Renace La Real, la mole naval de don Juan de Austria que aplastó a los turcos en Lepanto

Entramos en el taller donde se dan los últimos retoques al modelo de la galera en la que combatió don Juan de Austria un día antes del 450 aniversario de la batalla de Lepanto

Dos expertos desvelan qué hizo de los Tercios españoles la pesadilla tuca: «Llenaron Lepanto de sangre»

Fariña y Olivenza, junto al modelo a escala ABC
Manuel P. Villatoro

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Inmensos pendones que rasgaban el cielo, banderolas de colores escandalosos y, de propina, una sinfonía de latigazos y algún exabrupto. Era imposible que una galera pasara desapercibida en el mar. Aunque no era ni la vista ni el oído lo que ponía en guardia al enemigo. «El hedor que desprendían era tan nauseabundo que resultaba imposible que atacaran por sorpresa», explica Susana García. Bajo la mascarilla se infiere la sonrisa de la conservadora y jefa del área de investigación del Museo Naval de Madrid al narrar esta anécdota. Lo hace mientras Luis Fariña -ingeniero naval y modelista- muestra ufano uno de los detalles más preciados de su reproducción a escala de La Real, la nave que don Juan de Austria lideró en la batalla de Lepanto : «Hemos recreado incluso el cofre de los olores. En él metían incienso para intentar disimular la peste».

[PUEDES LEER EL COMBATE ENTRE LA REAL Y LA SULTANA AL FINAL DE ESTE ARTÍCULO]

Nos hallamos en la trastienda del que, según Fariña, es uno de los mejores museos marítimos de Europa. Tras una puerta algo apartada pasamos a un taller que no huele, ni muchos menos, como una galera. En el ambiente navega cierto perfume a madera e ilusión; esa que desprende el modelista a pocas horas de que se muestre la reproducción en la que su equipo ha trabajado durante meses. A contrarreloj, por cierto, ya que la fecha límite era hoy mismo: el 450 aniversario de la batalla de Lepanto , acaecida en 1571. « Hemos echado unas 8.500 horas entre cinco personas », desvela a ABC. Cada minuto habrá merecido la pena este jueves, cuando la ministra de Defensa la presente en sociedad.

De momento, la gran vitrina que albergará a La Real tendrá que esperar un poco más. Hoy, este modelo descansa sobre una mesa de trabajo por si son necesarios algunos retoques de última hora. Las guindas finales para un leviatán de madera. «Mide metro y medio y está elaborada a una escala cuarenta veces más pequeña que la original», desvela. La sonrisa no se le borra mientras explica los secretos del que fue el buque insignia de la Santa Liga en la contienda que garantizó el poderío cristiano en el Mediterráneo. A primera vista resalta un casco de color «negro piano» (terminología de la época, según apostilla) y unos remos rojos con la punta en blanco. «El tono de la pala permitía saber si entraba bien en el agua o no», añade Fariña.

Detalle de la popa de La Real ABC

Sin embargo, bajo el casco se esconden los intestinos de la galera: más de mil fragmentos diseñados a mano. Las varengas, los genoles y otros tantos elementos que suenan a extranjero para los profanos. «Podríamos haberla dejada hueca porque no se iban a ver, pero tenemos amor propio. Además, la misión de un modelista no es poner las piezas por capricho, es crear un modelo con valor museístico», insiste. Sabe de lo que habla, pues de las manos de su equipo han salido otras reproducciones como la famosa fragata Mercedes , hoy expuesta y estudiada por alumnos de escuelas navales por su precisión. «Empezamos investigando las fuentes, haciendo planos a escala… Tuve que extraer datos científicos de la nave y, después, hacer cálculos para saber si, en base a ellos, navegaría de verdad», completa.

Obra de arte

Mientras Fariña explica cómo fueron los combates en Lepanto -dos galeras se embestían y los soldados se lanzaban contra el enemigo hasta rendir la ‘carroza’ o camarote de popa- aparece Ramón Olivenza . El encargado de representar al milímetro la rica ornamentación con la que contaba La Real viste traje oscuro y domina las fuentes como una enciclopedia: «Al ser construida para don Juan de Austria, el hijo bastardo de Carlos I , estaba hecha a capricho». Desde que el proyecto empezó en navidades, se ha dedicado en exclusiva a estudiar el medio millar de páginas de anotaciones que el humanista Juan de Mallara , encargado de la decoración del bajel, escribió. «Como estaban en pleno Renacimiento, eligió motivos basados en la mitología clásica, y no cristianos», sentencia.

Uno de los detalles que recalca es un minúsculo lienzo ubicado a proa. «Mostraba el estrecho de Mesina . Según la mitología, en él había dos monstruos: Escila y Caribdis . La idea era representar que don Juan debía navegar entre dificultades para vencer», añade. Como el resto de esculturas, escudos y símbolos de la nave, Olivenza lo ha pintado a mano alzada. Su única ayuda: una lupa. «Solo se necesita práctica», afirma. Tampoco parece tener miedo a que un movimiento descuidado dañe la obra: «Si se ha hecho una vez, se puede repetir». Después, muestra otra joya: un jardín que el hijo bastardo se hizo construir en popa, tras su lecho: «Tenía plantas para que viera flores al despertar». De lo que podemos estar seguros es de que los marinos que lucharon en 1571 estarían orgullosos de poder disfrutar de nuevo de su capitana, perdida tras la batalla.

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