Hidalgo Bayal toma de Verne el nombre de Nemo. En la imagen, según Alphonse de Neuville
Hidalgo Bayal toma de Verne el nombre de Nemo. En la imagen, según Alphonse de Neuville
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«Nemo», fábula de la nada sin palabras

Novela, de Gonzalo Hidalgo Bayal, más discursiva que narrativa, sobre el ser y la nada que el lenguaje impone. Lectura exquisita

Madrid Actualizado: Guardar
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La literatura de Hidalgo Bayal no se parece a ninguna otra de los que practican la novela en España. Si acaso los referentes que podrían explicar su singularidad serían Rafael Sánchez Ferlosio y Miguel Espinosa. Los tres estarían unidos por un vínculo que los aleja de la novela, entendida como sucesión de aventuras o peripecias internas, para abrazar otro género que podríamos denominar discursivo. A la aventura de la acción le sucede la aventura del conocimiento, casi podría decirse de la elucubración, la especulación y la conjetura. Las palabras no nacen para contar algo que se sabe, sino para preguntar e indagar el enigma de todo aquello que no puede explicarse con palabras. Avanzada esta novela se encuentra una leve sugerencia de por qué ha elegido el título de «Nemo», nombre de su protagonista.

Hidalgo Bayal (Higuera de Albalat, Cáceres, 1950) sabe que todo el mundo va a pensar en Julio Verne y en un horizonte de historias submarinas en el que de adolescentes hemos cifrado la noción de la aventura por excelencia, la que nos lleva a un imaginario de intriga. Pero Hidalgo Bayal suele construir sus títulos desde las paradojas. Y también desde el conocimiento de la lengua latina, donde Nemo es sustantivo y Néminis genitivo de la significación «Nadie», contigua a la de «Nada». La paradoja es que la aventura por excelencia y su contrario, la no aventura, eligen el mismo título: Nemo, Nadie, Nada.

A la aventura de la acción le sucede la del conocimiento, casi podría decirse de la elucubración, la especulación, la conjetura

El lector debe aprestarse a entrar en una novela en la que nada extraordinario ocurre o, mejor aún, en la que todo lo que ocurre es tan extraordinario que las casi trescientas páginas de su desarrollo están dedicadas a contar la aparición en un extraño pueblo sin nombre (un lugar simbólico) de un personaje que tiene la particularidad de no hablar, no porque sea mudo, sino porque ha tomada la obstinada decisión de no hacerlo. El libro se sumerge en el reino de la conjetura. Páginas y páginas, escritas con una prosa rica que despliega un léxico castellano rescatador de voces casi extintas.

El límite del sentido

Hidalgo Bayal ha construido un libro difícil, que está espléndidamente escrito, pero que no siempre supera el reto de evitar la repetición. El lector lo sigue porque no puede dejar de hacerlo si acaso se halla enamorado del lenguaje. Quizá no tenga otro lector, ni aspire a tenerlo, que quien esté dispuesto a seguirle por esa ruta de conjeturas sobre las causas últimas del silencio, el ser y la nada que el lenguaje impone. El límite del sentido. He dicho antes que más que narrativa esta novela era discursiva. Las referencias cultas combinan las fábulas bíblica con la literatura grecolatina y la áurea española. Los poemillas que va incluyendo hacen que la novela se interese sobre todo por el pensamiento, que es lo mismo que decir por las razones últimas del lenguaje. Ha querido aislar, como si fuese un tratado de filosofía, el momento en que sabemos que la Nada, Nadie, Nemo, representa a la vez el tiempo del origen y del destino. Novela selecta y minoritaria. Menos mal que siguen escribiéndose libros así.

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