Manuel Gutiérrez Aragón, fotografiado en un hotel madrileño poco antes de la entrevista
Manuel Gutiérrez Aragón, fotografiado en un hotel madrileño poco antes de la entrevista - JOSÉ RAMÓN LADRA

Manuel Gutiérrez Aragón: «El que haya un Ministerio de Cultura es simbólico, puro teatro»

El cineasta y escritor cántabro, que ingresa mañana en la RAE, charla con ABC sobre los retos que afronta la magna institución, el buen momento del cine español y el siempre difícil equilibrio entre la política y las artes

MADRID Actualizado: Guardar
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Manuel Gutiérrez Aragón (Torrelavega, 1942) está tranquilo; relajado, si me apuran. Nadie diría que, en apenas unas horas, entrará en la Real Academia Española (RAE), donde ocupará la silla «F». Aunque es cierto que, más allá de la redondez de los cristales de sus gafas, los ojos de este cineasta con vocación de escritor (¿o era al revés?) brillan al hablar del discurso que mañana pronunciará en la sede de la magna institución. Un brillo que se intensifica cada vez que pronuncia la palabra «cultura». Es cuestión de sensibilidad; la misma que el académico exige a los políticos, sean del signo que sean, con miras al incierto futuro que nos espera.

- Cuando fue admitido en la RAE se dijo que la Academia abría, de nuevo, sus puertas al cine.

¿Cómo valora su entrada?

- Reconozco que es un honor, pero sé muy bien que ese honor no es exactamente mío, sino del cine. Es necesario que el mundo del audiovisual esté representado en la Academia; al fin y al cabo, no es la Academia de la Lengua.

- No, es la Real Academia Española.

- Claro, y dentro de la cultura española está el cine. No es que vaya yo, con mi extensa obra literaria [ríe], sino que se necesita que haya alguien del cine en la RAE, como estaría muy bien que hubiera alguien de la música, que ahora mismo no hay.

- También es cierto.

- Porque el mundo de la música ahora es muy fuerte, igual que el del cine, y conviene que haya alguien que sepa.

- ¿Sobre qué versará su discurso?

- Se llama «En busca de la escritura fílmica» y es una historia personal. El lenguaje que tenemos es fácil, porque lo aprendemos de niños, pero el lenguaje del cine es muy difícil de aprender. Es la historia de cómo alguien que habla, incluso redacta y tienes ínfulas literarias, como era yo, ingresó en la Escuela del Cine; es el largo aprendizaje del lenguaje del cine, que es mucho más complicado de lo que parece, porque tiene muchas cosas que uno no sabe. Cuando ingresé en la Escuela de Cine creía que rodar una película era, sobre todo, que se me ocurrieran cosas; ¡y no! Hay una parte incluso física y una parte importantísima, que es el poder de convencimiento. Toda esa parte, que no se enseña en las escuelas de cine, de relaciones un poco humanas, requiere un amplio aprendizaje.

- Usted siempre ha tenido inquietudes literarias.

- Sí, yo en realidad empecé como literato y como guionista.

- Lo que sucede es que, por circunstancias de la vida, terminó en la Escuela de Cine.

- Primero quise estudiar Periodismo, pero la Escuela estaba cerrada y me matriculé en la de Cine. Ingresé en Dirección, un poco por curiosidad, y mis compañeros siempre me miraron con recelo, porque yo era más bien literato. Mis primeros pasos en el cine fueron como guionista. Billy Wilder empezó de guionista y, al final, dio el paso a la dirección porque el guionista nunca está satisfecho con cómo le hacen las películas.

- Y termina diciendo aquello de: «Yo no lo haría de ese modo».

- Claro. El guionista es, sin duda, lo más importante de una película pero, a veces, salta a la dirección porque quiere realizar sus propios guiones.

- Además, siempre parece estar en un segundo plano.

- Sí, al guionista no se le entrevista, por ejemplo, sale muy poco en los papeles.

- No sale nada, digámoslo claramente.

- Bueno, ahora la cosa se ha modificado un poco en la televisión. En las series, el que manda es el guionista; la venganza histórica del guionista ha sido que en las series se ve que el que de verdad tiene la llave de todo es él.

- Bueno, sobre todo en Estados Unidos.

- Sí, sí, hablamos, casi siempre, de Estados Unidos. El guionista tiene la llave de una segunda temporada y es el que sigue, mientras los directores cambian. Basta poner ejemplos como «Los soprano», «Mad Men» o «El ala oeste de la Casa Blanca», donde ha habido grandes escritores. Ahí se nota más el trabajo en equipo; es muy difícil trabajar en equipo y en el cine es obligatorio.

