LIBROS

«Mujeres en la oscuridad»: Ginés Sánchez, alegoría del mal

El autor de «Lobisón» nos propone una historia de dominación de tres mujeres, con ecos de Bolaño. Brillante en su escritura y riqueza. Lastrada por sus, a veces, excesivas complejidades

El escritor murciano Ginés Sánchez

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Cada novela de Ginés Sánchez (Murcia, 1967) es distinta a la anterior, y en todas logra definirse como uno de los mejores escritores que ahora publican en España. La razón principal de esa excelencia es su manejo del lenguaje, que elabora como un orfebre, imponiendo ese lenguaje sobre todo lo demás. Tanto que una novela como la presente, con casi seiscientas páginas de trabajadas imágenes, terminan por resultar abrumadoras. Uno la va leyendo con el doble sentimiento de admitir que se encuentra ante una obra importante, pero también preguntándose cómo no se ha dado cuenta, o nadie le ha dicho, que un estilo como el suyo, que tiende a la salmodia oral, que va proporcionando ribetes de genialidad en muchos momentos de su entrecortado fraseo , es muy difícil de sostener para cualquier lector, si acaso no se ve asistido por una historia y un juego de tramas que apoyen ese despliegue.

Y el caso es que hay una historia, mejor aún, tres, e iré a ellas enseguida, pero no estoy seguro de que haya sido buena la opción de crear un marco que va ocultando hasta el final su sentido y dejar que lo haga únicamente la cuarta parte de la novela, a la altura de la página quinientos. Comienza entonces el desenlace con la historia de Topala y todavía emplea cien páginas más en deshilvanar un ovillo que para muchos lectores -a este crítico le ha ocurrido- acaba siendo demasiado intrincado.

Entresijos del estilo

Cuesta decir esto ante una novela como la presente, que merece todo el respeto de un autor de los de verdad, entregado a una pasión por escribir que no ha ahorrado esfuerzos y trabajo, pero considero que la estrategia seguida ha ido en su contra, precisamente por el empeño en subordinar en exceso la historia a los brillantes entresijos del estilo. Cuando el lector llega al desenlace, tras una larga travesía compañero de la gran literatura, no agradece que, puestos a aclarar una historia que ha procedido de manera casi críptica, prosiga con añagazas de ocultamiento, en una trama entregada finalmente a un alegorismo del Mal que no termina de justificarse.

Por las razones antedichas, propongo una manera alternativa de leer esta novela. Se trataría de concebir las tres historias del trío femenino protagonista como tres novelas exentas, y que deje de tener importancia la estrategia de totalidad que ha querido vincularlas.

Humanidad de fondo

Porque como historias son en sí mismas muy valiosas . Podrían leerse por separado, saltando las otras y no serían deudatarias de nada que no fuera la presencia de tres mujeres de biografías muy interesantes, cuyo punto de gravedad es la dependencia. Ginés Sánchez es heredero de Bolaño , incluso en la presencia radical de las atmósferas y la oralidad del español americano, y se entrega a decir tres historias de dominación: la de Julia, que la vive en sus experiencias sexuales , la de Tiff, en su búsqueda de un cariño dificultado por la no aceptación social del lesbianismo, y la de la jovencita Miranda, que como prostituta ha sufrido toda la clase de sometimientos .

La novela, que parte de un viaje de las tres juntas, cobra su mejor desarrollo cuando a modo de «flash back» va narrando las historias individuales. Pocas veces he visto manejar el español americano con tanta eficacia , extraña en alguien que no es de allí. También resulta sobresaliente que lo escabroso de cada situación haya sabido salvar una humanidad de fondo, como si esas tres historias lo fuesen de víctimas representativas de tantas otras. Por ellas mismas se sostienen, y el recurso final al Malo, al profesor Amadeu Fuster, como un gran Kurtz emergente no creo que fuera necesario.

Por el contrario, sí resultan ineludibles las diferentes ventanas a un mundo de corrupción y hampa, sobre todo a través de la crueldad de distintos personajes sicarios, imagen de los infiernos. «Tres mujeres en la oscuridad» es, sin duda, una novela muy buena, literariamente podría calificarse de sobresaliente, y desde luego insólita en nuestro panorama literario , pero se ve lastrada por haber excedido con su marco narrativo las dimensiones razonables de una indiscutible genialidad.

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