ARTE

Bienal de Lyon: ambiciosas expectativas, resultados desiguales

La Bienal de Lyon es una de las más asentadas en Europa. Su decimoquinta edición, no obstante, se pierde en la pluralidad de denuncias sobre el mundo actual que saca a relucir

Una de las instalaciones de la Bienal de Lyon

Francisco Carpio

Dentro de la poblada -a veces en exceso- galaxia de las bienales de arte contemporáneo , la de Lyon ocupa ya un lugar asentado y respetado, cumpliendo este año su edición número XV. Una de sus novedades es la utilización, como sede principal, de las antiguas fábricas de Fagor , con casi 30.000 m2 de espacio expositivo situados en el centro de la ciudad, lo que le da una notable magnitud física y unas interesantes -al menos en teoría- posibilidades expresivas.

Estos potentes espacios industriales aportan a los artistas la sugestiva cuota de memoria de un tiempo pasado, a la vez que les invita a establecer diálogos y sinergias políticas, poéticas y ecológicas dentro de un escenario de intercambios. De hecho, esta carga de energía y potencia en ocasiones se impone a su trabajo, que queda superado por su poderoso entorno.

La sección principal se articula sobre cuatro ejes: «Cortocircuitos», «Cruce de paisajes», «Mutaciones plurales» y «Vasos comunicantes» . Además de ese fortísimo espacio cuenta también con el Museo de Arte Contemporáneo de Lyon y con dos intervenciones públicas en el centro de la ciudad.

El equipo curatorial del Palais de Tokyo de París, compuesto por un total de siete jóvenes comisarios, es responsable de esta propuesta, lo que también otorga a la bienal un carácter ciertamente singular. La idea matriz consiste en desplegar una visión artística múltiple y abierta , con especial atención a las cuestiones que ocupan y preocupan a nuestra sociedad actual. Se trata, pues, de construir una suerte de paisaje (con todas las connotaciones que este término sugiere), en el que el espectador, como en un viaje visual, emocional y conceptual, deberá jugar un activo papel, descubriendo, observando, escuchando, interactuando, sintiendo y viviendo una plural experiencia.

Viaje emocional

Los resultados, sin embargo, son irregulares y en ocasiones confusos. Esta pluralidad de enfoques y lenguajes (en los que priman las instalaciones, los materiales pobres, las formas orgánicas y la hibridación de lenguajes, en conjunción con diversas estrategias tecnológicas) construyen un tejido de miradas tal vez demasiado diverso, por no decir disperso, en el que resulta difícil percibir un nexo y un verdadero diálogo con el espacio que las rodea.

El título de la bienal, Donde las aguas se mezclan , hace referencia a un poema de 1985 del escritor Raymond Carver. Este guiño poético -quiero pensar- invita a reflexionar simbólicamente sobre el dinámico y plural poder del agua, como un revisitado Panta Rhei heraclitiano; un cauce que actúa como vehículo de fusión, mestizaje y conexión entre los distintos flujos humanos y materiales característicos de la sociedad capitalista contemporánea. No hay duda de que, independientemente de los resultados, las intenciones son buenas y pertinentes, dada la realidad de nuestro mundo, en el que el arte debe ser uno de sus polisémicos y críticos reflejos especulares (que no espectaculares). La nómina de artistas participantes está compuesta por más de cincuenta nombres , procedentes de territorios urbanos y culturales tan dispares como Bangkok, Buenos Aires, Nueva York, Johannesburgo, París, México, Moscú, Oslo, Roma o Zúrich, entre otros, y que cumplen un cupo genérico paritario.

Sin grandes nombres

Otra característica distintiva es el hecho de no haber optado por «grandes» nombres del panorama artístico internacional. Resulta evidente que se ha preferido primar la diversidad y la «frescura» por encima de una apuesta más segura. La lectura que hago de esto es, en principio, positiva. Obviamente es imposible dar cuenta de todos, pero sí que pienso en algunos nombres que a mi juicio cumplen más y mejor los ambiciosos objetivos trazados: nombres como los de Stephen Powers, Felipe Arturo, Rebecca Ackroyd, Fernando Palma, Stephan Thidet, Minouk Lim, Pamela Rosenkratz, Gustav Metzger, Mire Lee, Chou Yu-Chang, Thomas Feuerstein, Marie Reinert, Jenny Feal o Aguirre Schwarz.

Por otro lado, debo señalar la absoluta falta de representación de españoles , una realidad que, desgraciadamente, es práctica habitual dentro del panorama de las bienales y del arte más actual en general. Las razones de ello, en mi opinión, están vinculadas a una mala -o casi nula- política oficial de apoyo a la difusión y promoción internacional de nuestros artistas. En este sentido, y como única excepción, aparece la presencia de un solo autor español, el valenciano Escif , vinculado al mundo del graffiti, que participa en Veduta , uno de los programas paralelos.

Finalmente, destacar que se han programado también una serie de proyectos expositivos paralelos articulados en cuatros apartados: el mencionado Veduta, Joven creación internacional, Exposiciones asociadas y Resonancia , que convierten durante unos meses al área urbana de Lyon -y toda la región que la contiene- en un dinámico centro de actividades artísticas contemporáneas.

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