- Volviendo a la Academia, ¿cuáles cree que son sus retos fundamentales?

- Ahora mismo, tiene una importancia decisiva, que empezó en la época de Víctor García de la Concha, que es mantener la unidad del idioma. Lo que da fuerza al español es que lo hablen más de 500 millones de personas. Luego, además, la coherencia de la lengua, que se hable y se escriba bien; eso ya es más difícil, pero esos son los dos grandes retos.

- ¿Es de los que piensan que hay cosas que se tienen que cambiar?

- Bueno, se están cambiando todos los días. Sin duda, lo más conocido de la Academia es el Diccionario, y es importante, porque es una referencia. El que habla bien, normalmente también piensa bien, o sea que no se trata sólo de una corrección formal, sino también de una forma de pensamiento.

- La RAE aconseja cómo se debe escribir, pero no obliga.

- Sí, por ejemplo guión.

- O sólo; ¿usted cómo escribe sólo, con tilde o sin ella?

- Yo con tilde, y lo seguiré haciendo. Lo mismo que guión, que ahora se escribe sin tilde y yo lo seguiré escribiendo con ella. La parte gráfica no es tan importante; es la más llamativa, pero la parte más importante de una lengua es la orgánica, la interna, que se piense de una manera coherente y ordenada. En Twitter, o en WhatsApp, no ponemos tildes de ninguna clase por la prisa, y yo pienso que llegará un momento en el que dejarán de utilizarse las tildes, pero por una cosa mecánica, no interna del idioma.

- Bueno, pero ya sabe cómo gusta la polémica… Piense en las acepciones de «gitano».

- Sí, o en los anglicismos que hay en el cine, que hay quien dice que se podrían castellanizar… Bueno, mientras sigan inventando ellos, pondrán los nombres ellos, ¿no?

- ¿Considera que los anglicismos enriquecen el lenguaje?

- Yo pienso que son inevitables. El cine, por ejemplo, es un producto internacional y para que un actor italiano se entienda con un director sueco, hablan en inglés. El inglés es una lengua técnica, no digo franca, y es muy útil en el mundo.

- Además, las lenguas están vivas, y eso es bueno.

- Las lenguas están vivas. La cosa no consiste en si lo decimos en español o en inglés, sino en usarlo con propiedad.

- ¿Cree que si preguntáramos a cualquiera de los que están sentados en esta cafetería cuál es la función de la RAE lo sabría?

- Seguramente contestaría que el Diccionario.

- Pero la RAE es mucho más que el Diccionario.

- Claro. Hay que pensar que el papel internacional que tiene es fundamental, y ahí entran las relaciones políticas, hay que ser tan filólogo como diplomático.

- Habría que reivindicar a la Academia como la gran herramienta de la Cultura en español.

- Por supuesto. La principal herramienta es el idioma, más que el mundo de la imagen o cualquier otra cosa.

- A principios de semana supimos, a través del Cervantes, que el español tiene ya 558 millones de hablantes potenciales.

- En este país, que ahora tienen un sentido demasiado autocrítico, por decirlo suavemente, hay que pensar que por lo menos el idioma es una cosa importante.

- Bueno, ya sabe aquello de que nadie es profeta en su tierra… y eso sucede más en España que en ningún otro sitio.

- Ahora estamos un poco como en la España del 98, con un pesimismo histórico tremendo, y conviene pensar en que, por ejemplo, el cine español está muy bien y que España tienen aún mucho que decir en lo que respecta al idioma.

- ¿Y cómo se debería aprovechar esa oportunidad, desde el punto de vista cultural?

- Mire, me alegra mucho que me haga esa pregunta [reímos ambos]. Hay una cosa de la que la gente no se da cuenta, aunque la tenga delante de las narices, y es que España sigue siendo un país clave para el cine en español. Cuando hay una coproducción entre Perú y Argentina, pasa también por España, como tercer país; en el cine, y en la televisión, España es un país clave. La posición estratégica de España en el audiovisual es muy importante para que la producción siga siendo en español.

- Aunque usted está ya un poco «retirado»…

- No, no, retirado, retirado [ríe].

- ¿Cómo ve al cine español?

- Habría que hablar del cine en español, porque ahora ya casi no se puede hablar de cine francés, inglés o alemán; el cine se ha internacionalizado. El cine español es brillante, Argentina está en un buen momento y espero que dentro de poco lo esté Colombia. Respecto a España, hay que verlo con cierta distancia. Yo creo que, desde hace mucho tiempo, se hacen una o dos películas al año interesantes, aunque nosotros tengamos una idea menos optimista, porque vemos todas las películas, las buenas y las malas.

