Detalle del óleo sobre lienzo «PH-950», datado en 1950, de Clyfford Still
Detalle del óleo sobre lienzo «PH-950», datado en 1950, de Clyfford Still
Arte

Pollock & Cia en la era de Trump

Cincuenta años después, las figuras más relevantes del Expresionismo Abstracto desembarcan de nuevo en Europa. Esta vez, en forma de exposición en el Guggenheim de Bilbao

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Llegó Trump y sus «trumpettes» trompeteros a la Casa Blanca y parece que nos vemos en la poco original obligación de observar y analizar todo lo que gira a nuestro alrededor bajo el prisma de esa óptica desenfocada, tenga que ver con la política o no. Por ello, pisas las salas del Guggenheim de Bilbao para ver la exposición que dedica actualmente al Expresionismo Abstracto y la cabeza desde el primer instante brujulea sobre relaciones entre el antes y el ahora de un país y de sus artistas, no por seguir la moda del pensamiento periodístico contemporáneo, sino porque te das cuenta por enésima vez de que la Historia se repite, en un bucle cansino: de tiempos oscuros a otros más luminosos.

La guerra fría

Piensas: ¿qué habría sido de artistas como Pollock, Rothko y compañía si de toparse con los años del «macartismo» y la Guerra Fría -las malas relaciones entre Europa y Estados Unidos-, se hubieran dado de bruces con los años del «trumpismo», la nueva guerra fría entre este y el otro lado del charco? No en vano, asistimos a la primera gran (grandísima) exposición que se celebra en Europa sobre el Expresionismo Abstracto cincuenta años después de aquel desembarco de artistas relativamente rebeldes auspiciados, según ha quedado demostrado en mil estudios, papeles y películas de distinto metraje, por la CIA. Medio siglo ha pasado desde aquel tour de force expresionista que en absoluto fue bien recibido por unos europeos perdedores y que empezaban a mirar de reojo a mister Marshall, el superhéroe y supervillano made in USA.

París no estaba por la labor de ceder amistosamente el cetro de capital del arte a Nueva York. A pie de este párrafo podemos añadir que no todos los artistas expresionistas y abstractos tenían trazas de urbanitas. La geografía norteamericana era y es muy amplia, sus campos y carreteras secundarias, no sólo por lo que respecta a este movimiento artístico, sino también por lo que hemos visto en la recientes elecciones. No todo es escuela de Nueva York en el más amplio sentido de la palabra.

Barcelona fue la ciudad europea que mejor acogió el desembarco del expresionismo de hace 50 años

Londres, de donde procede esta muestra, de la Royal Academy, fue la capital más receptiva hacia aquella otra exposición de hace cincuenta años. A orillas del Támesis recibieron las mejores críticas, junto con los alemanes, frente a la abierta hostilidad de franceses e italianos. Pollock era la punta de lanza y sobre sus virtudes no estaba todo el mundo muy de acuerdo. Se entabló una auténtica (y envidiable, tal y como está nuestro patio de colegio) disputa dialéctica entre los a favor y en contra, como da buena cuenta uno de los ensayos del catálogo, firmado por Jeremy Lewinson (por cierto, si no hay que perderse esta exposición tampoco hay que dejar a un lado los estudios que la acompañan, brillantes). Curioso, pero el recientemente fallecido John Berger «menospreció el nihilismo de Pollock», como apunta el mismo Lewinson. Al final, se quedó más o menos solo.

Machismo con arte

Otro dato curioso: Barcelona fue la ciudad europea que mejor acogió el desembarco del Expresionismo de hace 50 años: 60.000 personas pasaron frente a aquellas obras. Regresemos a la exposición del Guggenheim, el Expresionismo visto hoy y ahora, a través de 130 piezas de una treintena de autores. No todo lo «pintaron» Pollock, Rothko, Barnett Newman, De Kooning... Ni sólo fueron hombres los que sellaron la mítica pictórica de este movimiento. De estos dos detalles da muy buena cuenta el trabajo «curatorial» y la organización en sala del discurso. Por supuesto, ganan la partida los que hicieron Historia del Arte con el pasar de los años y pese a las reticencias críticas iniciales, cuyos nombres sabemos de sobra y cuya valía ha sido sellada también en los mercados millonarios.

Conviene pasearse por esta exposición con el catálogo en mano, porque, si cada obra expuesta vale su peso en oro, cada estudio de los incluidos pone blanco sobre negro para saber del papel de las mujeres en aquellos años tan «machistas» en el arte como en la vida misma, y otros muchos matices, como el ya referido rifirrafe crítico, o el papel adyacente de Peggy Guggenheim y Betty Parsons. Ya sólo queda preguntarse si hoy y ahora Trump haría uso y abuso político del Expresionismo Abstracto.

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