'Un salado lugar sin nombre'
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arte

Carmen Bustamante lleva sus paisajes gaditanos a Bilbao

La pintora expone en la galería Aritza sus óleos de salinas, dunas y orillas

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La pintora gaditana Carmen Bustamante expone estos días en la galería Aritza de Bilbao su última exposición. La capital vizcaína es una de las plazas habituales donde la artista muestra su obra, consolidada ya como una las más importantes del panorama artístico nacional.

La exposición, que se inauguró el pasado 8 de abril y podrá ser visitada hasta el próximo 16 de mayo, consta de una veintena de óleos de diverso tamaño en los que Bustamante vuelve a inmortalizar sus paisajes predilectos: salinas, dunas, orillas...

«Perdidas la consciencia de nuestra identidad, la incuestionable validez del conocimiento de nuestro medio natural y la imprescindible necesidad del trabajo del hombre en la historia para el resultado del desarrollo de la humanidad, nos olvidamos de lo eterno.

Rescatar todos esos territorios que van marginándose de la vida cotidiana, como, también, la creación individual de obras artísticas trasmisoras de sentimientos y emociones, elaboradas con un análisis minucioso, es otra de las metas ineludibles en nuestras vidas», escribe Sol Panera en el texto que acompaña a la exposición.

La pintura de Carmen Bustamante seduce con esa memoria de lo eterno. «Convoca al espectador, para adentrarse en su mundo interior y tomar su posición en el lugar elegido. En sus espacios reproduce el instante creador de su emoción, cuando descubre el paisaje de su entorno y, sin palabras, dialoga directamente con él, sin otra presencia humana», continúa la nota.

Los óleos que se muestran en la galería Aritza presentan aquellos lugares predilectos por Bustamante para captar esa esencia y entablar esa comunicación. Por supuesto, las arenas y el mar de Cádiz, pero también playas vascas como la de Munir o los azules de Marruecos.

«Desde esa posición privilegiada que ella nos presta, gozamos de la visión de su mar, ese mar y sus orillas, movidas incansablemente por fuerzas naturales, ese elemento que nos hace vecinos y cómplices de culturas que atesoran historia y vida, envolviéndonos con su atmósfera y las variaciones mágicas de la luz. En ese espacio, donde todo es silencio y soledad, recuperamos los sentidos físicos dormidos y el horizonte se pierde en el infinito, recodándonos la realidad».

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