AÑO MURILLO

Una pinacoteca barroca por los mapas de la Sevilla de Murillo

El profesor Enrique Valdivieso propone un paseo de verano por la ciudad del pintor adentrándose en iglesias y palacios

El catedrático de Historia del Arte Enrique Valdivieso .M.SERRANO

Eva Díaz Pérez

Hay también un Murillo de secretos patios de verano , de interiores de penumbra donde se duerme la siesta, con lienzos que se descubren en las frescas sombras de las iglesias y las casas solariegas. A la espera de las dos grandes exposiciones y los conciertos que aún quedan para celebrar el Año Murillo en otoño, la ciudad del verano descubre una asombrosa pinacoteca barroca.

El catedrático de Historia del Arte Enrique Valdivieso descorre los telones del pasado para adentrar al paseante por la ciudad barroca. Estamos en un verano de hace siglos. Recorremos el mismo callejero por el que se desarrolló la biografía de Murillo. Y Valdivieso, autor de los itinerarios del Año Murillo , cuenta anécdotas y revela los hallazgos de toda una vida dedicada al artista. Caminamos por la Sevilla de Murillo en un día de julio del siglo XVII.

La propuesta es atractiva: recorrer los itinerarios de Murillo con el principal experto en su obra. El paseo tiene paradas en la Casa Murillo, los Venerables, la Iglesia de Santa María la Blanca, la Casa Pinelo y el Hospital de la Caridad. Cada lugar cuenta con su sello para el Pasaporte del Año Murillo . Una conmemoración que ya ha alcanzado el millón de visitantes Y como epílogo una cena barroca ilustrada con lienzos de Murillo en la Taberna del Alabardero.

Hace calor, aunque sea el calor discreto de este verano extraño, amable como una pintura de Murillo. Un calor que desaparece al entrar en los lugares del pasado donde los muros, los patios, los velones y la sabia estructura de las casas convertía a los interiores en frescos paisajes de interior .

Se entra en la Casa Murillo . Cuelgan del patio las cortinas verticales con las reproducciones de los cuadros del maestro. Enrique Valdivieso comienza su relato histórico, pero la brisa mueve la cortina y el autorretrato de Murillo está casi a punto de darle en un ojo. «A ver si voy a tener un accidente laboral», bromea con un guiño a la biografía de Murillo pues el pintor falleció al caer desde el andamio en el que pintaba los «Desposorios de Santa Catalina» . Un suceso que hoy podría considerarse un siniestro laboral.

La siguiente parada es el Hospital de los Venerables , sede de la Fundación Focus. Aquí la estampa el verano la conforma el hortus conclusus del patio con la fuente hundida, el jardín del fondo y los velones que alivian del sol. En las paredes cuelgan algunos de los cuadros que aquí estuvieron o que pertenecieron al mecenas y fundador de los Venerables: el canónigo Justino de Neve , gran amigo de Murillo.

Valdivieso explica, instruye, ilustra y asombra, pero además su discurso vehemente y apasionado está lleno de denuncia. Lo hará durante todo el recorrido: la crítica al expolio sufrido por Murillo y la situación actual de cuadros recuperados por España, pero que se quedaron en Madrid sin regresar a su lugar de origen. «Si en el Museo del Prado tuvieran un poco de sensibilidad, los devolverían. Sin embargo, cuando planteamos alguno de estos asuntos, nos dicen que estamos en otro planeta. A la «Inmaculada de los Venerables» que se llevó el mariscal Soult y que regresó a Madrid por un intercambio entre el gobierno de Franco y de Pétain , le está esperando su hueco...».

Valdivieso se refiere al maravilloso marco que el retablista Simón de Pineda realizó para el lienzo de Murillo. Y recuerda la exposición organizada por Focus hace algunos años que permitió el regreso durante unos meses de la Inmaculada a su lugar original en la Iglesia de los Venerables.

El catedrático se dirige entonces al refectorio, que hoy es el Centro Velázquez, donde se puede ver a «San Pedro Penitente» . «Focus compró este cuadro que robó Soult y que durante mucho tiempo fue propiedad de una familia inglesa. Una adquisición que costó mucho dinero por algo que nos robaron», continúa batallando mientras el grupo sube a la altana. En el mirador de esta torreta aguarda la postal prodigiosa de la ciudad encendida , con toda la lumbre de una tarde de julio derramándose en las cercanas espadañas, torres y azoteas ajardinadas.

Los paseantes abandonan los Venerables. Quedan en la quietud de la tarde verano la hermosa ascensión de la Inmaculada y la Virgen entregando pan a unos sacerdotes , que ahora cuelga en la lejana Budapest. Huele a pan caliente, a rosquillas mojadas en licor como en tiempos de Murillo.

En la Iglesia de Santa María la Blanca sorprende una escena de verano: la del sueño del Patricio Juan. El milagro en el que durante un sueño la Virgen se aparece al patricio para indicarle el lugar donde debe levantarse una iglesia, en una colina de Roma coronada de nieve a comienzos de agosto. Esa Virgen de las Nieves que Murillo pintó dentro del sueño del patricio, el personaje que parece descansar en una siesta de penumbra en una casa sevillana de la época , con las contraventanas que protegen de la luz de la canícula mientras un perro a sus pies duerme en las frescas losetas del suelo.

Así se llega a la Casa de los Pinelo , actual sede de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras y de la de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría. Allí espera como anfitrión el profesor Rafael Valencia , director de la de Buenas Letras. En el patio se muestran las reproducciones de varias pinturas de paisajes, género menos conocido de Murillo. Los lejos en los que también era portentoso maestro aparecen en la serie de Jacob y en las alegorías de la Primavera y el Verano . ¿Dónde estarán el Otoño y el Invierno? Valdivieso alberga la esperanza de encontrarlos algún día igual que los bodegones que se sabe que pintó pero que hoy están desaparecidos.

La ruta llega a la Caridad . Entra el sol en las tinieblas de Valdés Leal y la belleza en los cuadros de Murillo. En la sala de enfermería Valdivieso se emociona ante los cuadros de «Moisés en la peña de Horeb» y «La multiplicación de los panes y los peces» recién restaurados y que se pueden ver en la exposición «Murillo cercano».

Llega el final con una cena de época en la Taberna del Alabardero . Hay bodegones como pintados por Murillo: la sopa de los pobres, la popular olla podrida o exquisitas codornices y chocolate como manjares de mesas nobles. Se sirve vino de la Sierra Norte -Ocnos y Galeón- porque en la época eran célebres los tintos de Cazalla y los blancos de Alanís. Un bodegón barroco para brindar por el Año Murillo.

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