ARQUITECTURA

Arquitectos en la «sombra»

Norman Foster, Richard Rogers y Renzo Piano tienen sus parejas de hecho en España. Sus «tapados», sus estudios de confianza, con los que realizan algunos de sus más relevantes proyectos

Norman Foster José Manuel Ballester
Laura Revuelta

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Salón de Reinos

Un Salón de Reinos para Carlos Rubio

Detrás de todo gran arquitecto de brillo interestelar que trabaja en España hay otro gran arquitecto del que casi nadie habla , apenas se sabe de su existencia, y cuyo nombre se escribe y se pronuncia en español pero en un tono muy bajo. En las inauguraciones, nadie pregunta por él, pero puede que sea el que mejor conoce lo bueno y lo malo, lo que luce a la luz del día y lo que reluce en las sombras del trabajo que lleva entre manos. Pero, como reza el refrán, «unos llevan la fama y otros cardan la lana». Cada cual asume su papel a la perfección, pero el uno no se entendería sin el otro y el proyecto no llegaría a buen puerto sin ambas personalidades remando en la misma dirección.

Carlos Rubio

Si traducimos al español el nombre de Norman Foster (Manchester, 1935) sale en primera instancia Carlos Rubio (Barcelona, 1950). No obstante, sir Norman Foster tiene unos cuantos alter ego porque sus encargos por estos lares se multiplican como las setas. Entre todos ellos, destaca la ampliación del Museo del Prado. «El Salón de Reinos (antiguo Museo del Ejército) es sólo una pequeña parte, pero importantísima, del desaparecido Palacio del Buen Retiro. Con el Salón de Reinos se completa el “campus del Prado”, añadiendo a los edificios, Villanueva, Jerónimos y Casón, una nueva pieza sobre un espacio urbano de primer orden que tiene una clara vocación peatonal. Ante todo, se trata de un proyecto respetuoso con la Historia y comprometido con nuestro tiempo». No habla Norman Foster, sino Carlos Rubio, pero ¿quién nota la diferencia? En este tipo de trabajos tan relevantes y mediáticos se requiere una complicidad absoluta: si preguntas a Norman podría contestar Carlos, y viceversa: si preguntas a Carlos podría contestar Norman.

De tú a tú

«Estar con Foster es todo un privilegio. Verle dibujar y analizar los distintos temas que van surgiendo resulta una experiencia muy estimulante y enriquecedora, además de inolvidable. Trabajar con Norman está resultando muy fácil, es una persona muy inteligente, reflexiva y atenta que tiene, entre otras muchas, la virtud de saber escuchar. Escucha atenta y relajadamente y eso es algo que no abunda hoy en día». Imagino que habrán adivinado quién se explica de los dos: Carlos Rubio que, además, tiene una larga trayectoria que no se abre ni se cierra con estas palabras laudatorias sobre su último «asociado». «He colaborado con muchos arquitectos incluso extranjeros, pero nunca con uno de renombre», remata.

Los proyectos de su estudio se integran en la geografía urbana de Madrid ( Mercado de la Cebada, Madrid Río, Mahou-Calderón, Banco Popular... ), Helsinki (Biblioteca de la ciudad)... Por eso llega la hora de definirse como arquitecto, sin ser la parte contratante de la primera parte: «Una característica del estudio es que siempre pretendemos ofrecer soluciones positivas que eviten problemas innecesarios. Entendemos la arquitectura como un servicio no exento de una importante carga propositiva. Decimos muchas veces que es un arte basado en la necesidad. Lo que no se necesita no se construye, o no debería construirse, pues nada es más insostenible que lo innecesario».

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Centro Botín de Santander Enrico Cano

Luis Vidal se pasea por el Centro Botín

Nacido en Barcelona en 1969, Luis Vidal es ya todo un experto en las oscuras labores de ser el «tapado» de otro colega suyo en la profesión, pero cuyo nombre y apellidos lucen y relucen más que su sol. Antes de Renzo Piano (Italia, 1937), con quien se ha paseado por el Centro Botín al borde del abismo de la Bahía de Santander durante los últimos años, estuvo Richard Rogers (Florencia, 1933) y el proyecto en el que volaron de la mano sin estrellarse fue el de la T4 del aeropuerto de Madrid-Barajas. Luis Vidal era joven, veintiséis años, y tenía una tesis sobre aeropuertos en la maleta de su primer viaje iniciático. Por aquel entonces, trabajaba en el estudio de Luis Lamela y necesitaban un socio extranjero para presentarse al concurso de la ampliación del aeropuerto madrileño. Logra convencer a Richard Rogers y de ahí directo a dirigir el proyecto, a crear su propio estudio y lo que ustedes ya conocen: vuelos que salen sin parar desde una de las terminales más increíbles (arquitectónicamente hablando) del planeta Tierra. Uno de los grandes proyectos de las últimas décadas, de los más retratados en libros y revistas con permiso del Guggenheim bilbaíno. Rogers ha llegado a afirmar que «es una persona íntegra en la que confluyen el talento para el diseño y la gestión de proyectos. Y siempre con simpatía y buen humor».

