Fernando Pessoa, nombre esencial de las letras lusas
Fernando Pessoa, nombre esencial de las letras lusas
LIBROS

Literatura portuguesa, la imaginación que no cesa

La de Portugal es una de las tradiciones literarias más importantes de Occidente. Todo un universo en el que se cruzan autores fundamentales, variadas formas y estilos

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Decía Fernando Pessoa que quien sea portugués puede vivir únicamente de una sola personalidad, de una sola nación, de una sola fe. Plurales y diversos, tan locales como cosmopolitas y tan tradicionales como innovadores, los escritores portugueses han tratado de combatir su propia leyenda negra, su tragedia de olvidos y de periferias abriéndose al mundo. Sin embargo, durante gran parte del último siglo, los españoles hemos tenido de la literatura portuguesa una idea romántica y un hondo desconocimiento. Apenas un puñado de sus libros han formado parte de nuestro panteón de lecturas ilustres. No obstante, desde la aparición de Pessoa todo cambió, y descubrimos que no se trataba de una provincia cultural.

Y en ese universo podemos encontrar el vitalismo barroco de António Vieira, el furor vanguardista de Almada Negreiros, las múltiples metamorfosis de Pessoa, la imaginación de Almeida Faria, todos ellos editados bellamente ahora por De La Umbría Y La Solana bajo la dirección de Feliciano Novoa y A. Sáez Delgado.

Con António Vieira (1608-1697) la prosa portuguesa alcanza una de las cotas más sublimes. Vieira es tan imaginativo como moral, tan moral como político o civil. Sabe que la teología y la doctrina solo son nobles cuando cambian la vida de la gente, y que la literatura se convierte en arte elevado cuando aúna la naturalidad, la agudeza barroca y la eficacia narrativa de los Evangelios. Creador de alegorías, las suyas se sustentan en el principio de realidad, pero su realidad a menudo es disparatada, siempre busca el drama, remover el sentimiento.

Nueva sensibilidad

Hay veces que su imaginación se enfurece y se acelera tanto que sus visiones nos recuerdan a El Bosco y a Brueghel, incluso en la práctica del mismo arte moral, en la forma de seleccionar lo más sorprendente, incluso lo terrorífico. Por ejemplo, en este «Sermón de San Antonio a los peces», Vieira siempre se desliza hacia aquello que puede perturbar: peces con ojos desorbitantes, con fisonomías aterradoras. Porque Vieira hace llegar a la literatura portuguesa algo que, para ella, va a ser importante: la fantasía, la imaginación, la alucinación. En efecto, se ha hablado de la melancolía o la tristeza como esenciales en el alma portuguesa, pero se ha reparado poco en su carácter imaginativo, fantástico. Por eso la vanguardia en Portugal fue acogida con entusiasmo por los espíritus más libres y a la vez más histéricos: Pessoa, Sá-Carneiro, Almada…

Los escritores portugueses han tratado de combatir su propia leyenda negra, su tragedia de olvidos y de periferias abriéndose al mundo

La figura del pintor y escritor Almada Negreiros (1893-1970) vale por ella misma para llenar una época. Supo ver en el futurismo un movimiento fundamental en nuestro tiempo. Y con él, las ciudades, la tecnología, los nuevos modos de representación surgidos en la cultura capitalista. El futurismo en manos de Almada o de Pessoa deja de ser un mero episodio estético para convertirse en una nueva sensibilidad, en una nueva forma de ver el mundo moderno y de representarlo. En este sentido, la publicación entre nosotros de «Dibujos animados. Realidad imaginada» viene a señalar todo esto. Ya lo comenta el gran poeta y crítico de arte Enrique Andrés Ruiz en su magnífico prólogo: «Los dibujos formaban parte de los pertrechos de un hombre y de un mundo nuevos».

Y para cerrar el círculo, otro autor tocado por el estro de la imaginación: Almeida Faria (Montemor-o-Novo, 1943). En sus narraciones no solo existe un mundo absorbente, complejo y rico sino una radicalidad de lo que debe ser la novela hoy. Por eso hay que dar la bienvenida a esta publicación de «Los paseos del soñador solitario». Aquí Almeida Faria, no sin ironía y hasta un cierto soterrado humor, escribe un relato sobre un descenso a los infiernos o sobre una visita a otra realidad.

Metamorfosis

El relato, según él mismo ha declarado, surgió como respuesta a los dibujos realizados por Mário Botas y, como ellos, está presidido por el mismo reflejo de cambio, de metamorfosis: hombres que se convierten en animales, ciudades que esconden otros mundos. El guiño intertextual hacia Rousseau es muy significativo, porque ya no se trata de un paseo hacia una naturaleza que cura nuestras heridas, sino un relato onírico en una Nueva York espectral. Para ello Almeida construye un juego portentoso: un juego de narradores, un juego textual y un juego de personalidades fantásticas e inacabadas. En este relato todo es una proyección del yo.

Como vemos, todos estos títulos sirven para reflejar esa complejidad y riqueza de la literatura portuguesa y para señalar una corriente muy viva dentro de ella a lo largo de los siglos, esa que prefiere crear la realidad desde la imaginación. Porque, como decía Pessoa, las flores que se abren en la imaginación tienen colores que la realidad no permite.

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