Rudolf Slánský, del Politburó a la horca

Condenado a muerte en el proceso de Praga en 1952 por falsas acusaciones, orquestadas por los agentes de Stalin. Era secretario general del Partido Comunista checo en el momento de su detención. Sus cenizas fueron esparcidas en un lugar desconocido y se prohibió cualquier mención a su figura

Rudolf Slánský fue condenado a muerte en el proceso de Praga en 1952 por falsas acusaciones ABC
Pedro García Cuartango

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Rudolf Slánský fue ahorcado en una prisión de Praga el 3 de diciembre de 1952, pocos días después de ser condenado a muerte por alta traición. Sus cenizas fueron esparcidas en un lugar desconocido y se prohibió cualquier mención a su figura.

Slánský había sido miembro del Politburó y uno de los fundadores del Partido Comunista de Checoslovaquia , del que fue secretario general hasta su detención en 1951, un luchador desde el exilio contra la ocupación nazi y un intelectual que había sentado las bases ideológicas del socialismo en su país.

Cuando estaba en el cenit de su poder, fue detenido y llevado a la cárcel de Ruzyn, donde fue torturado. Era sometido a interminables interrogatorios, se le impedía dormir, los guardianes le golpeaban en su lóbrega celda y se le amenazaba con represalias a su familia.

Slánský fue condenado a muerte en el llamado proceso de Praga junto a otros 13 compañeros, entre los que figuraban ministros, viceministros y altos cargos del régimen comunista. Sólo tres –entre ellos, Artur London– se libraron de la ejecución.

No fue una casualidad que Slánský y nueve de los que se sentaron en el banquillo fueran judíos. El fiscal presentó el caso como una conspiración sionista y acusó al antiguo secretario de ser un espía al servicio del imperialismo americano. Incluso le culparon de haber delatado a compañeros a los nazis.

El episodio más doloroso y extraño de su vida fue el secuestro de su hija de unos pocos meses. Nunca fue hallada

Todo el proceso fue una pura invención de los agentes de Stalin en Checoslovaquia, que querían depurar el partido para evitar desviaciones de la ortodoxia. En última instancia, la situación económica del país era muy mala a principios de la década de los 50, lo que también propició que Slánský sirviera de chivo expiatorio . Le calificaban despectivamente de «cosmopolita».

Hubo que esperar a los años 60, tras el XX Congreso en el que Kruschev denunció los crímenes de Stalin, para que Slánský fuera rehabilitado. Muchos de sus verdugos vivían en libertad y todavía su persecución y ejecución eran un tabú. Slansky nacido en Pilsen, había hecho su carrera a la sombra de Klement Gottwald, el presidente checo, que le traicionó y se alió con los rusos para sentarle en el banquillo. Curiosamente Slánský había vivido siete años en Moscú donde se había ganado la reputación de ser un comunista ejemplar.

El episodio más doloroso y extraño de su vida fue el secuestro de su hija de unos pocos meses, que fue raptada en una calle de Moscú cuando estaba en su cochecito con su niñera. Nunca apareció, lo que dio lugar a todo tipo de especulaciones. ¿Fue una advertencia? Slánský sigue siendo todavía hoy en su país una figura maldita que nadie tiene interés en reivindicar.

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