LIBROS

Gutiérrez Aragón y la mirada femenina

El director de cine Manuel Gutiérrez Aragón también transita por la novela. En su última historia viaja, de nuevo, a su Cantabria natal

Manuel Gutiérrez Aragón José Ramón Ladra
José María Pozuelo Yvancos

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Cuatro mujeres, una madre y tres hijas llenan el espacio de esta novela, algunos de cuyos capítulos son narrados por ellas en primera persona, en alternancia con un narrador externo masculino, el amante de la mayor. Es muy importante el valle del Pas, la atmosfera rural que conecta una contemporaneidad con un cierto primitivismo de la vida del ordeñado de las vacas, o de llevarlas a que las cubra el semental. Furgonetas de múltiple uso, aldeas de difícil acceso, y una naturaleza que me ha parecido especialmente bien tratada, porque huye tanto del cuadro costumbrista como del naturalismo zolesco , si bien hay elementos que podrían hacer contiguos la dureza del medio y un cierto atavismo erótico nacido del contacto con lo animal. Gutiérrez Aragón ha dejado que algunas de estas cosas estén en la novela, pero soterradas.

Amor clandestino

Podría decirse que la fortuna estilística de su tratamiento narrativo radica en que no precisa decirle todo al lector respecto a lo que las escenas contienen y que no siempre se dice. La novela es más elocuente por lo que se calla o se supone . El elemento central es el perspectivismo, la mirada sobre lo que ocurre de las tres hermanas, desde la mayor -Valen, que ya sabe del amor clandestino-, a la jovencita -Bel, que comienza a querer saber-, o la menor -Clara, cuya discapacidad psíquica es central en el desenlace de una historia en la que hay una amenazante personaje-, pero sobre todo está la figura del padre ausente. Toda una historia de fugas, y de silencio que rodea el sufrimiento de la madre. Otro acierto es la dureza de ésta. Habría sido fácil imaginar un homenaje a la abnegada que lucha; más creíble, y más difícil de realizar, es describir la dureza y exigencia matriarcal para con unas hijas que son carga, y responsabilidad poco llevadera.

Y está la excelente figura del moro Abderramán, que ayuda en las faenas agrícolas y que está ahí, con un silencio que pareció amenazador al comienzo y que resulta protector. Conforme iba leyendo esta novela, en la que sucede mucho en un espacio acotado , pero que es contado a trazos, con momentos narrados desde focalizaciones incompletas, sin duda deudatarias de Henry James , iba diciéndome que únicamente la literatura puede romper los tabúes que se están cerniendo respecto al tratamiento de los asuntos que nos afectan. Incluso que de Abderráman se diga que es moro, y no haya sido sustituido por la sinécdoque de magrebí, o que la sexualidad femenina adolescente no sea aquí tabú sino que emerja con fuerza, o la crítica a cómo los sistemas educativos marginan al discapacitado. De todo esto habla la novela, pero lo hace sin prédicas como si la realidad , compleja, no precisase otra cosa que varios ojos mirándola.

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