instalación interactiva Movements, de Philippe Malouin para Caesarstone
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La fiesta continua del «Salone del Mobile» de Milán

Mucho colorido; la apuesta por lo artesanal; un gusto por lo geométrico... El último «Salone del Mobile» de Milán puso una nota de optimismo, en ocasiones, demasiado festiva

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La cantidad de palazzos que hemos descubierto en nuestra última cita con el Salone del Mobile de Milán es incontable. Los más espectaculares interiores, que ahora –desde la llegada de las dificultades económicas resultantes de la crisis–, se ponen en alquiler y permiten al gran público acceder a ellos, ya que sirven como lugares de peregrinaje del mundo del diseño, dejan a uno sin palabras. Estas escenografías de lujo sirven de marco al diseño contemporáneo al tiempo que inciden en la idea de un Milán convertido durante una semana en capital de la diversión más que de la reflexión. Fiestas, cócteles y espectáculos, que incluyen a un diseñador veterano como Tom Dixon y a un joven empresario como Bradford Shellhammer (de la tienda online Bezar

) dando un concierto de rock a sus más inveterados fans, fueron los ejes sobre los que giró la vida en torno al diseño, que ahora parece más centrado que nunca en la vida social que genera.

«Selfies» de exposición

De hecho, con la agudeza de siempre, el mundo del selfie fue el tema central de una de las exposiciones que la escuela suiza ECAL mostró. Una colección de artilugios que animaban a la gente a tomar el suyo de modos inesperados y no necesariamente favorecedores. En el histórico Palazzo Serbelloni vimos la instalación interactiva Movements, de Philippe Malouin para Caesarstone, que emplaza un gran columpio en un interior y una colección de recipientes para plantas que son una inteligente y exhaustiva investigación en las posibilidades de la piedra de cuarzo de la firma. En Palazzo Litta, bajo la batuta de la revista Damn, se reunieron varias propuestas interesantes; por ejemplo, la nueva marca De Gustibus, de Design Memorabilia, que acaba de reeditar pequeños accesorios de diseñadores como Ettore Sottsass o Andrea Branzi, que llevaban años fuera de producción. En Palazzo Crespi, Airbnb unía fueras con Sam Baron, de Fabrica. Muy apropiadamente elegido por Airbnb, la empresa líder del alquiler de habitaciones en casas privadas, este palazzo es el único que está habitado por sus dueños actuales.

Vimos más color que nunca, como una especie de alegría subyacente

El proyecto se llamaba Housewarming, y, en él, varios diseñadores de Fabrica interpretan su idea de hospitalidad y de bienvenida de modos muy diversos, investigando en las relaciones que se crean entre propietario e inquilino cuando comparten el espacio. Por otra parte, otro columpio nos esperaba en el Palazzo Bocconi, esta vez firmado por los hermanos Campana para la colección de objetos nómadas de Louis Vuitton, y que incluía novedades de Raw Edges, Patricia Urquiola o Maarten Baas. Y, sin embargo, la instalación más celebrada fue la humilde muestra en un antiguo garaje donde Max Lamb hizo recopilación de los asientos que ha creado desde el principio de su carrera, cada uno en un material o un proceso de fabricación diferente.

Vuelve el estampado

Vimos más color que nunca, como una especie de alegría subyacente en tanto colorido, a veces incluso en gradaciones de arcoiris. Si a eso sumamos el renovado interés en todo lo que sean estampados muy gráficos, ya sea en tejidos, papeles, tintados o marqueterías, la ecuación es infalible. No hay más que ver las alfombras de Sybilla para nanimarquina, o el aparador Dream, de Cristian Zuzunaga para BDBarcelona. También muchísimos diseños que exploraban todas las vertientes de la geometrí, especialmente en objetos de pequeño tamaño. Estas incursiones en lo geométrico no se referían solo a las formas básicas, sino a muy complejos diseños y desarrollos formales. Y un interés renovado por todo lo artesanal, que si en los últimos años tenía su máxima expresión en la exposición organizada por la revista Wallpaper, en esta ocasión volvieron a ser los alumnos de ECAL, guiados por los diseñadores del estudio Formafantasma, los que la abanderaron.

El «Salone» ahora parece más centrado que nunca en la vida social que genera

Cada alumno trabajó con un artesano suizo, y el resultado eran piezas esculturales y poéticas, algunas con movimiento o con música. Una maravilla que resaltaba en el contexto palaciego del museo Bagatti Valsecchi. En el Salone es donde mejor se aprecia y refleja lo que de verdad se verá en el mercado, las grandes marcas apostando por diseñadores bien establecidos como Konstantin Grcic, que llamó la atención con su silla regordeta para Magis, o los hermanos Bouroullec que este año eran los autores de las mejores sillas, incluyendo la de Mattiazzi y la metálica para Kettal. Jaime Hayón presumía de la primera en inyección de plástico: se llama Milá y hace honor a Gaudí, con unas curvas muy peligrosas.

Mientras tanto, jóvenes talentos esperan en el Salone Satellite a que los grandes productores les echen el ojo. Si esto no ocurre, en otros tiempos podría ser el fin. Hoy los diseñadores que la industria no emplea tienen en internet una herramienta sin precedentes para promocionar sus diseños, antes o después de producirlos personalmente, y que, en muchos casos, se convierte en su forma de vida. La profesión está cambiando y el Satellite es un hervidero de ejemplos.

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