La batalla de los sellos de la Segunda Guerra Mundial

Consiga cada domingo, a partir de este 30 de septiembre, una exclusiva colección de reproducciones de los principales timbres y billetes que se usaron en la contienda

Heinrich Himmler, artífice de la guerra del sello ABC
Manuel P. Villatoro

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Puede que los soldados fueran la cara visible de la Segunda Guerra Mundial y aquellos que se jugaron literalmente la vida para dar la victoria a su país. Nadie lo niega. Sin embargo, alrededor de los «tommies» y de los «boches» que tragaban polvo en las trincheras se orquestó también una maquinaria propagandística vital para mantener alta la moral de las tropas y tratar de destrozar los ánimos del contrario.

Los máximos exponentes de este enfrentamiento en la retaguardia fueron los famosos carteles en los que el Tío Sam invitaba a los soldados a alistarse bajo el lema « I want you for the U.S. Army » ( «Te quiero a ti para el ejército de los EE.UU.» ). Sin embargo, tanto los aliados como los germanos utilizaron otros soportes para este fin. Y, de entre todos ellos, hubo uno especialmente curioso: el sello.

Más allá de su función básica, los timbres se convirtieron en un arma propagandística durante la contienda. Desde 1939 hasta 1945 fueron utilizados por ambos bandos para dar a conocer sus victorias, tratar de sembrar el desconcierto en el enemigo y (entre otras tantas cosas) alabar a los grandes héroes nacionales. Lograron convertirse, en definitiva, en un lienzo que dejó constancia de los bruscos cambios que se producían en Europa.

Y es por ello que, a partir de mañana, ABC ofrece a sus lectores una posibilidad única: conseguir la « Historia de la II Guerra Mundial a través de sus billetes y sellos », una de las colecciones más completas sobre el enfrentamiento que cambió para siempre el viejo continente y que puso en jaque a una buena parte del planeta.

La base de la colección es una obra editorial que podrá adquirirse por entregas y que cuenta con más de 900 páginas de información, infografías y curiosidades sobre las batallas, los cambios políticos y el armamento más determinante del enfrentamiento.

Además, los fascículos incluyen fieles reproducciones de los 300 sellos y de los 120 billetes más destacados de la época. Con los timbres, impresos en papel de alta calidad y entregados en hojas bloque, el lector de ABC podrá rememorar hechos tan determinantes en los años treinta y cuarenta como los Juegos Olímpicos que celebró Alemania en 1936, la mítica liberación de París o la ocupación de Berlín por el ejército soviético.

«Durante la Segunda Guerra Mundial, sellos y billetes compusieron una micronarrativa de la evolución del conflicto», explica el catedrático de Historia Contemporánea Ángel Bahamonde en el prólogo de la obra.

Propaganda

Uno de los casos más curiosos en esta peculiar guerra de los sellos se sucedió cuando los británicos tuvieron la idea de imprimir miles de timbres con la cara de Heinrich Himmler , el líder de las SS. El objetivo último era hacerlos llegar hasta Alemania para provocar el desconcierto entre los grandes jerarcas nazis. «La idea era sugerir que el Reichsführer quería sustituir a Hitler y, de paso, enemistarles», explica Stanley Newcourt-Nowodworski en su obra « La propaganda negra en la Segunda Guerra Mundial » (Edaf, 2006).

El plan salió bien a medias. Los sellos causaron un enfado tal en Himmler que este decidió vengarse mediante la impresión y emisión de otros tantos timbres a través del departamento de falsificación de la Gestapo , el mítico VI-F-4 (formado por los mejores artistas judíos que los germanos pudieron hallar en los campos de concentración). «Entregaron diferentes temas cuyo tema era siempre el mismo: Gran Bretaña está dominada por los judíos y los comunistas», añade el experto.

Jorge VI

En algunos diseños iniciales, la cruz de la corona de Jorge VI se sustituyó por la estrella de David y, en otros, la letra D (antigua abreviatura de penique) se cambió por una hoz y un martillo. A su vez, y en palabras del autor, en el timbre con motivo del Jubileo de Plata las palabras impresas se cambiaron por «Esta guerra es una guerra judía». El resultado fue digno de haberse creado en la misma Inglaterra.

«Se produjeron muchos más diseños de sellos similares, así como matasellos. En total se imprimieron nueve millones», completa Newcourt-Nowodworski. Himmler trató de introducirlos en pequeñas cantidades en países neutrales. Lo curioso es que eran tan extraños que pronto se convirtieron en una pieza de coleccionista por la que los amantes de filatelia podían llegar a pagar auténticas fortunas. En poco tiempo, los representantes de las SS empezaron a pedir más y más de estos timbres para venderlos. Por ello, al final el Tercer Reich decidió abandonar su producción.

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