Juan Pedro Quiñonero publica «La dama del lago»
Juan Pedro Quiñonero publica «La dama del lago» - matias nieto
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Quiñonero: «Urge reconstruir la arquitectura espiritual y cultural de España»

El escritor y corresponsal de ABC en París estrena su nueva novela, «La dama del lago»

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Juan Pedro Quiñonero, periodista de raza y veterano expertísimo corresponsal de ABC en París (se lo sabe todo de la Ciudad de la Luz) publica la tercera entrega de su trilogía «Caína» con un título verdaderamente sugerente «La dama del lago» que transcurre en una pequeña localidad mediterránea donde la fiebre del ladrillo ha provocado calenturas y ha hecho subir el termómetro del desengaño y la locura.

–La dama del lago es una de las novelas negras más conocidas de Raymond Chandler, y una buena película homónima, así como un personaje habitual en el ciclo artúrico. ¿Que tiene que ver eso con una localidad mediterránea de finales del siglo XX donde transcurre su novela?

–La dama del lago del ciclo artúrico es un ser de ilusión, un hada, una intermediaria entre las cosas humanas, carnales y visibles y las cosas sagradas que nos hacen soñar hablándonos de otros mundos desconocidos, que están en nosotros si, al despertarnos, somos capaces de hacerlos realidad.

La heroína de Chandler es un hada caída en el lupanar de la gran ciudad, el infierno moderno. Mi heroína tiene de la heroína de Chandler su condición de hada descarriada en un infierno, rodeada de seres endemoniados. Y tiene del ciclo artúrico su condición de heroína dispuesta a morir por sus ideas. Godard decía que, en el fondo, solo se trata de amar o morir. La resistencia contra el estado de cosas dominante comienza en el lecho de amor, carnal y espiritual, a un tiempo.

–El Mare Nostrum parece que cada vez es menos Nostrum, y más de otrum y no muy buenum.

–La Roma imperial creyó un tiempo en la ilusión de un mar unido por su razón, sus instituciones y sus armas. La destrucción de Cartago contada por Polibio puso fin a la ilusión imperial. En nuestro caso, la ilusión de imponer la democracia occidental en Oriente Medio, con un cuerpo de ejército, quedó enterrada en Irak. El día que las tropas americanas entraron en Bagdad me encontraba en el College de France, comiendo con un gran orientalista y amigo, Javier Teixidor, que me resumió la historia de manera muy simple y brutal: «Lo que debieran hacer los generales americanos es estudiar los Desastres de la guerra de Goya. Eso es lo que les espera: una guerra civil, religiosa e internacionalizada, que durará mucho tiempo». En esas estamos. El Estado Islámico es uno de los frutos envenenados de aquella aventura.

–¿Desde París se ve España muy mal?

–Si yo me creyese las tonterías que cuentas los periódicos, las emisoras de radio y los canales de televisión, sería para llorar. Afortunadamente, España lleva varios siglos sobreviviendo y saliendo del hoyo donde la meten regularmente las manías cainitas de sus elites gobernantes. Hay que ser muy fuerte para sobrevivir al Duelo a garrotazos goyesco, convertido en matriz política y cultural de España. Rosa Chacel, mi maestra, me recordaba a Juan Ramón, diciendo que, en verdad, era muy urgente reconstruir la arquitectura espiritual y cultural de España.

–Y las pocas veces que viene por España, ¿qué impresión se lleva?

–Encantado con su inmensa diversidad, que los españoles se obstinan en ignorar, denigrar y tirarse a la cabeza.

–¿Cómo le deja tiempo el periodismo para hacer no ya una novela, sino una trilogía?

–Duermo poco, como y bebo lo justo, me levanto siete días a la semana entre las cinco y media y las seis de la mañana.

–¿Qué es lo que le resulta más difícil al pasar del periodismo a la ficción?

–Pisar la calle, fotografiar la calle, hablar con la gente de la calle, me sirve para desintoxicarme del cáncer de la ideología y escapar a la basura de las «opiniones». Esa disciplina profesional es muy útil para limpiar la lengua y la retórica de las nubes tóxicas verbales que todo lo pudren con sus «opiniones»

–En algunas zonas de España parece que el ladrillo se convirtió en una especie de utopía, el sueño a realizar.

–En mi novela, el ladrillo, la fiebre del ladrillo, la corrupción del ladrillo, son una metáfora de los demonios que amenazan con devorar España.

–¿Cómo ha resultado la experiencia de vivir en París y Francia en los últimos veinte días tan desgarradores?

–Estaba en Moscú cuando murió Chu En LaiEnlai. Estuve en El Cairo cuando asesinaron a Anwar el-Sadat. Estaba en Bruselas el día del ingreso de España en la CEE. Estuve en Bonn el día del ingreso de España en la Alianza Atlántica. Los grandes historiadores franceses dicen que la jornada del 11 de enero es comparable a otras grandes e históricas jornadas, como la Liberación de París. Cubrir esa jornada, en la calle, hablando, fotografiando, fue muy emocionante. Hice una foto que lo resume todo. La tropa del Théâtre du Soleil se tiró a la calle con un pendón con una frase escrita en castellano: «Abajo la muerte». Esa evocación del Lorca de El público me emocionó mucho, un día en el que pueblo de París comulgaba con la ilusión de su gran historia.

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