Mikel Santiago y la asfixia de las sociedades a la deriva

El autor vasco regresa al thriller paranormal con «La isla de las últimas voces»

Mikel Santiago, en una imagen promocional Enrique Romero

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A Mikel Santiago (Portugalete, 1975) lo dejamos flirteando con Patricia Highsmith y deambulando por idílicos paisajes italianos mientras resolvía un misterio más bien clásico y, apenas un año después, ya lo tenemos de nuevo en la librería, contemplando cómo las olas enfurecidas golpean la costa de St. Kilda y lo devuelven con sus embestidas a la orilla del thriller psicológico.

Una pirueta estilística con la que el autor de «La última noche en Tremore Beach» vuelve a tomar impulso para hacer honor a su sobrenombre –«el Stephen King de Portugalete», ahí es nada– y tejer un asfixiante relato de aislamiento y supervivencia salpicado de elementos sobrenaturales. «La anterior era muy detectivesca, un libro enigma, y me dije: “me apetece cambiar” –explica Santiago–. Yo, que toco en una banda, siempre digo lo mismo: después de un blues no puedes tocar otro blues. Has de cambiar un poco el patrón rítmico».

«Yo estoy calentando todavía. Sólo llevo cuatro novelas… ¡Hasta que llegue a 50 como Stephen King!»

Dicho y hecho, el autor vasco cambia de registro, de escenario e incluso de voz narrativa para instalarse con «La isla de las últimas voces» (Ediciones B) en una ínsula escocesa abandonada a su suerte y cuya relativa calma se ve alterada por la aparición de una enigmática caja negra. Un hallazgo que trastocará a la comunidad local de pescadores y pondrá aún más presión sobre personajes como Carmen, una ejecutiva española que intenta dar esquinazo a su pasado limpiando habitaciones en el único hotel de la isla. «Carmen es la heroína que va a sufrir un viaje; empezará siendo huidiza y acobardaba y se acabará convirtiendo en otra cosa», detalla Santiago sobre uno de los personajes centrales de una novela coral y «muy física» con la que, añade, explora conceptos como moralidad y arbitrariedad sin dejar de deslizar destellos de humor negro. «El humor casa muy bien con el thriller», asegura.

Pescadores y bohemios

Un soldado recién escupido de un avión, la propietaria del hotel, un técnico gubernamental cargado de malas noticias y un puñado de pintorescos y malhumorados lugareños completan el reparto de esta historia en la que Santiago ha querido recrear las condiciones (por los menos las atmosféricas) de la peculiar Tory Island, una isla irlandesa que se ve frecuentemente aislada por las tormentas. «La diferencia es que ahí sólo vive una comunidad bohemia de artistas»; aclara.

En St. Kilda, en cambio, el arte se reduce a las esculturas metálicas de uno de los habitantes y al molesto acordeón que suena después de las juntas vecinales. Normal que la perspectiva de quedarse ahí encerrado sin ferry a la vista y con un puñado de pescadores que se comportan de un modo un tanto extraño no sea demasiado halagüeña. «Hay una tormenta, la sociedad ha quedado anulada… Tiene ese eco de experimento social. En este caso, es el momento de la razón contra la interpretación local y egoísta de las cosas. Una isla perdida, una comunidad cerrada… Es una manera de vincular a tus héroes con el conflicto», apunta Santiago, para quien toda la novela gira en torno a una reflexión que brinca de personaje en personaje: «¿Hasta dónde estarías dispuesto a llegar para sobrevivir?».

«En la novela está un poco la idea de que la fuerza física y la falta de escrúpulos lo pueden mandar todo al garee»

De ahí que «La isla de las últimas voces» también plantee un escenario cuanto menos incómodo. «No quiero hacer una historia social, pero sí que hay una pequeña reflexión sobre el miedo que me da que este mundo de cristal, democrático y garantista, se pueda ver rápidamente usurpado por los bullies, como pasaba en “El señor de las moscas”. Está un poco la idea de que la fuerza física y la falta de escrúpulos lo pueden mandar todo al garete », explica mientras avanza por la novela esquivando spoilers y sin perder de vista esa caja negra que lo vuelve todo del revés.

«El terror, lo paranormal, es una habilidad que he tenido siempre», relativiza Santiago, para quien al final todo se resume en entretener y, faltaría más, también entretenerse. «Lo que hay, sobre todo, es una voluntad de no aburrirse. Quiero ser un escritor de largo recorrido, y si quieres crear tienes que sacar todas tus cartas». Y la cosa, a juzgar por sus palabras, va para largo. «Yo estoy calentando todavía. Sólo llevo cuatro novelas… ¡Hasta que llegue a 50 como Stephen King!», bromea.

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