El traje de la Botarga, de color rojo, incluye la máscara diabólica
El traje de la Botarga, de color rojo, incluye la máscara diabólica - G. MÍNGUEZ

Resucita la Botarga de Yélamos de Abajo

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La localidad vuelve a sacar a las calles a este diablo después casi un siglo y medio de parón tras la última Guerra Carlista

Los más viejos de Yélamos de Abajo aún recuerdan algunas coplillas que sus padres les cantaban: «Madre mía, dónde iré. Al corral de la botarga a comer peras amargas y membrillos acidillos, y manzanas gusanadas», reza una de estas cancioncillas, que hace casi medio siglo cantaban de niños estos ancianos.

Les explicaron que en otros tiempos un diablillo hacía de las suyas, intentando aguar la Semana Santa con brincos y persecuciones a las mozas, incluso robando comida de las casas de las mujeres que dejaban las puertas abiertas sin querer. La botarga de Miércoles Santo se despertaba cada año para acabar en la hoguera el Sábado Santo, antes del Domingo de Resurrección.

Sin embargo, en la última Guerra Carlista (allá por 1876), este demonio dejó de presentarse en el pueblo. Y no ha sido hasta este Jueves Santo, 139 años después, cuando su espíritu ha retomado las calles de la mano no de aquellos ancianos que recuerdan sus coplillas pero que nunca la vieron, sino de dos jóvenes que ni siquiera sabían que había existido y que casi por casualidad se encontraron de frente con la tradición.

Actos tradicionales

A principios de este año, Guillermo López y Fernando Fernández, dos jóvenes de Yélamos de Abajo que suelen participar en actos tradicionales por la provincia, acudieron a la botarga de Romanones, quienes «resucitaron» al Toro de Carnaval y al Tío Tararura. Guillermo pensó que Yélamos de Abajo, un pueblo que ahora no suma ni un centenar de vecinos pero que vivió épocas mejores siglos atrás, debía de haber celebrado algo similar. «Me puse a investigar y encontré el libro de Antonio Aragonés Subero, ‘Danzas, Rondas y música tradicional de Guadalajara’ (Diputación provincial de Guadalajara, 1973), en el que se reflejaba que en el pueblo sí se había celebrado la botarga, que salía el Miércoles Santo y molestaba a los niños y tiznaba con ceniza las caras de las jóvenes», explica Guillermo.

En esta compilación se explica que este demonio iba vestido con un traje rojo por delante y negro por detrás, con serpientes en las extremidades y con el esqueleto a la vista. Además llevaba una máscara diabólica mitad roja, mitad negra y con cuernos verdes, y una especie de bolso en forma de tortuga (que representa la pereza), de donde sacaba la ceniza para hacer de las suyas.

«Entonces la botarga de Yélamos de Abajo la llamábamos la de Miércoles Santo. La razón de este nombre obedecía a que en las tinieblas que celebraran en la iglesia la noche del miércoles, y justo al apagar la última vela y tocar todos los chicos sus carracas y carracones, en una melopea de ruido ensordecedor, dando gritos desgarradores aparecía en la puerta de la iglesia una figura demoníaca con una escoba», escribe Aragonés en su libro.

La botarga no podía parar de brincar, danzar y perseguir por el pueblo, salvo que alguien dijese «Ave María Purísima» y el demonio aprovechase para agacharse y que le echasen unas monedas en la chepa. La botarga cesaba su actividad el sábado por la noche, cuando se realizaba la quema figurada del demonio en una hoguera, para celebrar la Resurrección de Jesucristo al día siguiente. Sin embargo, la pista de esta fiesta con raíces paganas pero reconvertida en cristiana muchos siglos atrás, se perdió en la última Guerra Carlista.

Y tras encontrar toda esta información, Guillermo y Fernando se propusieron resucitar a este personaje para esta Semana Santa y con la intención de perpetuarla en el tiempo. «La madre de Fernando ha hecho el traje basándose en lo que ponía en el libro de Aragonés, y el Grupo de Mascarones ha confeccionado la máscara. También pensamos introducir un pasacalles para animar a la gente, que parece que está bastante ilusionada con la botarga», explicaba Guillermo días antes de revivirla.

Un viaje que comenzó a las 13.00 horas del jueves, casi un siglo y medio después de su última aparición, ilustrando a los ancianos aquello que les contaban sus padres, pero que nunca vieron. Y la intención es seguir llamando a este demonio burlón todos los Jueves Santos e integrarlo con la procesión, para que se convierta en un acto más de este ahora pequeño pueblo cuyos vecinos luchan por guardar sus tradiciones.

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