Gabriel Albiac
Gabriel Albiac - Adolfo Serra
FILOSOFÍA

El año de Michel Foucault

Así pasará a la historia 2015: como el año en que Foucault entró en el catálogo de la mítica colección La Pléiade, de Gallimard. Algo que convierte al pensador en un clásico

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Pasado medio siglo, es quizá la obra de Michel Foucault lo único que no envejeció del 68. Y, si en los trabajos posteriores a 1971 algo se vislumbra de la lengua de trapo que se apoderaría de sus seguidores –sobre todo estadounidenses– en los años ochenta, los escritos que van desde «L’histoire de la folie à l’âge classique» (1961 en su primera versión, 1972 en la definitiva) y «L’histoire de la clinique» (1963) hasta la «Archéologie du savoir» (1969) y su prolongación, «L’ordre du discours» (1971), siguen apareciéndonos hoy como el fundamento estable de lo mejor que produjo el fin de siglo en filosofía. Aunque eso mejor fuera la voladura de todo sentido. O quizá por ello.

Es lo que el lector percibe al releer ahora aquellos textos.

Más, si fueron los que marcaron sus años jóvenes. Es lo que el lector que sepa lo que se trae entre manos tiene que agradecer a los dos tomos en que la Colléction de la Pléiade, ese Olimpo de las letras francesas, joya de la corona de la mítica editorial Gallimard, acaba de recoger la totalidad de la obra foucaultiana. Soberbiamente editada y anotada: eso ni hace falta decirlo.

Belleza sobria

Esta edición de las «Oeuvres» de Michel Foucault, preparada, bajo la dirección de Frédéric Gros, por un equipo en el que se integran los más grandes de los discípulos foucaultianos, da –es la regla en La Pléiade– el texto definitivo de un autor al cual erige, por el solo hecho de figurar en su catálogo, en un clásico.

Nos sacude el estupor de constatar hasta que punto el siglo en que vivimos fue abierto intelectualmente por Foucault

Y no hay manera de no sentir una saludable envidia ante el proyecto gallimardiano: el rescate de los clásicos –y muy en especial de los franceses–, sean del horizonte y tiempo del cual sean. Con un aparato crítico impecable y una belleza sobria en el formato que carecen de equivalentes.

Es el acontecimiento editorial de 2015. A enorme distancia de cualquier otro. No sólo en filosofía. No sólo en francés. Y, aunque nunca lo hayamos olvidado, nos sacude el estupor de constatar, en esta cristalina edición, hasta qué punto el siglo en que vivimos fue abierto intelectualmente por aquel profesor prodigioso a cuyos cursos tuve el privilegio de asistir en 1973 en el Collège de France.

Una obra sobrehumana

Que Foucault haya dejado una obra de tales dimensiones al morir, en 1984, con sólo 57 años, es algo que hoy, desde la relectura de esta edición, parece sobrehumano. A mí me lo parece, al menos. Cualquiera de sus obras, tomada por sí sola, justifica una vida intelectual entera. El conjunto tiene una dimensión y una influencia únicas en la segunda mitad del siglo pasado.

No hay nada en el mundo editorial de 2015 que pueda ser, ni de lejos, comparado a eso. El año que pasó quedará para los estudiosos del pensamiento como el año en que Michel Foucault quedó definitivamente a la disposición de quienes no han perdido aún esa capacidad de jugar con las palabras a la cual el Fedro platónico llamara filosofía.

Ver los comentarios