poyato, en el Aula de Cultura de ABC: «Los visigodos mantuvieron la herencia romana»

El escritor desvelará en el Aula de Cultura de ABC las claves de su novela «El último tesoro visigodo» donde relata el hallazgo del tesoro de Guarrazar

José Calvo Poyato ABC

Eva Díaz Pérez

El historiador y escritor cordobés José Calvo Poyato propone con cada novela un fabuloso viaje en el tiempo. Ha recreado la agonía de la corte de los Austrias, el reinado de Felipe V, la vida de heroínas como Mariana Pineda o Caterina Sforza y hasta ha reconstruido el asesinato de Prim. Salta las épocas con habilidad narrativa desvelando un dominio impecable de la literatura y de la rigurosidad histórica . Ahora vuelve al Aula de Cultura de ABC con su nueva novela, «El último tesoro visigodo» (Ediciones B), una obra que bascula entre la Edad Media y la época de Isabel II. Calvo Poyato desvelará las claves de su nuevo libro en este encuentro que dirige Francisco Robles y que patrocinan la Fundación Cajasol y la Real Maestranza de Caballería.

Después de nuestro desconocido siglo XVIII con la historia sobre el viajero Jorge Juan en «El Espía del Rey» da un salto en el tiempo al pasado visigodo.

«El Espía del Rey» es una novela que gira en torno a un personaje y, lógicamente, a su tiempo. Ese mal conocido siglo XVIII. En «El último tesoro visigodo» he querido situar al lector ante unos acontecimientos, distantes en el tiempo -la invasión musulmana y la España de Isabel II- que están unidos en la novela por el hallazgo de un tesoro, formado por coronas votivas y cruces, de extraordinario valor arqueológico.

¿Qué claves del presente puede aportarnos la época visigoda?

El tiempo de los visigodos mantuvo importantes elementos de la tradición romana, de la que nos sentimos herederos, como se sintieron herederos del mundo visigodo los núcleos de resistencia que se formaron en las montañas del norte peninsular para enfrentarse al islam. Hoy se cuestiona el uso del término reconquista, pero cuando Alfonso VI se apoderó de Toledo -la vieja capital visigoda, la Urbs Regia-, en el mundo musulmán hubo una convulsión: se produjo la invasión almorávide. Esa convulsión, por ejemplo, no se produjo cuando los cristianos se apoderaron de León, Cuenca o Zaragoza. La España de hoy es una excepción, al tratarse de un territorio del que los musulmanes fueron expulsados, quedando incorporada a la civilización occidental.

¿Se estudió mal y de forma superficial esta época por culpa de aquellos tiempos en que se memorizaba la lista de los reyes godos? ¿Cree que por eso existe cierta aversión a esa mal conocida Edad Media?

Creo que esa lista ha quedado como modelo de una enseñanza de la historia memorística que llevaba a detestarla. Pero el mundo visigodo, mal conocido respecto a otras épocas de nuestro pasado, es mucho más como evidencia el descubrimiento de lo que en la novela se denomina «el último tesoro visigodo». Pienso que también esa época está emparedada, cronológicamente, entre dos momentos muy atractivos de nuestro pasado: el romano y el musulmán, y eso ha hecho que se le preste menos atención.

Sitúa una parte de la novela en el fin del mundo visigodo. ¿Cómo se produjo el hundimiento de ese reino, ante la invasión musulmana?

La monarquía visigoda, al ser electiva y no hereditaria, había dado lugar a numerosos enfrentamientos entre las élites del reino. La llegada de los musulmanes, a comienzos del siglo VIII, vino precedida de su llamada por una facción enfrentada al rey Rodrigo, los llamados witizanos. Es legendaria la traición de una parte del ejército visigodo en la batalla que la historiografía tradicional denominaba del Guadalete. Eso hizo que muchos creyeran que la presencia de los africanos era temporal y que regresarían cuando se hicieran con un cuantioso botín. Por eso huyeron, después de ocultar sus objetos más valiosos, pensando que, pasado un tiempo, podrían regresar y recuperarlo. No fue así.

El tesoro de Guarrazar forma parte de esa España en la que se descubren, en el siglo XIX restos arqueológicos de un pasado del que se había perdido memoria. ¿Una constante en nuestra historia?

Los hallazgos arqueológicos en el XIX fueron muy importantes. El plato de Teodosio, la dama de Elche, el tesoro de Guarrazar… y la legislación no protegía adecuadamente esas piezas. Podían ser, por ejemplo, sacadas al extranjero sin muchos problemas. El interés de las administraciones era relativo. Piénsese en las pérdidas artísticas que supuso la desamortización de los bienes eclesiásticos. Hoy la situación es diferente. Si bien, las necesidades de protección de un patrimonio histórico artístico tan enorme como el de España requiere de unos recursos con los que no se cuenta.

¿En qué circunstancias se produjo el hallazgo de ese tesoro visigodo? ¿Qué ocurrió con las joyas encontradas?

Como en muchas otras ocasiones fue algo casual. Después de una fuerte tormenta en tierras de Toledo, el agua dejó al descubierto las lajas que cubrían una fosa donde se encontraba un extraordinario tesoro, probablemente ocultado por clérigos toledanos de la época visigoda que huían ante la llegada de los musulmanes. Lo encontró una familia de campesinos de un pueblo llamado Guadamur. Lo que ocurrió con las joyas es digno de una novela.

Cuando se descubre ese tesoro en 1858, los franceses, como había ocurrido en la Guerra de la Independencia, lo llevan a París. Incluso hay una batalla diplomática por recuperarlo. ¿Qué ocurrió?

En la historia de lo ocurrido con el tesoro de Guarrazar, nombre de un manantial que regaba el pago de huertas donde se hallaron las joyas, hay un personaje, Adolphe Hérouart, francés de nacimiento, que era profesor en la Escuela Militar de Toledo, cuya intervención, junto a José Navarro, un joyero conocido como el Diamantista -confeccionó la corona de Isabel II- fue determinante para que una parte de las joyas, llegara a Francia y fuera adquirida por el Museo de Cluny. Cuando en España se tuvo noticia, a través de la prensa francesa, el escándalo fue monumental. El asunto llegó al Congreso de los Diputados. Efectivamente, hubo una batalla diplomática para recuperar las cruces y las coronas votivas. Hoy, parte de ellas, pueden verse en el Museo Arqueológico Nacional.

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