Una vista del montaje de la exposición
Una vista del montaje de la exposición
ARTE

Dalí como escenografía, Calatrava como escenario

La estación de tren diseñada por Santiago Calatrava para la ciudad belga de Lieja acoge una exposición sobre Salvador Dalí que se aparta de lo habitual y prima la escultura y la teatralidad

Lieja Actualizado: Guardar
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Mucho se ha hablado en Lieja y en Bélgica del hecho de que esta exposición «una» a Santiago Calatrava y Salvador Dalí –el uno como continente, el otro como contenido–, como si eso produjese un fenómeno de realimentación entre las obras de ambos. Lo cierto es que esto resulta, en parte, dudoso. Es cierto que las esculturas de Dalí colocadas enfrente de la estación y en la apertura de su nave principal funcionan como reclamo; también que uno y otro comparten la tendencia a la espectacularidad. Pero no se genera un diálogo claro entre ambos. Los elefantes y figuras humanoides de Dalí se pasean por delante de la estación de Calatrava –que tiene algo de gigantesco fósil de ballena–, pero no terminan de unirse a ella.

La exposición propiamente dicha, por lo demás, está en un recinto de exposiciones dentro de la estación donde la estética de Calatrava está más bien ausente. Se trata de un cubo blanco bastante clásico, si acaso de un techo más bajo de lo normal por las limitaciones que le imponen las necesidades de la estación propiamente dicha. Calatrava está fuera, Dalí dentro.

Espíritu teatral

Pero esto no es realmente un problema, ya que la exposición merece en sí misma la visita. Hablando de Dalí parece que ya está todo mil veces dicho, visto y sabido. Pero esta exposición consigue salirse por la tangente, presentar aspectos de la obra de Dalí poco trillados y hacer que lo archisabido y hasta tópico resulte –al menos– visualmente divertido y ameno.

El espíritu de esta exposición es, ante todo, teatral. Desde la primera sala nos encontramos con decorados y teatrillos que reproducen las obsesiones dalinianas a través de sus iconos más conocidos. Ojos, relojes blandos, conchas, huevos, reproducciones de la Venus de Milo y otros motivos habituales de la obra de Dalí se reproducen en la decoración de las salas, ayudando a crear espacios temáticos donde encajar la obra del artista catalán. Y se empieza fuerte, con una selección de frases dalinianas en las que dominan –no podía ser menos– las «boutades». Tras esto se pasa a una sección sobre la niñez de Dalí y las obsesiones que le acompañaron durante ella: la sombra de su hermano muerto cuyo nombre llevaba, el « Angelus» de Millet como eterna referencia…

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