Fotolibro japonés
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ARTE

Todo está en los (foto)libros

Colectania se alía con el CCCB para poner en marcha «Fenómeno fotolibro»: una incursión en profundidad a este fenómeno editorial

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Causan furor entre los «hipsters» (que ya empiezan a ser piezas de museo) y cuentan hasta con sus propias ferias, como Fiebre o, en cierto modo, Arts Libris. Pero hubo un tiempo en el que los fotolibros estuvieron denostados. Y eso que no son un fenómeno pasajero, sino que se desarrollan en paralelo a las técnicas de impresión fotomecánicas y son mencionados por vez primera en un texto de László Moholy-Nagy.

Como producto, subraya Horacio Fernández, uno de los subcomisarios de «Fenómeno fotolibro», primera colaboración de la nueva Colectania con el CCCB, cuenta con dos ventajas sobre la exposición tradicional de foto: es más barato de producir y fomenta un coleccionismo más asequible. Y, en un momento en el que la frase pronunciada por S.

Kracauer en los años treinta es tan actual («las imágenes que tenemos del mundo son tantas que nos tapan la auténtica imagen de la realidad»), tiene sentido plantearse qué fotografía es la que queremos legar a la posteridad. También encerrada en los libros.

La Historia del Arte la escriben los académicos. Quizás por eso se apeó de la misma al fotolibro. Pero en estos formatos se educaron muchos artistas, algunos, sus grandes coleccionistas, como Martin Parr, otro de los comisarios de este «experimento» que no pretende ser tanto un homenaje a la Historia de la disciplina como a un formato.

Con antecedentes más o menos recientes, como « Fotos & libros. España 1905-1977», en el Reina Sofía (2014), comisariada por el mismo Fernández, autor de «El fotolibro en Latinoamérica» (2011), lo que se despliega entre Colectania y el CCCB es más bien un conjunto de muestras con el fotolibro como excusa pero sin vocación enciclopédica. Ocho ejercicios de estilo (el de sus respectivos coordinadores), que en determinados puntos del CCCB se vuelven barrocos y demasiado escenográficos. Hasta autoritarios. Como la lectura que Markus Schaden y Frederic Lezmi imponen de un clásico, el «New York», de William Klein, que estos desencuadernan para forrar la sala y entresacar, anotados, personales comentarios.

Buenos maridajes

Para no verse abrumados, comiencen en Colectania. Allí Fernández ha sabido conjugar los legados fotográficos de la institución con las «bibliotecas» de Manuel Álvarez Bravo, de Cualladó y hasta la desconocida de Cartier-Bresson. Hay títulos que se repiten, como en los 57 fotolibros que emanan del conjunto de Parr (sus títulos incluyen, por ejemplo, a la española Cristina de Middel) y que de forma serpenteante saltan al CCCB, donde se cruzan con las temáticas de los cinco capítulos restantes. Como «KZ», de la sección «Libros de propaganda versus libros de protesta», con el que los americanos alertaron de las atrocidades nazis -ejemplo perfecto de instrumento de protesta que se convierte en panfleto- y que llegaba a los alemanes -como aquí, suspendidos- desde el cielo. Hay lugar para la pujanza del fenómeno en Japón y quizás una oportunidad perdida, por las pequeñas pinceladas, para mostrarnos su auge actual. Esa es la sección «Prácticas contemporáneas». Aún así, ahí quedan las aportaciones de Julián Barón o Laia Abril, junto a un libro que aún ni lo es: el de Stuke&Sieber, pura anécdota en la era de Instagram. Más morbo tiene «Fascinaciones y fracasos», compilados por Erik Kessels: libros en los que la foto es básica (cocina, deportes, sexo...), pero sin vocación «artística», y que acaba en una inmensa «instalación» en la que las reproducciones de «antifotos» del Archivo Nacional de Fotografía de Cataluña se funden con tablones, muebles y demás trastos inútiles. Imposible que, ante tanto título, no encontremos nuestro favorito.

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