Algunas cosas se muestran constantes a través del tiempo en las páginas de «Aquí», como los juegos infantiles
Algunas cosas se muestran constantes a través del tiempo en las páginas de «Aquí», como los juegos infantiles
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Norteamérica en un rincón

Richard McGuire hace en «Aquí» un notable intento por crear la Gran Novela Gráfica Americana, retratando siglos de vida en Estados Unidos sin necesidad de apartar su mirada de la esquina de un salón de una casa cualquiera

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Si la literatura estadounidense ha tenido desde siempre como su «Santo Grial» la Gran Novela Americana –aquella que sea capaz de resumir en sus páginas la esencia del país–, el cómic no ha dejado de contagiarse de ese sueño. Aunque con menos énfasis en ello, no ha dejado de haber quienes han buscado esa representación de la totalidad, la Gran Novela Gráfica Americana.

No diremos que Richard McGuire (Nueva Jersey, 1957) haya logrado crearla, pero cuanto menos se ha acercado a ella. Y lo ha hecho por un camino realmente singular y atrevido: ha intentado mostrar toda Norteamérica sin muchas palabras y clavando su mirada –casi como un plano fijo de una cámara– en un rincón del salón de una casa.

Una casa cualquiera, de un suburbio cualquiera de la costa este del país (aunque directamente basada en la casa donde se crió el propio autor, en el pueblo de Perth Amboy), sin nada de particular salvo estar justo enfrente de una mansión colonial que perteneció al hijo de Benjamin Franklin.

Un hogar

El viaje por América de McGuire no es a través del espacio, sino del tiempo. Cada página agrupa escenas de diferentes épocas, muchas anteriores a la construcción de la propia casa, o posteriores a su destrucción: indios, colonos, el fondo del mar tras la crecida de este debida al calentamiento global, incluso el magma primigenio (la imagen más antigua del cómic está fechada más de tres mil millones de años antes de Cristo, la más tardía en el año 22175 de nuestra era). Pero sobre todo retrata la vida en un hogar del siglo XX, las familias que vivieron en él, las fiestas, las peleas, los pequeños momentos del día a día.

«Aquí» es una obra que se ha beneficiado de un largo proceso de maduración. La primera versión (que Salamandra Graphic también ha puesto a la venta de forma separada, en un pequeño cuadernillo con un precio de 3 euros) apareció en 1989 en las páginas de «Raw», la legendaria revista de cómic fundada por Art Spiegelman y Françoise Mouly. Es un cómic interesante, pero mucho más convencional: dibujado en blanco y negro, con un formato de viñetas más clásico y un tono más humorístico. Con los años, McGuire fue desarrollando la idea hasta su forma actual, con dobles páginas en las que no hay viñetas propiamente dichas, sino que cada una contiene una escena principal en las que se abren pequeñas «ventanas» a otros tiempos. McGuire ha contado que este formato se le ocurrió al usar por primera vez la primera versión del sistema operativo Windows. Esa distribución crea escenas en las que se contrastan acciones separadas entre sí por décadas, o siglos. Una doble página puede contener fiestas de disfraces en 1971, 1960, 1990 y 1950, o muchachas bailando en 1932, 2014 y 1993. A veces es una misma acción la que se ve en una secuencia de ventanas en una página, como la de un obrero trabajando en la construcción de la casa.

McGuire consigue que esta novela gráfica fluya con gracia sin necesidad de crear hilos argumentales extensos

Esto permite a McGuire remarcar los cambios (en la decoración, en las modas, en las actividades, e incluso retratar discretamente cambios sociales: solo se ve a personas de color habitar la casa en escenas posteriores a los años 80); pero también permite encontrar ritmos comunes, actitudes familiares, ritos que se repiten con los años, incluso con las décadas. A esto ayudan los dibujos, escaneados y digitalmente texturizados y coloreados para insertarlos en las páginas, lo que da unidad a los estilos utilizados para las diferentes épocas. McGuire combina dibujos, trazado sobre fotografías e imágenes de líneas rectas y colores planos claramente creadas con ordenador, que en este caso funcionan perfectamente para contener y unificar las demás técnicas.

Música secreta

Si hay una palabra que resume la belleza de «Aquí» es precisamente ritmo. O armonía. Richard McGuire consigue que esta novela gráfica fluya con gracia sin necesidad de crear hilos argumentales extensos, ni de apoyarse en exceso en los diálogos (gran parte de las páginas son mudas). Son las propias imágenes, su composición, la alternancia de páginas contemplativas con momentos de conflicto, o de alegría, o la contraposición de unos y otros dentro de la misma página, las que arrastran al lector de una manera casi musical. Si el recurso al punto de vista inmóvil podría hacer pensar en un principio en escenas de películas de Jaime Rosales o Michael Haneke que dejan la cámara rodando sin seguir a sus personajes, lo cierto es que el filme al que «Aquí» acaba recordando curiosamente es « Berlín, sinfonía de una ciudad». Ambos trabajos acaban creando la sensación de tener una especie de música secreta que los hila y convierte en más que una suma de escenas aisladas.

Este ritmo que consigue el cómic también convierte al lector en un cómplice que completa los huecos de la historia, imagina relaciones entre los personajes, supone acontecimientos apenas entrevistos en las páginas. Esto la emparenta con otra gran novela gráfica reciente en la que un edificio es protagonista: «Fabricar historias», de Chris Ware. Ambas confían en el lector para ordenarlas y buscarles su propio sentido, dándole los materiales, pero sin llevarle de la mano.

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