Marcello Mastroianni, a quien Vilas identifica con José Antonio Mesa Toré
Marcello Mastroianni, a quien Vilas identifica con José Antonio Mesa Toré
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Espejismos en Málaga

Málaga es la ciudad con más escritores por metro cuadrado. Bromas aparte, Vilas se pierde por la «ciudad del paraíso»

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Me gustan los hoteles de Málaga, hoteles en cuyas azoteas hay piscinas al lado de la torre de la Catedral. Hay un hotel que fue propiedad del marido de la poeta María Victoria Atencia. Si te metes en la piscina de ese hotel, tienes la sensación de estar bañándote con la Catedral, en un espejismo óptico exaltado por la perturbadora luz del Mediterráneo.

He ido a Málaga de todas las maneras posibles: en AVE, en avión y por carretera. Solo me falta el barco. Vicente Aleixandre llamó a Málaga «ciudad del paraíso», pero ahora todas las ciudades de la tierra son paradisiacas. Málaga es una ciudad llena de poetas, actores, narradores, etc.

Me dice el poeta Juan Manuel Villalba que desde su casa se ve el mar y me invita a su casa, así es Juan Manuel, generoso siempre.

Presenté la estupenda novela El protegido, de Pablo Aranda, en la Feria del Libro de Málaga. Pablo Aranda me mata de risa cuando me manda emails. Hay escritores malagueños que hablan de Málaga y del Perchel y de la calle Cuarteles en sus ficciones pero que ya no viven en Málaga, como Antonio Fontana. Fontana creció en la Málaga de los años sesenta y setenta del siglo pasado, tan distinta de la actual.

ME GUSTA PERDERME por las calles del entorno de la Catedral. En esos bares se come de lujo. Estuve leyendo poemas en el festival Irreconciliables. Me presentó la poeta María Eloy-García, a quien conocí una noche malagueña de hace unos años en compañía de Miguel Zurita, Vicente Ortiz, Carmen Velasco y Camilo de Ory.

El que tiene un aspecto de galán clásico y crepuscular es José Antonio Mesa Toré

María Eloy es energía y tauromaquia libertaria, es una pasión esta mujer. Paco Cumpián me habla de su imprenta legendaria. Conozco a Violeta Niebla, que está llena de glamour y va a publicar su primer libro. Violeta tiene un flequillo mágico y se esconde detrás de su flequillo. Veo a Aurora Luque con su sombrero helénico. Y a su hermana Herminia, que es novelista y acaba de ganar un premio. Y le doy un abrazo a José Antonio Garriga Vela, a quien conocí en Venezuela. Y Garriga, que está moreno, me dice que desde su casa también se ve el mar.

CHARLO CON ANTONIO JIMÉNEZ MILLÁN, que fue el primer poeta malagueño a quien conocí, en una noche memorable junto a Álvaro García, Isabel Pérez Montalbán y Julio Neira, que lleva un tiempo persiguiendo las huellas de Nueva York en la poesía española. Me encantan los últimos libros de Antonio, especialmente Clandestinidad. Claro que el que tiene un aspecto de galán clásico y crepuscular, tipo Mastroianni, es José Antonio Mesa Toré, quien también está moreno. Todos los escritores malagueños están bronceados. Juan Francisco Ferré me dice que también ve el mar desde su casa.

Le digo a Mark que me duele brutalmente una muela

Me gustaría ir a la tumba de Jane Bowles, pero me da pereza. Me subo a la piscina, a bañarme con la Catedral. Charlo con el escritor Juan José Téllez, que dirige el Centro Andaluz de las Letras.

Tomo café con el novelista Antonio Soler, de quien estoy leyendo estos días la excelente Una historia violenta, y con el hispanista Mark Aldrich en el hotel Molina Lario. Le digo a Mark que me duele brutalmente una muela. Me da las señas de una dentista. Voy a su consulta y resulta que la dentista es la mujer del poeta malagueño Juvenal Soto.

CENO CON ALFREDO TAJÁN, Malcolm Otero Barral y Belén Feduchi. Hasta hace unos días, Taján dirigía el Instituto Municipal del Libro, que acaba de desaparecer, lamentablemente. Taján me pone los dientes largos cuando me dice que trajo a Málaga nada menos que a Victor Bockris, el mayor biógrafo de Lou Reed. No me lo puedo creer: Bockris en Málaga.

Hablamos con Taján de Bowie, Reed y la Velvet Underground. A mí Bowie me da un poco lo mismo, pero Lou Reed no. Malcolm dice que conoció a Lou Reed y cuenta que Mr. Reed mandó llenar en invierno la célebre piscina del hotel Mandarin de Barcelona para darse un baño y que luego, cuando la piscina ya estaba con el agua caliente, pasó de darse el baño y se fue a El Corte Inglés a comprarse un helado de pistacho.

ENTRO EN UNA PASTELERÍA, y no me acuerdo con exactitud de cómo se llaman unos pasteles maravillosos que hacen en Granada pero que se venden en Málaga. Le digo a la dependienta: «Póngame seis pinochos». Ella me mira asustada. Señalo con el dedo. «Mi niño, esos pasteles se llaman piononos.»

Voy a la magnífica librería Luces a ver cómo están expuestos mis libros. Y están fatal. Me coge una depre horrorosa y me zampo seis pinochos seguidos para matar la angustia. Hablo con la librera y me dice: «Es que sus libros se han vendido». Miente compasivamente. Pero da igual. En España no lee nadie. Así que me voy a Pedregalejo a comer pescadito frito junto al mar. Me acuerdo de repente de un señor que se llamaba Jorge Guillén, y que murió aquí.

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