LIBROS

Marlon James, el señor de los colmillos

Después de ganar el Premio Booker, Marlon James se adentra en una historia tan surreal e imaginaria que solo él puede mantener en pie

El jamaicano Marlon James, sorpresa de la crítica

Rodrigo Fresán

En teoría, la idea tal vez fuese más inevitable que buena; pero alegrémonos de que se le haya ocurrido ponerla en práctica a Marlon James . Autor primero de dos libros muy bien considerados por la crítica, James (Jamaica, 1970) conquistó a todos -incluyendo al Premio Booker de 2015 - con su amplia B reve historia de siete asesinatos : un recuento entre noir y mítico del intento de asesinato de Bob Marley en 1976 durante un muy politizado reggae-festival en el turbulento Kingstown.

James no dudó en definir a Marley como a un profeta a la vez que anticipaba que estaba trabajando -y he aquí la idea del principio- en una suerte de «traducción/traslación» del fantasy de J. R. R. Tolkien y George R. R. Martin y la space opera del Dune de Frank Herbert a la épica de inmemoriales leyendas africanas. Así es: Juego de tronos con sede en Wakanda . Y está claro que James -tan talentoso como astuto- sabía en dónde y en lo que se metía. Porque los defensores del género no dejan entrar a cualquiera en sus santuarios. Y, mucho menos, a esos escritores «serios» a los que, de pronto, se les da por salirse de lo suyo para entrar a jugar y a jugarse en lo ajeno. Dicho lo anterior Leopardo negro, lobo rojo se sale, sí, con la suya. Y da batalla y vence siguiendo sus reglas sin por eso desobedecer mandamientos ancestrales.

Saga de un solitario

Así -con la primera entrega de la denominada «Trilogía de la Estrella Oscura »: la saga del solitario pero de pronto muy acompañado Rastreador de olfato superdotado en la búsqueda de años de un chico al que el lector sabe muerto ya desde la primera línea- James ha tomado una decisión inteligente. No se apoya tanto en elfos o dragones sino en las maniobras mucho más interesantes del recientemente fallecido Gene Wolfe y su casi proustiano ciclo solar pasándolo por el filtro de Toni Morrison : entenderlo todo como si se tratase de la más realista de las novelas sabiendo que esa es la clave para conseguir las mejores fantasías.

Y hay mucho que realizar y describir -una de las claves del asunto- en Leopardo negro, lobo rojo : paisajes alucinantes, hombres que mutan en animales, ciudades maravillosas y terribles, polvorientos asesinos telekinéticos... y, por supuesto, mapas y palabras en diversos idiomas más o menos inventados por el autor a partir de dialectos remotos. Y -advertencia- mucho semen y sangre a derramar por el Rastreador con el elocuente silencio de un Clint Eastwood en los operísticos y desatados spaghetti-westerns de Sergio Leone (podría reprochársele a James, en más de un episodio, el caer en el lugar común). Pero, aquí, con una interesante vuelta de tuerca: el héroe de James -como el propio James- es lo que se conoce como un «shoga». Es decir: el Rastreador es gay; un hombre portador del «primer deseo» y quien lleva dentro esa mujer «que no puede ser extirpada».

El Rastreador -acaso lo más importante- es también uno de esos narradores poco confiables que se confunde, o más bien quiere confundir, con el trenzado de un primer cuarteto de historias en las que, finalmente y por ahora, poco es revelado. Pero a no preocuparse por -se sabe- aquí la palabra mágica es trilogía y esto no ha hecho más que empezar.

Bienvenidos a la jungla.

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