LIBROS

Cómo salvar los muebles del desastre mundial

Amin Maalouf analiza en «El naufragio de las civilizaciones» el origen y el fin del choque de culturas. De sencilla lectura, el ensayo resulta perfecto para que el lector medio conozca Oriente y Occidente

El escritor libanés Amin Maalouf

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Lo mejor que tiene Amin Maalouf (Líbano, 1949) es su capacidad para divulgar ya sea en su faceta de novelista como en la de ensayista. A él lo conocimos y aún lo reconocemos por su éxito -un clásico en la lista de «best seller», de fondo de biblioteca-, «León el Africano». En las páginas de la que fue su primera novela escrita en francés (1986), narró el periplo de un viajero de larguísimo nombre (Hasan bin Muhammed al Wazzan al-Fasi), en cuya trayectoria vital se tejen y destejen las costuras de ese mapa que dibujó el Islam y la Cristiandad en tiempo del Renacimiento, el siglo XVI. Si aún pueden encontrar este título, se lo recomiendo porque ya saben que para entender el presente -y este nuestro muy en concreto- hay que conocer el pasado al dedillo y Maalouf no solo abruma en esta historia con los datos y recreaciones sino con la capacidad de seducir a quienes buscan respuestas sobre ese «universo levantino» que ha sido y es cuna y tumba de tantas cosas.

Estas mismas virtudes son las que destacan en su último ensayo «El naufragio de las civilizaciones» que, en cierta medida, sigue la estela del histórico viajero en ese cruce de fronteras y culturas entre Oriente y Occidente: de El Cairo, a Beirut, el Líbano .... Sin duda, una de las obsesiones intelectuales del Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 2010 . «El naufragio de las civilizaciones» encaja en estos tiempos como lectura perfecta e ilustrativa, de principio a fin, para aquellos que quieran saber o entender los tejemanejes de esa geopolítica contemporánea que tiene que ver más con atentados suicidas que con diálogos interculturales. Como el mismo Maalouf señala: «Las luces de Levante se apagaron. Luego, las tinieblas se extendieron por el planeta. Y, desde mi punto de vista, no se trata de una simple coincidencia».

Tierra prometida

Un libro lleno de la mejor erudición -la que se escribe en primera persona, casi en un tono memorialístico- pero en absoluto plomizo , pretencioso, académico, sobrado de doctrina o geopolítica de conferencias con traducciones simultáneas, entrecruzadas y liosas. Si algo le sobra puede ser una pizca de ingenuidad porque la máxima de cualquier tiempo pasado fue mejor -«mi familia materna siempre tuvo la impresión de que la habían expulsado injustamente del paraíso terrenal», apunta casi en el arranque del ensayo- no tengo muy claro que sirva a a estas alturas de los acontecimientos para salvar los muebles en este naufragio de civilizaciones que tan bien disecciona Amin Maalouf.

Ese paraíso o tierra prometida es el Egipto donde nacen y viven tantos intelectuales y referentes, pilares de la cultura occidental (Ungaretti, Cavafis..), donde era fácil prosperar si uno se lo proponía, como su abuelo; es su capital El Cairo, a la que Amin Maalouf llega de niño porque su padre -un combativo periodista del Líbano- «amaba por su efervescencia cultural, sus poetas, sus pintores, sus músicos, su teatro, su cine...».

Maalouf compone un puzle fragmento a fragmento a través de vivencias y reflexiones que mezcla con sabiduría

¿Y en qué momento se fue todo el traste? Ese es el puzle que compone fragmento a fragmento Maalouf a través de vivencias y reflexiones que mezcla con sabiduría: desde Churchill y sus errores sobre esos territorios coloniales que no quiere soltar ni a tiros, a la gran esperanza y decepción de Nasser, las peculiaridades desaprovechadas del Líbano y su Beirut natal, los tejemanejes occidentales en Siria, Irán y sus dictadura fundamentalista, la ensoñación fracasada del comunismo... Puestos a ser precisos, aunque los recuerdos duelan, Maalouf no falla cuando afirma que «el enfrentamiento empezó en Egipto el siglo pasado, y acabó por tener repercusiones en el mundo entero... desde el Sáhara hasta las torres gemelas neoyorquinas, que atacó y destruyó un comando suicida al mando de un militante islamista egipcio». Egipto principio y fin de este periplo.

Pero Maalouf no se agazapa cuando esboza ejemplos que podían haber cambiado el curso de los acontecimientos o enarbola el nombre de líderes como Mandela , en cuyo ideario se ampara para reconducir los acontecimientos: «La magnanimidad es en algunas ocasiones una habilidad, y la mezquindad, una torpeza». No sé si ya es demasiado tarde.

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