TEATRO

‘Patchwork’ para arreglar el mundo

Teatro en Vilo presenta 'Blast' dentro de la programación del Centro Dramático Nacional. Lo grotesco en acción

Una escena de '¡Blast!' Luz Soria
Julio Bravo

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Teatro en Vilo es una de las compañías más activas y con mayor personalidad. La forman Andrea Jiménez y Noemi Rodríguez, dramaturgas y directoras que coincidieron hace una década en Londres, donde nació una compañía que ha dejado piezas tan notables como ‘Interrupted’ o ‘Generación Why’. Según ellas mismas explican, Teatro en Vilo «persigue un constante diálogo con su entorno social, político y personal, lo que le obliga a renovar constantemente su lenguaje escénico», y combinan «lo improvisado y lo coreográfico, lo grotesco y lo autobiográfico, el humor absurdo y la comedia gestual, la ternura y la irreverencia».

La premisa de ‘Blast’, un trabajo encargado por el Centro Dramático a la compañía Teatro en Vilo, era encontrar «artistas, activistas y visionarios menores de 26 años con la arrogancia, la esperanza y el humor suficientes como para creer que es posible cambiar el mundo desde un escenario». Y es, precisamente, esta pretensión la que lastra una función bienintencionada pero deshilachada, en la que se quieren decir demasiadas cosas -se habla del respeto al diferente, del racismo, de la crisis económica, de las perspectivas de futuro de los jóvenes-, lo que provoca dispersión y acaba dando la sensación de que no se sabe bien qué se quiere contar. (El teatro español actual peca a menudo -y no siempre con buenos resultados- de anteponer las ideas, de qué se quiere hablar, a las historias, qué se quiere contar y cómo).

‘Blast’ es una función creada en la sala de ensayos, con las experiencias, las energías y las características personales de los propios actores. La historia es un puzle, una suerte de ‘patchwork’ en el que cada uno va tejiendo su propia historia, que las directoras se encargan de hilvanar en ese lienzo que es el espectáculo. En esta fórmula está lo mejor y lo peor de la función. Lo mejor es, sin duda, el trabajo de los siete jóvenes intérpretes -Julia Adun, Nadal Bin, Conchi Espejo, Iván López-Ortega, Saúl Olarte, Álex Silleras y Alejandra Valles- que, al margen de su prometedora calidad, derrochan energía, entusiasmo y compromiso, Lo peor es la mencionada indefinición y cierta sensación de desorientación en el espectáculo, por otra parte enmarcado en una tan sugerente como llamativa escenografía de Alessio Meloni, originalmente vestida por Yaiza Pinillos y con una magnífica música de Fernando Elpede.

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