Portadas de Mendelsund para los libros de James Joyce
Portadas de Mendelsund para los libros de James Joyce
LIBROS

Peter Mendelsund pasa páginas

Peter Mendelsund, uno de los mejores diseñadores de cubiertas de libros, analiza el proceso de la lectura

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De acuerdo: no está bien juzgar un libro por su portada. Pero sí es verdad que un muy buen libro con una muy buena portada es un poco mejor que un muy buen libro con una muy mala portada. Y que este aspecto estrictamente visual muchas veces ha resultado en que, tiempo atrás, hayamos leído a Borges con portada de Alianza de Bolsillo (¡viva Daniel Gil!) y no hayamos leído a Borges con portada de Emecé.

Peter Mendelsund –autodidacta director de arte asociado en la editorial Knopf, tras comprender que la vida de un concertista de piano no bastaba para pagar las facturas– lo tiene claro. Y va aún más lejos en su tan luminoso como iluminador «Qué vemos cuando leemos», «best seller» en «The New York Times» y secuela natural y teórica y muy gráfica de la práctica ya reunida en su catálogo/porfolio «Cover».

Morder el anzuelo

No es casual que cuando un músico interpreta un tema ajeno a eso se le llame «cover». Así, Mendelsund ha reinterpretado desde sus covers a clásicos como Dante, Kafka, Nabokov, Cortázar e Italo Calvino (su favorito) y a modernos como Martin Amis, Kazuo Ishiguro, Tom McCarthy, Ben Marcus, Charles Yu y siguen las firmas y las cubiertas. Su orgulloso responsable confesó: «Si de mí dependiese, todos los libros deberían tener portadas uniformes como aquellas de Gallimard o esos Penguins. No deberían incluir ningún anzuelo visual. Pero lo cierto es que a mucha gente le gusta morder el anzuelo».

Mendelsund comenta, deconstruye, reescribe en diagramas y finalmente reduce (su verbo/mantra) para enseñarnos a releer

Lo que propone el pescador obsesivo Mendelsund, que produjo sesenta variaciones para «Rayuela» antes de quedar conforme, es una suerte de «ilustración» del proceso lector. Ese trámite/tránsito que convierte en coautor a todo aquel que pasa páginas.

¿Cómo lo consigue Mendelsund? Siempre en y con buena compañía (fragmentos de Virginia Woolf, Joyce, Charlotte Brontë, Tolstói, Dickens, Cervantes y un larguísimo etc.) sobre la que se apoya, comenta, deconstruye, reescribe en diagramas y, finalmente, reduce (su verbo/mantra), para enseñarnos no a leer pero sí a releer el cómo leímos durante años sin verlo tan precisa y claramente.

Formulas incuestionables

Ver para leer y explicar –incluso en sus tramos más subjetivos y discutibles, con un procedimiento que combina la curiosidad neuropatológica de un Oliver Sacks con la prédica epifánica de un evangelista en llamas mitad derviche giróvago– el misterio de que contemplemos tan claramente a Anna Karenina cuando su creador pone por escrito poco más que un par de ojos grises, largas pestañas, y cabello marrón y rizado. También todo lo que aquí se pretende reducir a casi fórmulas incuestionables quizás hará estragos en las mentes más apuradas que veloces de tanto tuit suelto.

Libro muy práctico tanto para el lector curtido como para aquel que quiere sentirse mucho más leído de lo que es y jamás será, «Qué vemos cuando leemos» acaba consiguiendo una rara y más que meritoria hazaña: el que podamos juzgar y celebrar este muy buen libro por todas y cada una de sus páginas, que son, cada una y todas, como una muy buena portada en sí misma.

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