LIBROS

Miguel Hernández, de puño y letra

Se publica una monumental y rigurosa edición -con inéditos- de las cartas del poeta de Orihuela

El poeta y su mujer Josefina Manresa, poco después de su boda celebrada el 9 de marzo de 1937
Carmen R. Santos

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Hace poco pudimos ver en nuestros escenarios «Los días de la nieve», de Alberto Conejero, emotiva pieza que nos ofrecía la visión de Miguel Hernández (Orihuela, 1910-Alicante, 1942) a partir de los ojos de su mujer, Josefina Manresa . Precisamente, como no podía ser de otra manera, Josefina es una constante destinataria de las cartas del poeta oriolano, quien, además de ser autor de una brillante obra lírica, se ha convertido en un mito , sobre todo, como sucede en el caso de García Lorca, por su temprana y trágica muerte en la cárcel franquista. Pero no es, claro, su esposa la única a quien el autor de «El rayo que no cesa» escribe hasta formar un nutrido epistolario que ahora nos llega en una impecable y monumental edición crítica, con material gráfico, amplio estudio preliminar y profusión de notas , de la mano de Jesucristo Riquelme, especialista en Hernández, con la colaboración de Carlos R. Talamás.

El volumen supone la recopilación del corpus más completo de la correspondencia hernandiana que abarca desde 1930 hasta 1942 -trascrita en orden cronológico-, incluye textos inéditos e incorpora una treintena de cartas de otros autores, también inéditas, dirigidas a Hernández, y algunos escritos de otras personalidades que establecen correspondencia entre ellas en torno a cuestiones relacionadas con el poeta. Entre las misivas en respuesta a las suyas, encontramos, por ejemplo, una de García Lorca , en la que tiene palabras elogiosas para su «Perito en lunas» -su primer poemario-, y le recomienda paciencia: «Los libros de versos, querido Miguel, caminan muy lentamente».

Conocemos, en este epistolario, lo más íntimo y sincero del autor de «El rayo que no cesa»

Las cartas de Miguel Hernández nos permiten conocer de su puño y letra su itinerario desde su Orihuela natal hasta su confinamiento en prisión, pasando por su asentamiento en Madrid y sus destinos en el frente, junto a, entre otros aspectos, referencias al arte literario, o cómo se lanzó a sí mismo: pastor-poeta , entre humilde y orgulloso. Así, al pedirle a Juan Ramón Jiménez que le reciba, se declara «inculto, tosco», pero con un oficio de «dioses paganos y héroes bíblicos» y llevando en su alma «una chispa de la hoguera que arde en la suya».

A su «guapísima y querídisima nena Josefina», a familiares y amigos -numerosas son las misivas enviadas a Ramón Sijé , a quien, a su muerte, dedicó un gran y célebre poema elegiaco , y significativas las remitidas a la escritora María Cegarra , en las antípodas ideológicas de Hernández, y, según algún biógrafo, enamorada platónicamente de él -, a figuras de las letras, este «muchachón de Orihuela», según le llamó Pablo Neruda, les habla con sinceridad, sin ahorrar lamentos y peticiones de ayuda. Un epistolario que nos muestra al Miguel Hernández más íntimo.

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