«El jardín de las emoji-delicias», proyecto de Edurne Herrán para ARTIUM
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ARTE

La escritura invisible

No es la primera vez que Cees Nooteboom se acerca a la obra de un artista. Ya lo hizo con Max Neumann, con Velázquez, con Zurbarán... Le toca el turno ahora al autor de «El jardín de las delicias». Y el resultado es un ensayo redondo

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Cuentan que cuando Cisneros invitó a Erasmo a trasladarse a España para colaborar en la Biblia políglota que preparaba, el autor de «Elogio de la locura» contestó secamente: «Non placet Hispania». Complejos y varios pudieron ser los motivos de esa desafección, pero seguro que Cees Nooteboom (La Haya, 1933) jamás habría afirmado lo mismo. En lo que sí coinciden los dos ilustres holandeses es en su atracción por la pintura; la relación de Erasmo con Hans Holbein El Joven, por ejemplo, constituye un capítulo crucial de la Historia del arte. Acaso no se puede separar, en Nooteboom, el afecto a España del amor por la pintura. Porque, después de leer con fascinación « El Bosco. Un oscuro presentimiento», tengo claro que de lo que se trata es del misterio del amor.

La obra de Nooteboom tiene al menos cuatro caras: la narrativa de ficción, los relatos de viaje, la poesía (un centro que ilumina lo demás) y los textos sobre las imágenes pictóricas de Velázquez o Zurbarán, de Hopper, de los holandeses (Brueghel, Rembrandt, Vermeer), de los italianos (aún inéditas en español sus « Venezianische Vignetten»)... Ha escrito poemas con los últimos grabados de Picasso o con los bodegones de Modersohn-Becker, pero el texto capital es su diálogo con la pintura de Max Neumann « Autorretrato de otro» (Calambur, 2013).

Labor titánica

El escrito pertenece al tipo poético denominado écfrasis, que consiste en el intento de transcripción verbal de una o varias imágenes pictóricas. Ejercicio condenado al fracaso (la imagen y la palabra trascurren siempre por estratos diferentes), no obstante, cuando se «logra» el intento de «llevar hasta el final» (eso es literalmente lo que significa el término griego) semejante imposibilidad, el encuentro del verbo y la forma plástica permite un estiramiento de la lógica que ha dado frutos impresionantes de belleza poética.

En «Autorretrato de otro», a partir de 33 dibujos que Neumann envió a la casa de Nooteboom a Menorca, nos ofrece un libro en el que cada texto dialoga uno a uno con los dibujos. Por medio del uso de innumerables verbos de actividad, el poeta rastrea la casa del ser en el hacer y en el deshacer de la cotidianeidad, de las imágenes y de los sueños de ultramar. Al final sentimos una paz que se podría calificar de espiritual.

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