ARTE

«La Bienal de Sao Paulo se preocupará por la diferencia»

Gabriel Pérez-Barreiro, director general del evento brasileño, nos habla del desafío de «afrontar el peso de la Historia en la bienal y del papel del comisario»

Gabriel Pérez-Barreiro

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Ballester Moreno no es el único nombre «en español» de la nueva edición de la bienal brasileña. El gallego Gabriel Pérez-Barreiro es su director general y así la concibe.

¿Cómo se afronta la dirección de una cita tan prestigiosa como ésta?

Es un desafío. La de Sao Paulo es la segunda bienal por antigüedad, nacida en 1951. Por eso lo primero que me planteé fue reflexionar sobre su Historia y trascendencia, y determinar que el modelo de bienal centralizada con un tema es algo relativamente nuevo en su devenir. El desafío era llevar a cabo un ajuste en el que el comisario o curador dejara de ser la base para invitar a siete artistas que me acompañaran en un proceso no centralizado, en el que cada uno contara con una exposición autónoma en la que su obra quedara contextualizada con otros autores.

¿Qué se gana con eso?

Así se cuestiona el modelo operante y se diversifica la experiencia de visitar una bienal como ésta, que tiene lugar en un edificio inmenso de 25.000 m2. Abarcarlos en una sola expo es algo que agota a cualquiera. Romperlo y contar con discursos diferentes me interesaba.

«El título 'Afinidades afectivas' es una invitación a la entrada de públicos sin que estos se sientan descalificados por desconocimiento»

Todo ello queda englobado bajo el título de «Afinidades afectivas». ¿Por qué esa filosofía?

He querido buscar un título que hable no de algo externo al arte, algo que el arte viene a ilustrar, para ocuparme de dos cosas: de cómo las obras de arte se relacionan, es decir, de cómo en la mirada del artista hay una especie de museo imaginario funcionando, un contexto que ayuda a entender su producción; y para ocuparme del público, pues es ésta una bienal que suscita el interés de mucha más población que la de la ciudad. Es importante no hacer una bienal que sólo atienda a los profesionales, sino que tenga en cuenta a un público heterogéneo y no necesariamente especializado. Quería preguntarme qué pasa con esas, digamos, 800.000 personas que son de aquí y que no viajan a otras bienales, pero que ven en ésta su gran momento de acercarse al arte actual. La afinidad esquiva es eso: una invitación a la entrada de otros públicos sin que estos se sientan descalificados por desconocimiento. El título viene de dos fuentes: las Afinidades electivas de Goethe, (1809) y la tesis doctoral de Mario Pedrosa sobre la naturaleza afectiva de las formas en la obra de arte.

¿Cuál es la ventaja de este comisariado en cascada?

Subraya cierto interés en la diversidad. Una de las herencias pesadas del Modernismo es pensar que arte es tal o cual cosa. Arte era pintura. Luego resultó que era el videoarte, la performance o la foto. Hoy ya podemos entender que es todo eso y más cosas. Quiero pensar que la bienal reflejará, al asentarse en siete miradas, en la preocupación por la diferencia y los lenguajes paralelos.

¿Y qué ocurre cuando los artistas se comisarían a sí mismos?

El concepto de curator se ha ido ampliando en sus formas, mientras se reduce la formación que se le exige. Ahora con 21 años puedes sacarte un título y estar en el mercado laboral. Se ha dado más importancia al gesto y se ha perdido el papel del artista, que queda instrumentalizado. Solo sirven cuando son capaces de articular un discurso previo del curador. Realizar un gesto que invierta esta tendencia me parece muy necesario, porque se pierde mucha riqueza implícita en el proceso de producción de la obra de arte.

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