ARTE

Rafael y Van Eyck, de nuevo cara a cara

El calendario y sus efemérides vuelven a sincronizar el trabajo de dos autores fundamentales para entender el Renacimiento

Un fragmento de «El matrimonio Arnolfini», de Van Eyck

José María Herrera

Las ciudades italianas y flamencas disfrutaron durante el siglo XV de gran prosperidad. El surgimiento de una rica burguesía dispuesta a aprovechar los beneficios del comercio favoreció el desarrollo de las artes . Para los pintores fue una oportunidad de afianzarse en el mundo. Además de un incremento de los encargos y la mejora de su estatus, encontraron una clientela interesada por nuevos temas . Retratos, paisajes y escenas mitológicas acabarían imponiéndose a las obras de corte religioso características del medievo. El resultado fue una revolución artística sin igual en la Historia.

Cada brizna de hierba

En el inicio de esta revolución estuvo Jan van Eyck (1390-1441), de quien se ha dicho que fue el último pintor de la Edad Media y el primero del Renacimiento. Aunque no inventó la técnica al óleo, como sostuvo Vasari , la llevó a su perfección, algo decisivo para explicar lo que ocurrió durante aquel siglo. El óleo, a diferencia de la témpera, habitual hasta entonces, no se seca rápidamente, sino que permite al artista trabajar despacio y conseguir múltiples efectos, acrecentados gracias a su transparencia . Los primeros espectadores del «Cordero Místico», su gran obra, apenas podían dar crédito a la precisión con que representó cada brizna de hierba, cada hilo de bordado, cada pelo de la cabellera de los personajes.

Ocho décadas después, Rafael (1483-1520) consiguió, usando la misma técnica, acabados tan insuperables que Ruskin le achacó en el siglo XIX haber desviado al arte de su camino al empujar a los artistas a mirar más por la pulcritud de la ejecución que por la idea que los inspiraba.

Este 2020 nos va a permitir recorrer el arco completo, desde Van Eyck a Rafael, pues los dos grandes acontecimientos artísticos del año serán la exposición consagrada al primero en Gante (y Brujas) y la celebración del quinientos aniversario de la muerte del segundo en Roma y Londres.

Entre la escuela pictórica flamenca y la italiana, hegemónicas en la Europa del XV, hubo diferencias filosóficas relevantes que explican la riqueza del arte renacentista. Mientras que la primera estuvo influida por el nominalismo y su negación de cualquier realidad distinta de los seres individuales; la segunda siguió la visión neoplatónica según la cual los seres particulares son manifestaciones de una idea previa en la que se encierra su inmutable verdad.

Formas en el espacio

Que a los primeros interesaran principalmente los detalles realistas y a los segundos los problemas teóricos como el de la perspectiva no fue, desde luego, casual. La pintura gótica construía sus escenas sin tomar en cuenta los procesos visuales del espectador. Ellos, en cambio, consideraron el espacio como una cosa más susceptible de recibir complejos tratamientos plásticos, empezando por los derivados de la luz . Haber convertido el modo en que se comporta la luz en uno de los retos de la actividad pictórica constituye, de hecho, una de las señas de identidad de la pintura moderna, tanto italiana como flamenca.

Jan van Eyck fue el primero de los maestros flamencos en firmar sus obras y el único tan seguro de su posición social como para emular a los aristócratas y adoptar una divisa propia : «Als ich Chan» (Lo mejor que puedo). Consejero y amigo de Felipe el Bueno de Borgoña , fue también el primer pintor en conjugar la tarea artística con la actividad diplomática.

De Jan van Eyck se ha dicho que fue el último pintor de la Edad Media y el primero del Renacimiento

Comparadas con las de sus antecesores, sus obras poseían algo nunca visto : una capacidad extraordinaria para representar a la vez y con idéntica destreza los detalles y el conjunto. Pensemos en una de ellas: «El matrimonio Arnolfini». Si nos alejamos del cuadro, surge ante nosotros una escena clara y plenamente significativa; si nos acercamos, podemos ver con detalle incluso lo que hay pintado en el interior del pequeño espejo colgado en la pared del fondo. Gracias a una amortiguación magistral del color y del tamaño de los objetos, la obra posee la misma consistencia en todas partes.

Panofsky decía con razón que el ojo del artista «actúa a la vez como un microscopio y un telescopio». Sin embargo, Van Eyck no pintaba del natural . Aunque sus arquitecturas y paisajes den la impresión de haber sido copiados, se trata casi siempre de invenciones dotadas de verosimilitud. Merced a esa capacidad suya pudo subordinar lo real al programa simbólico que en cada caso tenía en mente. Ello no le impidió ser un retratista genial. Su célebre «Hombre con turbante rojo» –el primer retrato de la Historia en el que el espectador no es quien observa , sino quien está siendo observado– es la prueba.

Detalle de «Los desposorios de la Virgen», de Rafael

La historia de Rafael es también la de un artista increíblemente dotado que antes de los 30 había alcanzado el éxito. Aunque su vida fue cortísima –37 años– , consiguió evolucionar de tal forma que entre las obras del principio y las del final parece mediar un siglo. Su talento para el dibujo , su capacidad para asimilar las innovaciones, su sentido de la armonía y su elegancia compositiva lo convirtieron en uno de los mayores genios de la Historia. Probablemente nada de ello habría sido posible sin una sólida cultura. La idea de que puede crearse desde la nada una obra artística valiosa es una de esas ridículas ocurrencias que hizo estragos durante el siglo XX.

Contra el cine y los libros

Desde luego, no fue su caso. Rafael aprendió pintura con Perugino , quien le enseñó a apreciar la sensibilidad de los flamencos, y todo lo demás, que fue mucho, de los humanistas de las cortes de Urbino, Florencia y Roma, donde realizó los frescos considerados sus obras maestras. Cine y literatura han popularizado su nombre explotando su mala relación con Miguel Ángel , quien pintaba la Capilla Sixtina mientras él decoraba las estancias vaticanas, y su muerte tras una noche de excesos con su amante, la célebre y libidinosa Fornarina .

Al lector amante de los misterios tal vez le interese saber que el «Cordero Místico» de Van Eyck, el gran políptico de la catedral de Gante cuya restauración es la causa de los actos que se realizarán allí a lo largo del año, es la obra de arte con una historia más rocambolesca y tal vez más interesante del mundo (aún se busca el panel de los «Jueces justos», robado en 1934); y que algún medio británico ha hecho correr el rumor de que este año, aprovechando el aniversario de la muerte de Rafael, podría reaparecer su «Retrato de joven», desaparecido durante la II Guerra Mundial.

La obra fue confiscada en 1939 al Museo Czartoryski por Hans Frank , gobernador general de Polonia tras la invasión nazi, junto con «La dama del armiño», de Leonardo , y «Paisaje con el buen samaritano», de Rembrandt . Tras ser detenido por los aliados en 1945, se encontraron en su residencia los dos últimos cuadros, pero no el de Rafael. Quién sabe si con un poco de suerte llegaremos a verlo de nuevo este año.

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