Inés Martín Rodrigo gana el Nadal con 'Las formas del querer'

La escritora y periodista de ABC rinde homenaje a la figura materna en el centenario del nacimiento de Carmen Laforet

Inés Martín Rodrigo, sonriente con el Nadal Ariadna Arnes
Sergi Doria

Esta funcionalidad es sólo para registrados

En 1944 Ignacio Agustí creó el premio Eugenio Nadal para desvelar nuevos valores literarios y le puso fecha del 6 de enero como vía de escape a la tiranía de las fiestas navideñas: «La burguesía llega a su término harta de pavo relleno, de champaña familiar, de aullidos de la chiquillería, de regalos a la suegra. De llantos, quejidos, disparos de pacotilla, toques de corneta infantil, y con ansias de desatar tantos lazos familiares», escribió en sus memorias.

Estamos en 2022. Y otra tiranía, la del coronavirus, ha impedido por segundo año consecutivo el reencuentro social, la cena, el roscón de Reyes y el homenaje compartido al centenario de Carmen Laforet (Barcelona, 1921 – Madrid, 2004), autora de ‘Nada’, la novela inaugural del Nadal hace 78 años. En los últimos meses, comunicaba Ediciones Destino, «ha estado en las listas de libros más vendidos, y acumula, solo en 2021, más de 50.000 ejemplares».

El jurado formado por Alicia Giménez Bartlett, Care Santos, Lorenzo Silva y Andrés Trapiello otorgó el galardón dotado con 18.000 euros a ‘Las formas del querer’ de Inés Martín Rodrigo (Madrid, 1983). La periodista cultural de ABC se confiesa impresionada por recibir «el premio más bonito que existe en España» y mucho más en el centenario del nacimiento de Laforet: «Ella ganó el Nadal pero fue el Nadal el que ganó a Carmen Laforet», ha subrayado.

En ‘Las formas del querer’ Martín Rodrigo rinde homenaje a su madre, Aurora. «Estoy aquí por ella y todo lo que hago es por ella, también esta novela. Creo en el poder reparador y terapéutico de la escritura porque lo que no se nombra no existe». Noray, la protagonista, padece una crisis emocional que le lleva a tocar fondo: «Por eso recurre al refugio de las palabras, a su amparo y a su consuelo para concluir que la mejor forma de amar es siendo fiel a sí misma», explica Martín Rodrigo. Un trayecto jalonado por los recuerdos familiares que cursan en paralelo a la historia de España, desde la guerra civil a los primeros compases del siglo XXI.

Cruanyes, premio Pla

Si la ganadora del Nadal es una periodista que busca refugio en la memoria familiar como lenitivo frente a la extraña forma de vida pandémica, Toni Cruanyes, 54 premio Josep Pla de narrativa en catalán y autor de ‘La vall de la llum’ (‘El valle de la luz’ ), parte de las vivencias de su abuelo, fallecido en un geriátrico en la primera ola del coronavirus, para vindicar a la generación que sobrevivió a una guerra y ha tenido que morir en solitario por la pandemia.

‘Las formas del querer’ es la segunda novela de Martín Rodrigo después de su primera incursión de 2016 con ‘Azules son las horas’ basada en la vida de Sofía Casanova, la primera corresponsal de guerra de la historia, que publicaba en ABC reportajes sobre la Gran Guerra y la Revolución Rusa. En su faceta de periodista cultural agavilló en ‘Una habitación compartida’ (2020) sus entrevistas a escritoras.

—‘Las formas del querer’ parece remitir a ‘Las cosas del querer’ la película de Jaime Chávarri en homenaje a Miguel de Molina…

—Cuando escribo una pieza periodística siempre necesito el titular para arrancar. No así en la novela: decidirme por un título me cuesta mucho. Al final me dejo llevar por la ficción. ‘Las formas del querer’ es el producto de dos años y medio que han sido muy duros para todos. Al releer lo escrito constaté que el tema fundamental de esta novela es el amor, aunque yo prefiero referirme al ‘querer’. Y ese ‘querer’ se manifiesta de muy diversas formas: fraternal, pasional, platónica, amistosa…

—Periodismo y literatura. ¿Juntos y revueltos?

—En ‘Azules son las horas’ andaban muy revueltos. Al ser una ficción biográfica yo saltaba a la narrativa con red: la vida de Sofía Casanova a modo de escaleta. Esta segunda novela es ficción al cien por cien. Aplico el retrovisor a mis orígenes, mi pueblo cacereño… Todo eso está filtrado, pero en este caso se acaba imponiendo la invención.

—Una novela que dedica a su madre.

—Ella falleció cuando yo tenía catorce años y ese duelo me acompañará toda mi vida. La ausencia es una dolorosa forma de estar presente, aunque ya he aprendido a convivir con mis muertos. A mi madre, que era profesora, le debo todo lo que soy porque me metió el gusanillo de la literatura en el cuerpo. Por las noches leíamos cuentos a viva voz. Desde que tuve uso de razón vi libros en mi casa.

—En ‘Una habitación compartida’, título tributario de Virginia Woolf, reúne sus entrevistas a escritoras. Hablemos de sus referentes.

—Del canon español Carmen Laforet, Ana María Matute, Carmen Martín Gaite… Todas esas escritoras maravillosas abrieron las puertas de la literatura a las mujeres. De las contemporáneas, Amélie Nothomb, Delphine de Vigan y, sobre todo, Joan Didion, muy presente en mi obra. Cuando falleció el pasado 23 de diciembre… ¡Hubo quien me dio el pésame!

—De las escritoras admiradas a las personalidades antipáticas.

—Las ponemos en un púlpito y al acercarnos hallamos al ser humano con sus defectos.

—¿Algún nombre a consignar?

—Jeanette Winterson: la admiraba, pero me topé con una barrera, siempre a la defensiva.

—Matute decía que no hay literatura masculina ni femenina, sino novelas buenas o malas.

—Estoy totalmente de acuerdo. La etiqueta de literatura femenina no me gusta nada. Hay que liberarse de etiquetas y categorizaciones.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación