Vidas de ABC

Alberto Insúa, entre el amor y la guerra

Prolífico autor de más de cien novelas, a sus treinta años Luca de Tena le convenció para que cambiara su vida acomodada por las trincheras del frente de Verdún, donde hizo lo más difícil: vestir de elevada literatura sus crónicas de guerra

Alberto Insúa, visto por NIETO
Mari Pau Domínguez

Esta funcionalidad es sólo para registrados

1951. La pequeña sala de proyección se mantiene en penumbra para un pase privado. Es la primera vez que el equipo principal va a visionar la película acabada, «El negro que tenía el alma blanca». En la primera fila se sientan Hugo del Carril , el director, un apuesto argentino que esta vez ha decidido colocarse al otro lado de la cámara en lugar de ser él protagonista, y la actriz principal, María Rosa Salgado , actriz de sugerente belleza y rostro sereno, que anda tonteando con el torero Pepe Dominguín .

En una de las últimas filas, el autor de la novela, el escritor y periodista Alberto Insúa , en cuya obra se basaba el filme, acompañado de su viejo amigo Felipe Sassone , compañero de fatigas en ABC y en la vida. «Uno de los libros más interesantes, sugestivos y hermosos que han aparecido en los últimos tiempos», elogió un crítico importante.

- ¿Recuerdas lo que dijo de ti Ortega Munilla ? «Alberto Insúa es un español que no ha nacido en España». Es lo mismo que decían de mí. Y da igual que se trate de tu Cuba o de mi Perú. Lo que importa es esta madre patria de la que nos sentimos parte como si de nuestra cuna se tratara.

- Con quince años llegué a Madrid y parece que fue ayer. ¡Sesenta y ocho tengo ya! ¿Pero por qué tantos? –se lamenta jocoso Insúa.

- ¿Por qué va a ser?: ¡Porque los tienes! Tengo yo sólo un año menos que tú y no me quejo.

Insúa y Sassone discuten como dos viejos cascarrabias mientras un joven prepara el rollo de película.

- Hablando de edad… -Alberto recuesta la cabeza y mira al techo- Veintitrés años sin él… ¡Cuánto me gustaría que pudiera ver esto! No he tenido mejor amigo que Blasco Ibáñez , mejorando lo presente, Felipe, que contigo es distinto. Es que un frente de guerra, si no te mata, te une para siempre. Y eso es lo que nos pasó a Vicente y a mí. No habría de existir, después de nuestro paso por aquella maldita guerra, una amistad más imbatible, a prueba de todo. Aquella maldita guerra…

Sorprendente decisión

Treinta años tenía Insúa cuando una tarde don Torcuato Luca de Tena , fundador de ABC, lo llamó a su despacho, ambientado en una abadía medieval, en el que no faltaban coloristas vidrieras y un mueble que semejaba un confesionario. Al sentarse en él, el articulista alcanzó a ver, justo al lado, en el baño, la imagen de un burro dibujada en un espejo, y la frase: «Ya somos dos». Sonrió. Por aquel entonces ya destacaba como un prolífico autor de novelas . Su producción era tan ingente que despertaba el recelo de muchos entre la profesión.

Aunque a él no le gustaba que lo consideraran así, se había convertido en uno de los niños mimados de la prensa . El folletín es lo más cómodo para un escritor, decían las voces críticas. Pero lo cierto es que había que escribirlo, e Insúa lo hacía con oficio y éxito. Por ello sorprendió a todos, empezando por los del periódico, la propuesta que le hizo Luca de Tena . «Hay que contar esta guerra desde el frente de batalla, en Francia. Los lectores de ABC no merecen menos. Y nadie lo hará mejor», le soltó con naturalidad. «Pero si yo me dedico a escribir novelas galantes», replicó Insúa sorprendido. Unos segundos bastaron para que una mente y otra se alinearan extrañamente en la misma dirección, y, así, el director, estirando las palabras para recrearse en su ocurrencia, remató diciendo: «Como si eso fuera un problema…».