Luis Vidal

El día de la inauguración del Centro Botín de Santander, el pasado 23 de junio, Renzo Piano fue el foco de todas las atenciones, preguntas y parabienes, centro de las fotos y de las comidas, meriendas y cenas con las autoridades e invitados. Y, ¿quién se acuerda de Luis Vidal, que también andaba por ahí, entre la multitud de propios y extraños? Su equipo de prensa que, por supuesto, insistió en que habláramos también con él, y lo hicimos. En alguna entrevista, Vidal ha confesado que lo que le atrae de un proyecto nuevo son los retos y que, por ende, están acostumbrados a resolver problemas concretos. Esta idea se relaciona directamente con lo que apuntaba unas líneas más allá Carlos Rubio. Al cabo, el arquitecto como alguien que trabaja para mejorar la vida de los ciudadanos desde la innovación.

¿Ha cambiado el discurrir cotidiano de los habitantes y visitantes de la ciudad de Santander desde la conclusión de las obras del Centro Botín? Doy fe que sí. Todos los problemas que planteó este espacio en una ciudad de corte muy clásico se han ido solucionando uno a uno. E imagino a Luis Vidal y su equipo (él siempre habla en plural) –con Renzo Piano al fondo en el horizonte y la batuta erguida– realizando trabajos más complejos. Por ejemplo: ¿quién dio con la tecla del recubrimiento de la fachada que parece una camaleónica piel de serpiente : a ratos blanca, a ratos gris, a ratos azul mar Cantábrico? Se hicieron muchas pruebas hasta que se dio con la clave. Renzo Piano es mediterráneo cien por cien y Luis Vidal ha dejado huella en muchos de sus trabajos de la importancia del color. Él fue el artífice de las tonalidades de la T4. El resultado es un edificio que se pasea por los cuatro costados: del techo al suelo. Nunca había visto, hasta la fecha, una construcción con la que el público puede interactuar tan de piel a piel.

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Estación de AVE de Orense

Cabanelas, de la mano de Foster en Orense

El pasado mes de junio, día 26, el periódico Faro de Vigo lucía el siguiente titular: «Norman Foster prepara para Orense una estación intermodal para un millón de viajeros». Acto seguido se especificaba el presupuesto (150 millones de euros) y en las últimas líneas de la información aparecía el nombre del «tapado» español: Juan Carlos Cabanelas y su estudio. Un profesional local, que va a poner en pie, finalmente, un trabajo cuajado de problemas en la carpeta «administrativa», que lleva suspendido de las vías unos cuantos años. El orden de los factores no altera el producto, pero está claro que lo que prima es la «pasta». La historia, como otras tantas en las que han participado arquitectos de renombre, administraciones locales, elecciones, políticos, empresas, presupuestos... en los últimos años ha tenido sus más y sus menos. Como no es el objetivo de estas líneas buscar culpables, paso de puntillas por los tejemanejes de turno más propios de una sección de sucesos varios. El caso es que el proyecto lleva como fecha originaria el año 2011 y estamos en el 2017.

Juan Carlos Cabanelas

Tan solo copio las palabras de Cabanelas tras el «renacimiento» de la idea: «El que marca el criterio es el cliente. Nos dijeron que no había dinero para el proyecto del concurso, pero se mantiene la impronta de Foster y la calidad que lo caracteriza. Aunque el proyecto que ganó en 2011 era buenísimo, si no podemos hacerlo ahora habrá que adaptarlo a una nueva realidad económica. Quizá en el futuro se pueda rematar ese cubrimiento de vías que queda sin rematar». Y concluye: «Juan Cabanelas podría equivocarse, pero Foster & Partners no comete errores».

En la historia reciente de la arquitectura en España, casos como este se han dado unos cuantos. Tiempos de bonanza en los que el arquitecto de postín era reclamado para dar un baño de riqueza a la ciudad o capital de turno y una crisis que pone a todos en su sitio: en la lista del paro total de la obra hasta nuevo aviso.

En los orígenes de este proyecto de la estación del AVE figura, precisamente, Carlos Rubio como alter ego de Norman Foster. Así puede verse en la página web de su estudio con fecha de finalización en 2011 y las pertinentes explicaciones. «Todo el edificio se envuelve en una piel de aluminio blanco, con grandes perforaciones, que dará sombras, transparencias y reflejos al volumen. La nueva estación intermodal de Orense será un volumen de escala fragmentada, fácil de asimilar por la ciudad y sus habitantes, con múltiples matices de color y reflejos que varían con los días y las estaciones, que responden al cielo y a los verdes que incorpora el proyecto».

Está claro que es lo que no van a poder disfrutar los usuarios de esta estación, un proyecto no del todo fiel a su original (un Foster de medio pelo, pero Foster al cabo) al que había que meterle mano con la experiencia de un arquitecto que podríamos definir como todoterreno, que ni siquiera tiene una sofisticada página web, cuyo perfil pasa por la discreción de quien se ha bregado en las calles de su ciudad natal y sabe de sus límites y limitaciones. A veces, un arquitecto vale tanto para un roto como para un descosido , aunque este sea muy gordo.

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