Fernando del Paso: «El mundo está muy mal, espero que tenga remedio»

El mexicano ha sido reconocido con el premio Cervantes 2015 «por su aportación al desarrollo de la novela aunando tradición y modernidad»

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México volvió a imponerse en las votaciones del premio Cervantes, que sigue cumpliendo esa ley no escrita de concederse, alternadamente, a un español y a un latinoamericano. Fernando del Paso (Ciudad de México, 1935) se ha convertido en el sexto mexicano en ganarlo, después de que en 2013 lo hiciera Elena Poniatowska y, antes, Octavio Paz (1981), Carlos Fuentes (1987), Sergio Pitol (2005) y José Emilio Pacheco (2009). El lugar que congrega a más de un cuarto de los 400 millones de hispanohablantes del mundo va recuperando así un justo terreno dentro de la literatura en castellano.

En ello hace hincapié Fernando del Paso, que asegura sentirse vinculado al autor del Quijote «¡nada menos que por la lengua!». El nombre de Del Paso había figurado en las sucesivas ternas del galardón más importante de las letras hispánicas desde hacía años.

¿Esperaba ganarlo? «Pues sí, sí lo esperaba, la verdad es que sí», contesta, simpático y resuelto. ¿Llega tarde, entonces? «Los grandes reconocimientos siempre llegan a tiempo». Está habituado a los laureles este escritor torrencial y luminoso –«heteróclito, irregular, extraño, fuera de orden», vino a calificarse en su discurso de aceptación del Premio FIL 2007 citando a un crítico de su obra–, que ya fue galardonado también con el Alfonso Reyes 2013 y es autor de cuatro novelas: «José Trigo» (Premio Xavier Villaurrutia 1966), «Palinuro de México» (Rómulo Gallegos 1982), «Noticias del Imperio» (1988) –la más célebre y leída–, y «Linda 67. Historia de un crimen» (1995), su impecable incursión en el género policiaco.

El jurado del Cervantes reconoció, según recoge el acta presentada ayer por el ministro de Cultura, Íñigo Méndez de Vigo, «su aportación al desarrollo de la novela, aunando tradición y modernidad, como hizo Cervantes en su momento», destacando «sus novelas llenas de riesgos». La mesa estuvo presidida por Inés Fernández-Ordóñez, a propuesta de la Real Academia Española, y conformada, además, de por los anteriores premiados Juan Goytisolo y Poniatowska, por Juan Gelpí, Pedro Manuel Cátedra, Verónica Ormachea, Beatriz Hernanz, Enrique Krauze, Oti Rodríguez Marchante, Carmen Martina Intriago y Pierre Civil. Del Paso sufrió hace casi tres años una serie de infartos cerebrales que lo tienen retirado de la escritura y la pintura, las dos actividades principales de las tantas que ha desempeñado a lo largo de su vida, pero responde solícito, a primera hora de la mañana, a las preguntas de ABC.

–Usted ha dicho que sus novelas se nutren de la Historia, y esto es especialmente notable en «Noticias del Imperio». ¿Se acuerda del momento en que se le ocurrió escribirla?

–Yo estaba obsesionado con el tema desde pequeño. Me enteré de que habíamos tenido un emperador austriaco, casado con una emperatriz belga que se volvió loca y vivió sesenta años más después del fusilamiento de nuestro emperador. Era una historia fascinante, ¿no cree?

–¿Cuántos años le llevó escribir esas casi mil páginas?

–Casi diez.

–Ahora nos parece muy fácil esto de investigar, con internet, pero antes...

–Antes había que ir a muchas bibliotecas y hablar con mucha gente.

–Es una historia que, no sólo por el emperador Maximiliano, que tenía su castillo de Miramar en Trieste, sino por la forma en que está escrita, Claudio Magris confesó que le era muy cercana y que había tenido una influencia enorme en su obra, sobre todo en «El Danubio».

–Sí, eso lo dijo el señor Magris el año pasado, en la Feria del Libro de Guadalajara.

–¿Cómo se siente cuando se ve reflejado en escritores así?

–Muy halagado.

De las novelas que ha escrito, Del Paso no duda en señalar «Palinuro de México» como su favorita. La razón: «Porque es más o menos autobiográfica». «Más o menos», recalca: el protagonista, envuelto en las protestas que derivaron en la matanza de Tlatelolco en 1968, es estudiante de Medicina, carrera que él empezó y dejó por no soportar la sangre.

–¿Y por qué de pronto una novela policiaca, como «Linda 67»?

–Porque leí en una época, con mucho entusiasmo, los Libros del Séptimo Círculo, la colección creada por Borges y Bioy Casares. Me gustó mucho la novela policiaca. No la considero un subgénero. Y un día dije: «Voy a escribir una novela policiaca»; entonces, Álvaro Mutis me dijo: «No, no lo intentes, para eso se necesita una vocación especial»; y yo: «Voy a ver si tengo esa vocación, ¿no?».

Y sí la tuvo. «¡Sí!», corrobora divertido. Novelista a la manera de los grandes modernos Joyce, Faulkner o Rulfo y pintor notable –«El dibujar es una venganza de mi mano izquierda al acto de escribir», declaró una vez–, pero también poeta, Del Paso concibe la poesía «casi como un divertimento, pero importante». Para ello, explica, «sí se necesita inspiración. En la prosa, a veces cuesta mucho trabajo concentrarse para escribir o que se le ocurran a uno ideas o frases, pero la poesía viene casi sola». Cuando se le pregunta por sus referentes líricos, afirma tener «la manga muy ancha», desde el Siglo de Oro español hasta los latinoamericanos Vallejo, Paz, Sabines o Huidobro. Ahora espera terminar –«si me recupero totalmente»– su monumental ensayo sobre el judaísmo y el islam, «Bajo la sombra de la Historia», del cual publicó un primer volumen en 2012. «El segundo volumen está casi por terminar, y del tercero tengo como quinientas páginas», dice.

Aunque reconoce que echa de menos la rutina laboral, ese «quehacer organizado» al que se ha referido alguna vez, asegura que se siente «muy contento» de estar recuperándose y, sobre todo, de haber recobrado el habla. Habla no menor, pues en su momento la voz le sirvió para ganarse el pan, como productor y locutor de programas para la BBC de Londres y Radio France Internationale de París. Por uno de esos programas, por cierto, «Carta a Juan Rulfo», obtuvo el Premio Radio Nacional al mejor programa de carácter literario en 1986. En la capital francesa, además, fue consejero cultural de la Embajada de México, primero, y cónsul general después.

Como exdiplomático y curioso natural, sigue las noticias del mundo, al que ve «muy revuelto, muy mal». Siempre crítico con la situación mexicana y sus gobiernos –su postura fue vehementesobre la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, y llegó a lucir una camiseta en la pasada edición de la Feria de Guadalajara con el lema «¡No mames, Peña Nieto!»–, opina que los principales problemas del país son «la miseria y la corrupción». ¿Tendrá remedio México? «Eso espero».

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