«A la hora del sorteo. – Tiene razón Flora. Con esta cara es imposible que toquen los quince millones en el 72.828…», dibujo de Xaudaró publicado en ABC el 22 de diciembre de 1927
«A la hora del sorteo. – Tiene razón Flora. Con esta cara es imposible que toquen los quince millones en el 72.828…», dibujo de Xaudaró publicado en ABC el 22 de diciembre de 1927
HISTORIA GRÁFICA DE ABC

Xaudaró, mucho más que el dibujante del perrito

Continuamos nuestro viaje por la historia gráfica de ABC con un grande: el dibujante Joaquín Xaudaró, uno de los autores más estrechamente identificado por los lectores con las publicaciones de Prensa Española. Sin embargo, para muchos, su maestría quedó reducida a un único personaje

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Joaquín Xaudaró (Vigan, Filipinas, 1872- Madrid, 1933), fue durante años el autor del chiste diario de ABC, concretamente desde 1921 hasta momentos antes de su deceso, y el dibujante de aquellos tiempos más estrechamente identificado por los lectores con las publicaciones de Prensa Española. No es extraño, por tanto, que Juan Ignacio Luca de Tena espetara inicialmente a sus hijos, cuando le propusieron décadas después la colaboración fija de Mingote: «después de Xaudaró, nadie».

A Xaudaró es imposible entenderlo sin tener en cuenta su estancia en Filipinas hasta los once años, donde su padre, ingeniero militar, estaba destinado. Allí fue donde descubrió el virtuosismo técnico de los estampadores japoneses, como Kono Barei o Imao Keinen, y su sentido de lo decorativo en lo tocante tanto al colorido como a la elección del punto de vista, influencia determinante en algunos de las grandes pintores franceses de aquel fin de siglo.

Para cuando la familia se trasladó a España, el joven Joaquín tenía ya decidido que, contraviniendo los deseos de su progenitor, él no seguiría, como sus hermanos, la carrera militar. Sería pintor, como sus recientes amigos Anglada Camarasa y Joaquín Mir, aunque consiguiera algunos ingresos trabajando como ilustrador para revistas de la época, con las que coqueteó al principio.

Gusto francés

Sin embargo, esa actividad que él empezó considerando complementaria acabaría por ocupar todo su tiempo, en la medida en que comenzó a ser muy pronto uno de los creadores gráficos más demandados. De modo que, antes de recalar en «Blanco y Negro», a punto ya de finalizar el siglo XIX, su firma, a veces convertida en O'raduax, ya había estado presente en «Barcelona Cómica», «La Hormiga de Oro», «The Monigoty», «La Saeta» y varias cabeceras más.

En ellas sentó las bases de su estilo, demasiado contaminado, al decir de ciertos sectores de la crítica, por el maestro francés Caran d'Ache, de cuyos trabajos Torcuato Luca de Tena llegó a poseer los derechos para España, un reproche del que no conseguiría librarse por más que ensayara fórmulas diferentes, y que recayó sobre muchos de los caricaturistas que se alineaban con el gusto francés.

Xaudaró fue uno de los pioneros en España tanto de la historieta como de los dibujos animados

Pero igualmente su nombre empezó a asociarse con el de los promotores de una nueva narrativa, la historieta, en cuya gramática secuencial Xaudaró se mostró como un consumado artífice, aun cuando a veces la sobrecargara con innecesarios textos como si, al igual que otros pioneros, desconfiase del potencial expresivo de las imágenes. «Gente Menuda» acogió muchos y buenos de esos relatos. Incluso uno de ellos, «Un viaje al planeta Júpiter» (1907), esta considerado uno de los primeros vestigios de la ciencia ficción española.

Con su prestigio ya asentado en las publicaciones de los Luca de Tena, decidió viajar a París, meta obligada para cualquier dibujante que aspirase a medirse con los mejores del momento, donde permaneció siete años hasta que se produjo el estallido de la Gran Guerra. No le fue nada mal por aquellos pagos. Publicó con varios de los mejores editores (Flammarion, Ollendorf, Mericaut o Garnier), y colocó sus obras en famosas cabeceras galas («Le Rire», «L'Assiette au Beurre», o «Péle-Mêle»). Pero sobre todo se dedicó a derrochar lo que ganaba dándose temporales recreos más propios de un acaudalado personaje que de un «pintamonas».

Uno de sus álbumes más celebrados en aquellos días fue «Les péripéties de l'aviation», que respondía a una de sus principales pasiones: la aeronáutica. Y seguramente por ello no nos sorprenden algunos de sus dibujos en los que retrató a las multitudes «a vuelo de aeroplano», un punto de vista en el que perseveraría con notable acierto Antequera Azpiri. Es más: Xaudaró aseguraba que durante aquella estancia en Francia inventó un nuevo modelo de brújula para aviones.

Como la SEDA

De aquellos días data también su primera incursión en los dibujos animados para Gaumont, otro lenguaje que, a su regreso, trataría de introducir en España con «Las aventuras de Jim Trot» (1919), «La fórmula del doctor Nap» (1920), sus colaboraciones en el noticiero Public-cine o «Un discípulo de Caco» (1930), para terminar fundando la SEDA (Sociedad Española de Dibujos Animados) con K-Hito y Got antes de morir. Su corto para esta empresa, «Un drama en la costa», se estrenaría después de su fallecimiento ante la indiferencia de una crítica que consideraba más adecuados para ese medio los dibujos más sintéticos y vanguardistas de Tono, Mihura, Bagaría, Del Arco o Bluff.

Ni tenía perros ni gustaba de ellos, pero introducía al célebre perrito para inducir cierto estado de ánimo en los lectores

Pero volvamos para encontrarnos con aquel Xaudaró que regresó, entre indeciso y desconcertado, a nuestro país y que vivió un tiempo en Huesca y en Lérida. Una etapa que, tras otra brevísima estancia en París, se solventó con el traslado a Madrid y la renovación de sus vínculos con ABC y «Blanco y Negro».

El 7 de octubre de 1921 comenzó la publicación de su chiste diario, con el que logró el pleno reconocimiento de los lectores. Su estilo poco tenía ya que ver con el de Caran d'Ache, ya que, dentro de lo caricaturesco, había apostado por un mayor realismo con el que construyó una excelente tipología que, desde el presente, nos devuelve inmediatamente a aquella época. Sus chistes, a menudo basados en los equívocos de algunas palabras, han envejecido mal y su recurrente misoginia los sitúa dentro del ámbito de la incorrección política. Mientras, sus caracteres son fantásticos.

Rehén de su éxito

Él, que no tenía perros ni gustaba de ellos, decidió incorporar un pequeño can en cada una de las viñetas que, con su actitud, introducía al lector en cierto estado de ánimo para examinar la escena. Aquel perro, más aún que su hombre de larga barba negra que él había entrevisto en la localidad asturiana de Luanco, alcanzó una popularidad de la que acabó siendo rehén. Si el perrito no salía en un dibujo, los lectores le escribían preguntando por él; otros querían cruzar su can con el de Xaudaró, dando por hecho que existía en la realidad; algunos, comprárselo… El caso es que acabó etiquetado como «el dibujante del perrito».

Como contrapartida a ese agobio, el dibujante le sacó al chucho miles de duros en el terreno de la publicidad o en el de la juguetería, después de que su compañero de ABC Julio Gros hiciese el primer muñeco, y hasta ganó un premio de honor en una exposición canina.

El mismo año de su muerte, debida a una bronquitis mal tratada, Prensa Española editó un recopilatorio como homenaje y, todavía en la posguerra, la empresa publicaría algunas antologías.

Ver los comentarios