Nuevas evidencias sobre el fiasco de Coronado al buscar las «Siete Ciudades de Oro» en América

Durante el último año y medio, los arqueólogos del Sitio Histórico de Coronado, en Nuevo México, han peinado los restos del que fue el pueblo indígena de Kuaua para encontrar, por primera vez en este lugar, las pruebas de la presencia del explorador que da nombre al lugar: Francisco Vázquez de Coronado

Coincidiendo con los hallazgos arqueológicos en Nuevo México, el pintor de batallas, Augusto Ferrer-Dalmau, pone imagen a otro episodio de nuestra historia: la expedición de Coronado Ferrer-Dalmau

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Son solo unas piezas metálicas, el rastro de una batalla que ayuda a explicar una expedición histórica, tan malograda como legendaria. Durante el último año y medio, los arqueólogos del Sitio Histórico de Coronado, en Nuevo México, han peinado los restos del que fue el pueblo indígena de Kuaua para encontrar, por primera vez en este lugar, pruebas de la presencia del explorador que da nombre al lugar: Francisco Vázquez de Coronado, líder de la primera gran expedición española en las tierras que hoy son Nuevo México , Arizona, Texas, Oklahoma y Kansas, a mediados del siglo XVI.

Matthew Barbour , director de la institución, explica a este periódico que los detectores de metal han sacado de la tierra lo que son evidencias de una batalla entre los españoles y los indios nativos. Se han encontrado balas de mosquete, puntas de flecha de ballesta, restos de armadura, clavos, cabezas de hacha o piedras arrojadizas. «Fue una pequeña escaramuza, o quizá una demostración de fuerza de los españoles , muy superiores en armamento», apunta Barbour sobre un encuentro que se produjo dentro del pueblo. Todo indica que los exploradores buscaban saquear las reservas de alimento de los indios. Es probable que, para entonces, el sueño de descubrimientos de grandes fortunas de oro se hubiera roto y sus necesidades fueran más mundanas: llenar el estómago en una tierra inhóspita.

Vázquez de Coronado y su expedición llegaron hasta estas tierras en búsqueda de las llamadas « Siete Ciudades de Oro » de Cíbola. En la creencia de su existencia se mezclan tradiciones de la mitología griega, leyendas de marineros y los testimonios de pioneros en la frontera Norte del entonces incipiente imperio español en América. Álvar Núñez Cabeza de Vaca y el esclavo Estabanillo, ambos supervivientes de la expedición malograda de Pánfilo de Narváez a Florida, escucharon hablar de ello en su regreso heroico a México por el actual Sur de EE.UU. También lo creyó el franciscano Marcos de Niza, que se adentró hasta el actual Nuevo México.

La posibilidad de encontrar otra civilización llena de riquezas, como el Cuzco de los incas o el Tenochtitlán de los mexicas, animó a organizar una gran expedición en 1540. El virrey de Nuevo México, Antonio de Mendoza, puso al frente al salmantino Vázquez de Coronado, un protegido suyo al que había colocado como gobernador de Nueva Galicia, al Oeste del actual México.

Vázquez de Coronado encabezó un ambicioso contingente de unos 250 soldados y más de mil indios que se sumaron a la expedición.

Llegaron a Cíbola derrengados después de semanas de travesía por desiertos y pedregales. No encontraron ni rastro de las riquezas prometidas, solamente varios poblados indígenas, con pequeñas construcciones de adobe, en la ribera del Río Grande. Las crónicas de los exploradores recogen dos grandes batallas contra estos pueblos, pero el descubrimiento en el Sitio Histórico Coronado podría explicar que hubo más resistencia.

«Hasta ahora se había defendido que en lugares como este, los indios abandonaban sus hogares ante la llegada de los españoles. Los restos encontrados prueban que hubo resistencia, aunque fuera ante un enemigos superior», asegura Barbour.

Con o sin pelea, Vázquez de Coronado no encontró allí el oro. Tampoco cuando, siguiendo otra leyenda, partió hacia el Noreste, hasta el extremo del actual Kansas, a otra ciudad supuestamente rica, Quivira. El explorador acabó por volver a México con las manos vacías. ¿Fue un fracaso su expedición? La leyenda animó a los españoles a adentrarse en nuevos territorios. Su conocimiento contribuyó a la colonización que comenzaría pocas décadas después, con la expedición de Juan de Oñate. Entre medias, descubrieron a los españoles el Cañón del Colorado –un lugarteniente de Coronado marchó hacia el Oeste–, las grandes llanuras cubiertas de búfalos y entraron en contacto con decenas de pueblos indígenas.

Como en tantos otros lugares, algunos han tratado de quitar el nombre de Coronado de estos lugares. «Nos han presionado para hacerlo», reconoce Barbour. «Pero su expedición es parte de nuestra historia, en lo bueno y en lo malo. Para Nuevo México, es fundamental para entender quiénes somos».

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