Ángel Antonio Herrera - Ladrón de fuego

Juan Luis Guerra, un poeta bailable

Ángel Antonio Herrera

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En el ramo ilustre de letristas en vigor, desde Silvio Rodríguez a Joaquín Sabina , traspapelamos siempre a Juan Luis Guerra , que tiene menos escritura que los anteriores, pero que cuaja unos textos de pulcra osadía que nunca conocimos en bachateros o artistas latinos. Lo que a las letras de Guerra les faltan para tutear directamente al poema lo enmienda él con una voz de ondulación y la melodía huida a voluntad de las hormas clásicas del folclore, que es donde él tiene la primera proteína. De manera que le salen unas piezas sólidas, sugerentes y nada inocuas donde se atreve a incluir «me sube la bilirrubina», o bien «buscando visa para un sueño».

Es difícil la apuesta por estas volteretas verbales , mayormente en lo suyo, que tiene el propósito del baile, o la jarana del baile, con lo que estamos en el puerto contrario al pensamiento o la poética, cuyos moldes mejores suceden en la balada, o en el bolero o la copla, incluso. No arriesgaríamos que Guerra hace literatura, porque queda a un soplo de ese milagro, pero sí que ha encumbrado el logro de colocar afán estilístico en unos géneros donde la palabra es sólo un recurso descuidado de reiteración de estribillos fáciles, bajo la servidumbre de empujar una bachata, o un merengue, que son sólo el otro alcohol de las juergas de trópico.

Dice en alguna canción, apelando a un psicoanalista: «Hey, doc, le llamo por una amiga que conocí en unas web site / le pido que me dé solución / pues tiene la llave de mi corazón». Y en otro álbum, buscando el retrato de los amores desiguales, remata: «Me enamoro de ella. / Tiene en su residencia una sauna, una piscina. / En mi pensión dos cubetas para mojarme la vida». Sabina me enseñó, tirando de Javier Krahe , que hay que escoger entre «Borges o bailable», para la carrera, pero he aquí que nos sale entre una cosa y la otra un tipo que se llama Juan Luis Guerra, un «poeta bailable», según acuñación que de él mismo recuerdo.

Me consta que es hombre con pasión por la metáfora, que leyó de joven a Neruda, Vallejo y García Lorca , que no son el bachiller de intendencia de los bachateros, precisamente. Guerra es un ilustrado que trabaja en el repertorio de mover la cadera, pero ahíla la palabra con demora de cantautor. No es poeta, porque hace canción directa, como no es bachatero, porque reinventa ese género, visto como obsceno, o vulgar, tantos años. Pero todo lo cruza para dar una obra infrecuente de imaginación. En el camerino tiene para el relajo un poemario de Borges.

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