- Lo que es sí cierto es que el fenómenos de «Ocho apellidos» ha reconciliado al público con su cine.

- Sí, sí, eso me parece muy bien que lo diga, porque no siendo unas películas filmicamente muy importantes, han tenido la virtud de reconciliar al público con el cine. Hemos sufrido unos años horribles, en los que la gente estaba en contra del cine.

- Había un rechazo increíble.

- Sí, sí, un rechazo terrible. Yo no voy a entrar en el por qué, si era manipulado o qué; yo pienso que se vio a los cineastas como miembros de la casta, eso que tanto se habla ahora, como privilegiados.

- Pero, ¿por qué ha pasado eso siempre con el cine, y no con la literatura o con la música, por ejemplo?

- Porque el cine tiene una relevancia social que no tienen otras artes.

- Están mucho más expuestos.

- Sí, los actores están más expuestos.

- ¿Volverá a rodar?

- No lo sé, no hay que decir nunca jamás. En principio, no tengo ningún proyecto, no tengo un guión para hacer. No lo descarto, pero tampoco me queda tanto tiempo… [ríe].

- Bueno, tampoco exagere [reímos ambos].

- Echo de menos el cine, pero exige gran dedicación, esfuerzo, dinero y que la gente se interese por el tipo de cine que tú haces… Son una serie de factores que, sumados, son complejos. Yo no veo tan claro que vaya a hacer otra película.

- ¿Y la literatura, qué le ha aportado?

- Sobre todo libertad. Eso de ponerte delante del ordenador y escribir lo que te da la gana es estupendo, en el cine no puedes.

- Además, ha sido muy bien recibido, tanto por la crítica como por los lectores.

- Sí, sí, sí. Tenga en cuenta que tampoco soy un advenedizo en la literatura, porque un cineasta se pasa más tiempo delante del ordenador que detrás de la cámara. A una novela le doy tres, cuatro, cinco vueltas y yo soy el único que lo financia.

- ¿Está escribiendo algo ahora?

- Ahora mismo no. Cuando termine todo este asunto de la Academia, me pondré a ello.

- Ya que estamos metidos en materia literaria, ¿qué opina de la polémica sobre la jubilación de los escritores?

- Es algo que se tiene que arreglar pronto, porque hay unas contradicciones ahí tremendas. Si una persona tienen las rentas de un piso o acciones, eso es compatible con su jubilación; que un escritor siga escribiendo novelas y no sea compatible con su jubilación… hay una contradicción flagrante. Los gobiernos tienen que ser un poco más sensibles a la Cultura.

- ¿Le pediría un Ministerio de Cultura al próximo presidente del Gobierno?

- El que tenga un Ministerio es simbólico. Tampoco es un ahorro, porque cobran más los secretarios de Estado que los ministros, o sea que es sólo puro teatro. Pero no me importa tanto que haya un Ministerio de Cultura o no; más que dinero y protección, hay gobiernos que son sensibles a la Cultura y otros que no, y eso a la larga se nota.

- ¿Y cree que el último Gobierno lo ha sido?

- No, este no ha sido sensible a la Cultura. No sólo a los del cine, sino que no se le ha visto una buena disposición hacia la Cultura.

- ¿Cree que eso tiene que ver con la ideología?

- No, yo pienso que es descuido. Tenga en cuenta que la ley del cine más progresista que se hizo fue en la época del PP, con Aznar, que hizo que las televisiones invirtieran en cine.

- Por cierto, imagino que habrá advertido que tienen muchos más compañeros que compañeras en la Academia…

- Bueno, tenga en cuenta que yo pertenezco también a la Academia de Bellas Artes de San Fernando, donde hay mucha más carencia de mujeres; ahí sí que es una asignatura pendiente, tienen que entrar mujeres. La RAE ha hecho un esfuerzo muy considerable en los últimos tiempos porque entren mujeres; esperemos que siga.

- Pero me reconocerá que, a lo largo de tres siglos, ya ha habido tiempo para que esto se solucionara unos años antes…

- Tiene razón, qué quiere que le diga... Pero han hecho un esfuerzo muy considerable, y la Academia de Bellas Artes debe hacer el mismo esfuerzo.

- ¿Cuántas académicas hay en Bellas Artes ahora mismo?

- Ahora mismo hay dos, que yo recuerde. En lo que a mí respecta, voy a hacer todo lo que pueda porque haya mujeres cineastas en la Academia de Bellas Artes de San Fernando.

- ¿Y si le pidiera un nombre?

- Josefina Molina. Esperemos que esté pronto.

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