LIBROS

«Lo que te pertenece», ¿lo que necesitas es amor?

El norteamericano Garth Greenwell debuta con «Lo que te pertenece» y ya ha arrasado en premios y elogiosas críticas

Garth Greenwell ha ganado el British Book Award con su primera novela
Rodrigo Fresán

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No es secreto el que buena parte de los mejores escritores en actividad en idioma inglés son hombres homosexuales y que su tema es la naturaleza tanto física como mental de la homosexualidad . Pero de lo que aquí se trata es de afirmar sin duda que ahora se suma Garth Greenwell (Kentucky, 1978) con su magistral y muy admirado debut «Lo que te pertenece», ganador del British Book Award y nominado al National Book Award.

Novela que surge de esa especie de aproximación inicial que fue «Mitko» (2001, publicada en una pequeña editorial universitaria) y que ya en su momento fue muy celebrada como prueba inequívoca de que llegarían grandes cosas. Y llegó «Lo que te pertenece». Libro que no es abundante en páginas pero sí es uno de esos contados casos en el que entrando en el libro se descubre una amplitud psicológica y una abundancia física que sorprenden y conmueven y resultan admirables. Así, la perturbadora sensación de haber entrado a un gran museo por los baños (y, sí, se menciona a los transgresores y clandestinos lavabos de un Palacio Nacional de Cultura ya en su primera página) y descubrir allí, a solas y en uno de los grandes salones, el primer cuadro de un artista que parece haberse saltado todo bosquejado período «temprano» ya desde la madurez y sabiduría de sus primeras pinceladas.

Gran novela homo

«Lo que te pertenece» es entonces, antes que nada, un pequeño libro inmenso y, sí, otra posible Gran Novela Americana. Después se le puede adjudicar eso de «La Gran Novela Homo de Nuestro Tiempo». De ahí que se pueda rastrear en ella ecos de «En busca del tiempo perdido» de Proust , de «La muerte en Venecia» de Mann (de una de sus líneas sale el título de Greenwell), del «Maurice» de E. M. Forster, de «El color prohibido» de Mishima, y de (muy especialmente) esa maravilla a rescatar que es «La habitación de Giovanni» de James Baldwin , así como de la mirada-de-cámara del turista enamorado Christopher Isherwood. ¿De qué tratan todos los anteriores -desde un punto de vista de género y trama en la que todo parece pasar para que nunca deje de pasar por la fijación con la, por momentos, abstracta pero precisa figura del ser amado- más allá de sus «blues gay» ? Fácil de decir y muy difícil de conseguir: de lograr que la obsesión del protagonista se convierta -más allá de su singular inclinación sexual- en la obsesión del lector universal.

Todo y todos al servicio de contar -en tres movimientos- la pequeña gran historia de amor (y, por supuesto, no necesariamente feliz) de un joven norteamericano enseñando en un «college» lejano con el carismático y traicionero «rent-boy» local Mitko. Yendo y viniendo por las calles desiertas y servicios públicos y dormitorios sin dueño de una crepuscular Sofía, en Bulgaria . Mapa en el que Greenwall, de vocación poeta, se descubrió como novelista (sin por eso renunciar a una prosa por momentos muy lírica) y donde el deseo entre hombres continúa siendo tabú cultural y fruto prohibido.

Sexo puro y duro

Al principio, todo es sexo puro y duro y «on line». Enseguida, la relación se convierte en algo mucho más poderoso, despertando en el narrador episodios de su pasado en la granja paterna en Kentucky porque en el extranjero comprenden cabal y plenamente lo que significa ser un «Made in USA». Luego aparece un nuevo amante, portugués y mucho más estable; pero la enfermiza sombra de Mitko se niega a dejar de brillar, porque de su presencia y recuerdo depende el gran misterio del libro que es, también, uno de los grandes misterios de toda vida : ¿lo que uno siente por otro lo siente también el otro por el solo motivo de ser el destinatario de semejante sentimiento? ¿Y quizás será eso, el amor que una canción aseguraba , todo lo que se necesita?

La respuesta, no por oscura y obvia, deja de encandilar o restarle mérito al inmenso talento de Greenwell . Lo mismo se niega a apagarse una vez concluida «Lo que te pertenece» que, sí, ahora también es nuestra para siempre aunque, en verdad, sea ella quien se adueñe de nosotros.

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