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Soledad Puértolas y el desencanto de la burguesía

La académica retrata en «Música de ópera» a tres generaciones de una familia desde la Guerra Civil hasta los estertores del franquismo en una novela donde las mujeres cobran especial relieve

Soledad Puértolas retratada en la Real Academia Española Guillermo Navarro

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Soledad Puértolas se ha instalado conscientemente en un mundo ya ido, el de la alta burguesía industrial de comienzos de siglo XX, cuando en capitales de provincia unos personajes que han amasado mucho dinero con negocios varios, se hacen construir palacetes modernistas, en la avenida principal de la capital. Así ocurre con Rafael Claramunt, esposo de Elvira Ibáñez, que es la verdadera protagonista de la novela, pues cuando comienza ya es viuda. Una viuda alegre , entregada al buen vivir de las rentas del marido. Busca un administrador, alguien que sepa de números, escriba con buena letra, y sobre todo venga recomendado, como ocurre con Antonio Perelada, joven pariente de Eugenia Tello, aristócrata venida a menos, pero aristócrata.

Todo el inicio de «Música de ópera» se dedica a meter al lector en ese mundo anacrónico, pero que fue real , de existencia despreocupada por parte de quien, como Elvira, era huésped de los mejores hoteles europeos, tenía una señorita de compañía alemana, y a quien la Guerra Civil sorprendió asistiendo a un concierto dirigido por Arturo Toscanini en el Festival de Salzburgo.

Con Elvira ha dado Soledad Puértolas con un personaje, que más que atributos psicológicos precisos, goza de su peculiar forma de vida, la propia de un estatus, entre atolondrado, caprichoso e inconsciente, al que la vida futura, tanto la guerra como el fin de su riqueza, le propició un destino al que nunca se acostumbró . Lo mejor de esta novela, una vez que se ha retratado este mundo de ayer, que se describe con minucia -incluso en las maneras de hablar y de conducirse socialmente, con todos los prejuicios respecto a posibles destinos y bodas de los hijos-, viene luego, con el golpe que la contienda asestó a una clase social que se apuntó de inmediato al bando nacional e incluso vio con cierta esperanza que los militares sublevados acabaran ya con el lío y las revueltas de la República.

Cambio de vida

En lo que se nota que Soledad Puértolas es buena y experimentada novelista es en el desarrollo de las páginas, que me han parecido excelentes, dedicadas a narrar con detalle el cambio de vida, las adaptaciones que Elvira ha de ir sufriendo, desde el regreso y periplo para salir de Austria, cruzar Francia y llegar por barco a Vigo, y luego eligiendo Antonio Perelada, el administrador, los trayectos desde Vigo a esa ciudad de provincias que no se nombra y que puede ser tanto Pamplona como Zaragoza.

También me ha resultado muy bien narrada la forma en que sus dos hijos, Justo y Alejo, viven la guerra, el mayor instalado con una familia en el sur de Francia, con ambigua actitud , en tanto que el menor se afilia muy pronto al Arriba España. Las páginas sobre la Guerra Civil tienen de particular que han sido escritas para contar cómo la vivieron las familias monárquicas de derechas , puesto que en la novela española ha preponderado la óptica republicana y de izquierda.

Aristas

En realidad, estamos ante una novela de mujeres, pues el pivote que es Elvira en su primera mitad cede el paso a Valentina, la sobrina pobre, a quien Elvira acoge, y que es también un excelente personaje, que a este crítico le hubiera gustado ver más desarrollado, ya que el vitalismo que trasluce, del que es ejemplo la escena de la pensión en Valencia, se ve truncado y entregado con algo de precipitación a un desenlace vital que no puedo revelar, pero que además de sorprendente, y quizá por ello, habría necesitado de un recorrido más matizado. Se entiende bien la crisis al conocer el destino de su madre, pero Soledad Puértolas ha preferido, al contrario que ocurrió con Elvira, dejar a Valentina sin decirse del todo.

Da la impresión de que quisiera que fuera el lector quien pusiese el acento en una psicología controvertida , muy llena de relieves y aristas. Entre las dos mujeres está lo mejor de la novela que tiene otro importante soporte en lo bien captada que están las atmósferas sociales de una burguesía en extinción que vive ya solo en una literatura capaz de reconstruirla. En esta obra late ese mundo del ayer, tan próximo en el tiempo y, sin embargo, tan alejado, viejo y concluso.

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