MÚSICA
Conciertos desde casa: ¿calidad o postureo?
Proyectos con grandes estrellas como «One World: Together At Home» inundan las redes. Pero, ¿merecen de verdad la pena?
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A favor
El Boss ataca «Land of Hope and Dreams» con una guitarra acústica, su inconfundible voz aguardentosa y el acompañamiento de Patti Scialfa , su mujer, corista pelirroja y cristalina. Una escena doméstica, sencilla, «Jersey4Jersey» se llama el mini recital benéfico que anda rulando por las redes. «Deja atrás tus tristezas. Mañana saldrá la luz del sol y toda esta oscuridad habrá pasado. Reúnete conmigo en una tierra de esperanza y sueños». Da la impresión de que Bruce Springsteen te canta solo a ti , pero para sus fans no es una sensación nueva: cuando ofrece un concierto en un estadio preñado de 60.000 almas, también tiene ese tono íntimo, personal, en el contexto de una juerga masiva. Entre la avalancha de memes, ocurrencias, chistes malos y discursos desabridos que inundan nuestros móviles estos días, recibir un enlace para entrar en la casa de Bruce y Patti -su Jersey girl , a la que besa cariñosamente en cada entreacto- y que te canten un par de temas es un regalo.
Habrá quien hable de oportunismo, de ganarse unos dólares o invertir en afectos en mitad de una temporada perdida, pero, ¿alguien cree realmente que estos músicos que participan en recitales confinados necesitan dinero -los fondos recaudados van, además, a la lucha contra el virus- o reconocimiento? Estas experiencias en pantalla no pueden sustituir a una misa laica de estadio o de pabellón, pero proyectos como «One World: Together At Home» , con participación de grandes artistas, merecen la pena. Conmueve ver a Lady Gaga , con su imponente chorro de voz, haciendo una cover, al piano y sin (apenas) maquillaje, de «Smile» , la tonadilla eterna de Charles Chaplin con letra de Geoffrey Parsons. Otra cosa es el karaoke global que organizó el canal oficial de YouTube de los Beatles para cantar las canciones de Yellow Submarine . Todo tiene un límite. Por MIGUEL ÁNGEL BARROSO.
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En contra
¿Posicionarse en contra de que las grandes estrellas nos canten desde sus casoplones en un momento en el que todos necesitamos evadirnos de nuestros casoplines? Es atrevido, sin duda, e impopular, pero no puedo evitar acordarme estos días de mi abuelo Rafael sentado en su pequeño salón de Guadalajara, repitiendo, cuando ya estaba postrado por un ictus traicionero y llevaba años de cuarentena forzada, que ningún concierto de los que escuchaba por la radio podía igualarse jamás a las escapadas con mi yaya Antoñita, en su Seat 1.500, para ver a Pepe Marchena o Juanito Valderrama en el Teatro Circo Price de Madrid. Y eso que él no ha visto a Charlie Watts tocando el sillón de su mansión como si fuera una batería, con los ritmos grabados de fondo y una sonrisa rara, en la reciente actuación casera de los Rolling.
¿No sería mejor, digo yo, ponerse en YouTube aquel mítico primer concierto de Jagger y compañía en Madrid, en 1982 , con la impresionante tormenta cayendo sobre el Vicente Calderón y todo el mundo bailando como si el mundo se acabara? O, mejor aún, abrir aquel disco al que nunca le quitaste el plástico. Por no hablar del espectáculo bochornoso de Paulina Rubio desde su casa en Miami , balbuceando su «yo me quedo en causa» [sic] y desapareciendo de la pantalla para vete tú a saber qué, en el evento de Lady Gaga . No niego que haya músicos haciendo cosas bonitas, pero percibo una hiperactividad enfermiza de actuaciones confinadas y organizadas por empresas y cadenas -de pago, eso sí- que «reivindican el papel de la música en estos tiempos complicados», como dice un anuncio, cuando en tiempos mejores organizaban más bien poco. Yo, si me permiten, prefiero guardar fuerzas para desgañitarme en directo cuando nos concedan el tercer grado. Algo que, a buen seguro, nuestros ídolos también agradecerán. Por ISRAEL VIANA.