- Bueno… sí hay un problema. Yo defiendo y defenderé siempre los valores de Francia –le recordó Insúa.

- ¿Y dónde está el problema? –inquirió don Torcuato sin mover ni un músculo de la cara.

- Pues que el periódico…

- A ver, Insúa, ¿qué le pasa al periódico?

- Que yo sepa es más partidario de Alemania, digamos.

El escritor movió el bigote como si le picara, o como si el mostacho estuviera diciéndole algo que él no quisiera oír.

- ¿No adivina usted, Insúa, lo que voy a responderle?

En efecto, como si eso fuera un problema… Una vez más, el fundador no se equivocó en su pretensión de que sus articulistas extrajeran lo mejor de sí mismos explorando nuevos caminos. Insúa, que sabía diseccionar como nadie el alma humana en sus novelas galantes , escribió unas crónicas en las que su pluma, a modo de un bisturí sobre la carne abierta y sangrante del combatiente, fue desgranando, página tras página, el sufrimiento de la vida abrazando a la muerte de una manera trágicamente irreversible.

«Yo hago más caso del amigo que vuelve de las trincheras para descansar ocho días que de veinte libros sobre la guerra. Presto más atención a las palabras del barbero que me afeita, del sastre que me toma medidas, de la madre que me habla del hijo muerto en campaña, que a los artículos de mi ilustre amigo Barrès, de Clemenceau, y de tantos otros escritores de primera línea».

La primera línea que él prefería era la trinchera . El frente, donde el combate pone al límite la supervivencia del hombre y su capacidad de resistir. Sus reseñas de la guerra en los meses de febrero y marzo de 1916 habrían de pasar a la historia sin que el joven Alberto lo sospechara: «El día 21 de febrero de 1916 comenzó en el frente francés una de las batallas más grandes y crueles de la Historia: la de Verdún, que otras posteriores de la segunda catástrofe mundial no han superado en duración ni en exterminio». Compararía ambas contiendas desde la misma mirada y similar conmoción: «El terrorismo de la primera guerra mundial, que dejó en mantillas el de la segunda. Los gases asfixiantes, los líquidos inflamables, los proyectiles lacrimógenos, puesto que la pólvora, la metralla y los explosivos de uso común no son ya suficientes. Y los bombardeos aéreos, y los submarinos, que torpedean hasta a los barcos neutrales».

La atroz guerra se saldó con diez millones de soldados muertos , más otros veinte de población civil. Aunque Alberto era fuerte, no supo si podría volver a sentarse a escribir sobre amores y desengaños. Pero lo hizo, con tanta fuerza que las siguientes novelas serían las mejores.

«Antros del pecado»

Comienza la proyección. La película narra las aventuras de un bailarín cubano de raza negra, descendiente de esclavos, que triunfa en Nueva York, París y Madrid , donde estrena obra en el Teatro del Sainete, a principios de siglo. Le pusieron de nombre Pedro Valdés, pero acabó convertido en Peter Wald tras sus éxitos internacionales. Se enamora perdidamente de una artista de segunda, mujer desdichada y orgullosa, que lo desprecia por ser negro el color de su piel. Generosamente, Peter, al quedarse sin pareja de baile, le ofrece el puesto a Emma. Incluso a pesar de ello, los prejuicios de la mujer se convierten en una barrera insalvable. La lucha por conseguir su amor es tan a muerte, que el bailarín pierde la vida. Y cuando ella se da cuenta de su calidad humana es demasiado tarde. Apenas llega a tiempo de besarle la frente.

Al encenderse las luces, la actriz principal llora tras la última escena. Insúa y Sassone se miran y asienten con satisfacción. «No es posible escribir páginas más emocionantes, más sugestionadoras, que las que Alberto Insúa ha escrito. La obra de Insúa estudia el amor dignamente. Describe antros del pecado con nobleza de alta espiritualidad». José Ortega Munilla. ABC, 6 de julio de 1922.

Amor… pecado… y el espíritu. La vida como antes de la guerra.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación